La ruptura social a partir del 15 de Mayo
DOI: https://doi.org/10.22201/fesc.20072236e.2012.3.4.3
Fernando J. Carasa Minguito/Mar Fernández Fayos
(Activistas del movimiento 15-M de España)
CONTENIDO
Resumen
Este artículo pretende ser un análisis de lo que se ha definido como ‘15-M’ para poner de manifiesto que, más allá de un movimiento de protesta, se trata de una brecha en la actual estructura política y social. Buscaremos los antecedentes tanto actuales como históricos y observaremos las características y particularidades que hicieron que se generase de esa manera y dentro del estado español. Finalmente concluiremos con la importancia de las nuevas tecnologías y otros elementos globales en este proceso de cambio.
Palabras clave
15-M, lucha social, Movimiento, cambio global
Introducción
Las etiquetas como estrategia del poder
Primero surgió el término ‘perroflauta’, buscando el desprestigio a través de los estereotipos; después hablaron de ‘jóvenes’, minimizando el número de sectores afectados, para finalmente decantarse por algo tan difuso y ambiguo como el adjetivo ‘indignado’ o la etiqueta ’15-M’.
La indignación implica el enfado sin hacer nada al respecto, pero la actividad social pública y las movilizaciones han sido constantes desde que se levantó la acampada. Más allá de una “pataleta ciudadana” el trabajo continúa cada día en las plazas, por lo que el término ‘indignados’ no sólo no se corresponde con la realidad sino que parece formar parte de una estrategia de desprestigio; de la que podemos decir que uno de los principales beneficiarios es el autoproclamado ideólogo del “movimiento” Stéphane Hessel2, que prepara un nuevo libro.
La etiqueta ’15-M’, por su parte, ha sido finalmente regurgitada por casi toda la sociedad, pero utilizarla supone definirse como un acontecimiento limitado en el tiempo que suele tener connotaciones traumáticas (véase el 23-F o el 11-S). Mediante una definición así se obvia tanto todo cuanto se arrastraba de antes de dicha fecha, como todo cuanto ha venido posterior a ella y que tiene mucha más transcendencia que lo sucedido aquella primera noche.
Estas etiquetas no obstante no fueron auto-impuestas sino que responden a una estrategia por parte del poder4, expresado a través de los medios de comunicación, para asegurar la existencia de límites que evitasen el desbordamiento de la lucha social. Así el poder intenta dar forma a aquello que le resulta peligroso para luego convertirlo en su objetivo5 o bien hacerlo su herramienta.
El poder, que puede manifestar su fuerza de manera directa o sutil, se vio en la obligación de plantear estas tácticas debido a las multitudinarias simpatías que se despertaban y despiertan. Es por esto por lo que actúa por medios distintos a la fuerza física. El lenguaje, la provocación y la manipulación de la opinión pública son las estrategias actualmente en marcha.
Un ejemplo claro de esta cuestión es la continua difusión por parte de los medios de comunicación de los conflictos surgidos en el seno de lo que ellos mismos han definido como “movimiento”; en vez de divulgar la producción intelectual y práctica que las comisiones y grupos de trabajo están desarrollando. Todo ello mediante la difamación e incluso la invención de agresiones violentas, de tensiones con los comerciantes, etc.; sin embargo, nada sabemos del alto número de desahucios que se han detenido en estos meses gracias a la implicación creciente de personas desde el 15 de mayo.
Lo que se ha venido a definir como 15-M es, sencillamente, gente con voluntad para derribar las estructuras establecidas actualmente y que suponen una dominación más allá del campo de lo físico. Encorsetarlo dentro de un movimiento social de protesta supone esterilizarlo, crear un ente susceptible a las divisiones internas y susceptible así mismo de generar una endogamia legitimada en sentimientos y participación que separe el exterior del interior.
Como acabamos de ver, esta labor de etiquetaje se corresponde con las estrategias del poder para “domesticar” el sentimiento y la necesidad de cambio; para transformarlos en un movimiento social sin más pretensiones que perpetuar o refundar el capitalismo. Así lo que definen como 15-M es una necesidad de cambio sujeta a las particularidades de cada uno pero con características comunes. Al no tratarse de elementos estáticos, someterlos a una normativa distorsiona su naturaleza.
Condicionantes
Que no sea acotable por su plasticidad no significa que no existan unos antecedentes que carguen de sentido y contenido a lo que sucede a diario en las calles.
