Sociedad: ingeniería y emergencia sociales

DOI: https://doi.org/10.22201/fesc.20072236e.2011.2.3.1

The Society: Social Engineering and Social Emergency

Gustavo Alvarez Vázquez
Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán UNAM

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Contenido

 

Resumen

En el presente texto se borda una discusión en torno a las categorías ingeniería y emergencia sociales bajo el principio de que en las sociedades humanas conviven ambos procesos centrados en la subjetividad de los actores, dando con ello las características propias a tales sociedades. Asimismo, nos apoyamos en la perspectiva de las ciencias de la complejidad, y en la fenomenología y el construccionismo sociales para resaltar la importancia que tiene para comprender la configuración de las sociedades humanas analizar ciertos procesos de institucionalización como procesos emergentes, así concluimos refiriéndonos al proceso de la comunicación como aquél que permite que los seres humanos se transformen en actores y conformen sistemas sociales, siendo los lenguajes los códigos que se utilizan para soportar dicho proceso.

Abstract

In this paper a discussion is embroidered around the categories social engineering and social emergency under the principles of which in the human societies there coexist both processes centred on the subjectivity of the actors, meeting on it the own characteristics to such societies. Likewise, we rest on the perspective of the sciences of the complexity, and on the phenomenology and social constructionism to highlight the importance that has to understand the configuration of the human societies to analyze certain processes of institutionalization as emergent processes, as well as we conclude indicating to the process of the communication as that one that allows that the human beings should transform in actors and shape social systems, being the languages the codes that are in use for supporting the above mentioned process.

palabras clave:

1.ingeniería social, 2.emergencia social, 3.fenomenología, 3.construccionismo social, 4.subjetividad.

Key Words:

1.social engineering, 2.social emergency, 3.phenomenology, 4.social constructionism, 5.subjectivity.

Globalización y crisis a principios del Siglo XXI

Si algo(1) nos ha enseñado el estudio comparado de las sociedades humanas, lo mismo en perspectiva antropológica como sociológica, es que una constante en todas ellas resulta ser la problematización sobre lo social, ciertamente en distintas modalidades pero al fin y al cabo el producto de ello resulta en un pensamiento sobre lo social, sea en función de sistemas religiosos, filosóficos o científicos, pero todos partiendo de las mismas preocupaciones básicas: por qué existe el orden social, cómo se creó, cuál es su finalidad, y qué peligros lo amenazan. De hecho, en todas las formas estructuradas de pensamiento sobre lo social que se han desarrollado(2), siempre ha estado presente la dialéctica certeza-azar/ contingencia alrededor de la intervención del propio ser humano en la construcción/ generación de los órdenes sociales, pues si de alguna manera siempre ha existido un cierto tipo de consciencia respecto a las posibilidades de los seres humanos como agentes comprometidos con la generación, el mantenimiento, e incluso transformación de los órdenes sociales, también con ello ha convivido otra consciencia sobre los límites mismos del ser humano, y que deriva en la permanente incertidumbre sobre el futuro de las sociedades, puesto que siempre se gestan consecuencias no esperadas -afortunadas o desafortunadas- de los comportamientos sociales. En resumen, encontramos en las sociedades la convivencia entre la intervención consciente de los actores sociales en lo que respecta a la existencia (y todo lo que ello implica) del orden social, y el surgimiento contingente de consecuencias sociales por el mero hecho de que los seres humanos interactúan en el marco de órdenes sociales. En otras palabras, lo que hemos expresado lo podemos sintetizar en las expresiones ingeniería social y emergencia social.

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En la teoría social no han sido pocas las discusiones que se han presentado en torno a la noción de ingeniería social, sobre todo porque ha implicado llegar a asumir posiciones tanto heurísticas como políticas por parte de los científicos sociales. Así, expresar el orden social en tanto ingeniería social supone una actitud plenamente consciente si no de todos los miembros de una sociedad, sí de un grupo de actores que se asumen como agentes cuya posición privilegiada los conduce a diseñar estructuras e instituciones sociales, tanto para ordenar como para des-ordenar las sociedades, sea que se conozcan como sacerdotes, gobernantes o científicos.

Planteado de esta manera no resultaría extraño que saltara a la mesa de discusión lo que en ámbitos académicos y políticos se entiende como la “teoría conspiracionista”, cuya existencia se subraya sobre todo por los actores y analistas que descalifican a aquellos que plantean responsabilidades encubiertas de ciertos actores con respecto al desarrollo de ciertos hechos cuya relevancia se encuentra dado que con ellos se ha influido en lo que habría sido el desarrollo “natural” de los hechos, pero que, por ser “encubiertos”, no se posee “evidencia empírica” que lo compruebe.

Los fraudes electorales y las intervenciones encubiertas como práctica político-militar de los gobiernos de Estados Unidos