Uno de los principales condicionantes que se suelen argumentar en los procesos de esta naturaleza es el económico.
La situación en España no es tan acuciante como en otros estados europeos como el Griego, o la que se vivió en la Argentina del “corralito”. Ni siquiera el alto porcentaje de paro juvenil, cercano al 50%, parece ser una causa primordial para que la gente tomase las calles; como manifiesta la escasa participación de edades comprendidas entre los 18 y los 25 años.
La situación económica, aunque transcendente, no resulta definitiva para explicar ningún proceso de cambio. Y es que la economía, pese a la importancia que adquiere en nuestras vidas cotidianas, no puede ser considerada el motor de cambio de las relaciones sociales.
El carácter de la sociedad española, principalmente formada por clase media, es altamente inmovilista. Incluso a los propios ciudadanos les sorprendió lo que estaba pasando en las calles. Mientras que en otras regiones del mundo la lucha social está integrada en la sociedad, como es de nuevo el caso griego, la población del estado español se caracteriza por sus bajas tasas de implicación política a la vez que por su lapidaria desmovilización social.
Aunque el movimiento se nutre de personas con trayectoria en la lucha, ya sea en sindicatos, asociaciones o plataformas, cabe señalar en este sentido, que para la mayoría de participantes ésta es su primera experiencia activa de naturaleza contestataria. Mucha gente que disfrutaba de la práctica política no se encontraba cómoda realizando esa actividad en grupos o partidos más o menos cerrados, encontrando en la calle su espacio, sin tener que respetar doctrinas.
Si ni la economía ni la tradición directa combativa sirven para dar una primera respuesta a lo que estalló el 15 de mayo de 2011, es tal vez porque ésta radique en las dificultades que tuvo la población ibérica para asimilar las nuevas ideas y paradigmas que llegaban de Europa desde el siglo XVIII, que cristalizaron en lo que a día de hoy se conoce como Ilustración y que han culminado en el sistema sociopolítico actual.
Bucear en los condicionantes históricos nos permite introducirnos en las peculiaridades de la idiosincrasia del territorio conceptualizado como España; lo que nos permitirá dar sentido a ciertas características comunes que se han ido construyendo a lo largo del tiempo.
El poso cultural
Algunas de las características que suelen ser comunes entre la gente que participa de las asambleas tomando la calle es el rechazo a los partidos políticos, el rechazo a la democracia representativa por su baja cota de participación y el rechazo a la identificación con banderas y colores ideológicos. Tanto los partidos como la democracia representativa, como la idea de estado-nación que conocemos son conceptos que se acuñaron en el siglo XVIII y fueron tomando la forma con la que los conocemos hoy en un largo proceso de más de 200 años; pudiendo admitir que el sistema actual es heredero del paradigma intelectual y científico de la ilustración. Estas características pueden estar relacionadas con los problemas que existieron en el estado español para integrar los conceptos de estado, nación y ciudadano.
Muchos pueden ser los condicionantes que provocaron la falta de permeabilidad de las ideas ilustradas en el ámbito peninsular. Pudo deberse al cerrojo cultural al que estaba sometido España. La inquisición que actuaba como guardián celoso solo permitía el paso de la literatura y el conocimiento que llevaba el sello de la santa sede. Pudo deberse a lo interiorizado que estaba tanto el modelo feudal como las tradiciones entre la población peninsular. O tal vez a la traumática experiencia de recibir estas ideas mientras se desmoronaba todo su imperio colonial; unas colonias que consiguen su independencia aplicando estas nuevas corrientes políticas y filosóficas. Sea como fuere, un factor que ratifica esta situación es la ausencia de grandes ilustrados españoles capaces de estar a la altura de los pensadores europeos.
Ciertos conceptos que acompañan a la Ilustración como el de estado-nación o el de democracia representativa resultaron difícilmente asimilables por la sociedad afincada en la península ibérica. La democracia representativa se instaura en España con el aroma de la pólvora que desprendieron las pistolas entre 1808 y 1812. Esta atropellada entrada supuso un trauma, ya que se abre una caja de Pandora que durante todo el siglo XIX se manifiesta a través de los continuos pronunciamientos y atentados que sufren las autoridades6. La inestabilidad política durante este periodo se constata a través de la intervención de los caciques en las políticas del estado.
Todo esto se arrastra y se proyecta al siglo XX en el que la dictadura de Primo de Rivera, una exaltada República y la prolongada dictadura de Franco siguen demostrando los problemas para entrar en ese juego político. Con la muerte del dictador se instaura en España una democracia con estado de bienestar similar a la que se dio en Europa tras la Segunda Guerra Mundial y que sufrió su crisis estructural en mayo de 1968, unos 24 años después de los acuerdos de paz.
La “consensuada y sólida” democracia española que salió refortalecida tras la Transición y el golpe de estado del 23-F también denota la crisis generacional de la social-democracia y aprovecha para estallar con la inestabilidad del mercado a falta de una semana para las elecciones y 33 años después de la firma de la Carta Otorgada7. Esta crisis sumada al fracaso histórico de este modelo ayudará a que se forje una sensación de desconfianza al modelo democrático representativo.
El desengaño ante el sistema actual proviene de la suma del fracaso histórico del sistema y de la crisis del modelo democrático bipartidista. Esto se plasma a través del inactivismo, del conformismo, y de la desmovilización social; elementos que han favorecido al bipartidismo durante años. Tomar la calle supone una ruptura, una explosión espontánea en la que el sistema actual es el que no tiene cabida, porque se han agotado las estrategias ideológicas que le perpetuaban en el poder.
La gran estrategia durante todo el siglo XIX en Europa fue la construcción de los nacionalismos; y España no fue una excepción; el concepto de “español” se irá también configurando a lo largo del siglo XIX, pero sufrirá los envites de ciertos elementos que harán tambalearlo. Por un lado, la historiografía europea que generará tanto la leyenda negra española como los estereotipos; por otro, los fracasos militares imperialistas que le relegaron a potencia de segundo orden y para concluir la creación de nacionalismos periféricos que se sustentaban en naciones culturales con el mismo prestigio que Castilla. Por esto, entre otras características como la escasez de monumentos nacionales o el tardío acuerdo en torno a la bandera y el himno, es común tener la idea de que el nacionalismo español es débil.
De esta manera, el único elemento de cohesión al que se remitió el nacionalismo español fue la religión católica. Este pilar del antiguo régimen tiñó de tintes reaccionarios este concepto tanto en el siglo XIX como en el XX a través del nacional-catolicismo de Franco.
El nacionalismo español nace y se desarrolla sin base: ni tendencias ni lideres; sin éxitos: la perdida de las colonias; y sometido a continuos picos de sierra y fluctuaciones relacionadas más con eventos deportivos que con éxitos de cualquier otra naturaleza. Observar estos antecedentes hace que se mire desde otro prisma la peculiaridad de no mostrar ni identificarse con ninguna bandera.
Estos condicionantes últimos no presentan tanto el cuándo sino el de qué manera; y más cuando tanto el nacionalismo como la democracia han trasformado la realidad dando forma al capitalismo; es decir, el capitalismo se muestra como una consecuencia de los conceptos creados a la sombra de la Ilustración. Estos dos elementos, además del actual escenario político internacional, son trascendentales a la hora de trazar las líneas que definirán las características que se pueden observar entre la gente que participa políticamente de las calles a partir del 15 de mayo.
Características
Lo particular y realmente interesante es cómo de manera más o menos inconsciente se empieza a cuestionar el paradigma ilustrado, dejando abierta una brecha que pone en entredicho las actuales estructuras que dominan el mundo. Una buena manera de observar el cambio de paradigma es prestar atención a las características comunes que se muestran entre las personas de manera más o menos consciente, y que auguran una nueva forma de comprender la realidad.
Uno de los elementos más significativos para afrontar el cambio es la indefinición. Ésta se manifiesta de muy diversas maneras y de forma más o menos consciente. La indefinición comenzó desde el momento en el que, en plena época de la imagen, se consensuaba no tener ni un logo ni un nombre que identificase a la gente que allí participaba. Las etiquetas, como vimos anteriormente, vinieron impuestas desde fuera, ya que “los participantes” optaron por no usar conceptos que pudiesen encorsetar algo tan dinámico como lo que se está produciendo. Esa indefinición se ha continuado aplicando de manera continua: la página web es madrid.tomalaplaza.net, o cuando tras liberar el hotel Madrid decidieron no rebautizarle.
Pero más allá de la autoidentificación, esta característica se aplica a la hora de no definir unos puntos mínimos o reivindicaciones básicas que orienten el “movimiento” en una dirección u otra. Por otro lado, esa ausencia de punta de lanza diversifica y amplía el proyecto evitando que el poder anticipe los golpes.
Esta característica espontánea no supone el caos, ya que esta indefinición ha pasado antes por un proceso de construcción sobre la negación en la que se establecen unos puntos comunes de rechazo. Esta nueva forma de construir la realidad, no a través de objetivos establecidos, resulta mucho más inclusiva y flexible a la hora de construir el futuro.
Desde el punto de vista político la indefinición supone la no identificación con ningún color. Esto no quiere decir que no estén cargados de un programa ideológico, sólo que ni el concepto izquierda ni derecha se corresponde con las necesidades reales de la gente. El agotamiento del bipartidismo se hace patente tras los continuos cambios de políticos sin cambiar de política. Los continuos fracasos históricos que ha sufrido la democracia en el estado español no ayudan a sostener ese maltrecho edificio y mucha gente comienza a plantearse alternativas reales al sistema representativo. Esas alternativas parten de la necesidad de participar de forma activa en la toma de decisiones. En este caso lo que se interioriza es el empoderamiento real de las personas de la política manifestándose a través del rechazo a la vía constitucional, del mismo modo que se vislumbra cuando argumentan sus actos en legitimidad y no en legalidad. Poner en tela de juicio el reconocido por Churchill como “menos malo de los sistemas” es cuestionar un modelo que se consideraba culminado. Al himno de “no nos representan” ponen de manifiesto ese complejo entramado de sensaciones o de impulsos que evidencian el germen de un cambio de paradigma.
Esta indefinición es la característica más innovadora del movimiento, ya que en los últimos meses hemos presenciado distintas formas de protesta ciudadana por todo el mundo; las revueltas árabes, el 20-F en Túnez o la acampada de Portugal son claros ejemplos de que la conciencia popular todavía confía en su fuerza. Sin embargo, todos estos “antecedentes” están enmarcados en lo que podríamos denominar como una forma de protesta clásica, es decir, con unos objetivos claros y un ideario normalmente labrado en partidos políticos de izquierdas. El “movimiento” surgido tras la “acampada sol” ha aprendido a no ceder ante la presión social de la determinación política, del etiquetaje limitante, para reinventándose a sí mismo usar esta peculiar característica, la indefinición, como una nueva estrategia de lucha.
Una estrategia que además de fomentar la no identificación con una ideología concreta va más allá al no identificarse tampoco con ningún líder o élites representativas. Por ahora, lo que media la situación de “privilegios” (únicamente a nivel informativo) es el nivel de implicación y/o la asistencia a las asambleas. Las herramientas telemáticas favorecen que esta implicación no tenga que ser necesariamente física. Se ha venido trabajando en el desarrollo de software libre y gratuito y en una red social propia: n-1.cc. Estas herramientas por ahora favorecen la socialización de la información, pero hay muchas personas trabajando en diferentes proyectos que apuestan por el desarrollo de diferentes canales de coordinación e incluso propuestas de ciber-asambleas, aún por debatir. De lo que no cabe ninguna duda, es que las nuevas tecnologías han favorecido la auto-organización y la difusión de forma rápida y contundente.
La no representación conecta además con la característica de la horizontalidad. Al hablar de horizontalidad se elimina la figura del líder, se equipara a todas las personas a un mismo nivel; en definitiva, plantea un tipo de organización social alternativo al utilizado actualmente. Así, desaparece la figura del especialista y permite un abanico más amplio de puntos de vista desde los que abordar los temas.
Otro elemento característico y que se manifiesta desde el primer día es la ausencia de banderas. Se puede identificar con el problema para asimilar el nacionalismo que vimos anteriormente, pero la explicación no puede limitarse simplemente al pasado; la utilización de las nuevas tecnologías, abanderadas por Internet, difumina el concepto de frontera y pone en entredicho el concepto de estado-nación delimitado espacialmente. Por otro lado, a través de los organismos internacionales también se proyecta ese sentimiento: la libre circulación de personas dentro de los estados miembros de la UE y la moneda única son dos ejemplos de esta situación.
Otra característica digna de mención es la referente al uso del dinero; desde que se levantaron las acampadas en mayo ha sido y continúa siendo el gran ausente en el proceso de cambio. Los participantes se niegan a la creación de cajas de resistencia y optan por la autofinanciación cuando no cabe más remedio, y por la creatividad, el reciclaje y la autogestión para el resto de casos. Así se supera el dinero como eje de las relaciones sociales, dando pasos hacia la necesidad de desmercantilización de la vida como alternativa o como respuesta al asfixiante estado en el que venimos viviendo; en el que se priorizan las relaciones mercantiles a cualquier otras.
A través del pensamiento colectivo, aprendemos a deconstruir la habitual forma de la toma de decisiones basada en las mayorías en favor de la construcción de acuerdos colectivos. Este aprendizaje es el que se ha llevado a cabo en estos meses en las plazas adoptando el sistema asambleario como eje de una nueva forma de construir diálogos y acuerdos. Creando una red expansiva hacia los barrios y pueblos de las ciudades, resignificando el espacio urbano y reconstruyendo el dañado tejido social; más allá de los espacios propiamente asamblearios en los que el movimiento se desarrolla.
Concluiremos con una mención a la no violencia física como estrategia usada actualmente para hacer oposición al poder. Para empezar, es inclusiva, pues garantiza la participación en las convocatorias de estratos muy variopintos en la escala de edades. Por otro lado obliga al Estado a mantener un nivel bajo de represión, ya que no encuentra causas que le permitan realizar una intervención contundente. Además favorece la empatía de las personas que no están implicadas en las actividades de las plazas, ya sean afines o no a lo que se viene haciendo.
Conclusiones
Las nuevas tecnologías y las redes sociales mayoritarias han conectado a personas que aunque con diferentes concepciones, comparten la visión de que es necesario trabajar hacia otro sistema organizativo global, visibilizando las estrategias del poder y construyendo una alternativa donde las relaciones sociales sean reformuladas.
Las acampadas, además de acciones reivindicativas de protesta, responden a esta necesidad de cambio social donde la solidaridad y la construcción colectiva son los ejes espontáneos de este germen, que ha trascendido el momento liminal de protesta para convertirse en una red de personas que aprenden cada día que otro mundo es posible no sólo a través de la tolerancia de la diversidad sino fomentando la interacción colectiva de heterogeneidades. Es un desafío que, aunque se intente domesticar, ya está en marcha.
Es en este punto donde consideramos que esta forma de tomar las calles aunque aún a los procesos anteriores, aporta una novedosa frescura y eficacia al no definirse como una ideología concreta al modo de programa reivindicativo. Desde una perspectiva diacrónica podemos decir que la delimitación de los espacios (fronteras) y del conocimiento (surgimiento de las ciencias sociales) son dos de las puntas de lanza del pensamiento ilustrado que se ponen en entredicho y que vislumbran un posible cambio frente a las teorías del “fin de la historia”. Esta posible brecha al capitalismo no se encuentra en ningún “ismo” (Anarquismo, comunismo, liberalismo…) sino en un nuevo paradigma que supere los errores de los anteriores.
Notas
1 Las etiquetas, usadas desde un primer momento, fueron cambiando según se ponía de manifiesto su falta de correspondencia con la realidad que se constataba en la Puerta del Sol.
2 Con un social-demócrata a la cabeza se busca teñir de tinte ideológico e integrar en el sistema democrático actual a través de la formación de un partido a lo que llaman 15-M.
3 Entendemos como poder algo informe cuyo objetivo es perpetuarse en el tiempo a través de sistemas de dominación tanto explícitos (apreciables por los sentidos) como implícitos (alojándose en la psique humana).
4 Una vez definidos como 15-M son continuas las invitaciones a formar un partido político. Cuando la voluntad es transformadora y no de naturaleza integradora, la vía institucional queda descartada como se ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones.
5 Contra líderes de cualquier ideología como los de Sagasta, Cánovas y el General Prim.
6 Es cuestionable hablar de constitución, el monarca ya era jefe de Estado antes de la creación del documento, el pueblo pese a ratificar el texto no forma parte de su creación y la figura del rey se coloca por encima de cualquier otra institución gozando de privilegios. La figura del rey es inviolable, lo que le protege de que sus escándalos se hagan públicos.
7 Los problemas para asimilarlos no solo de los españoles se puede ver como un paso dado adelante para superar el actual sistema de dominación.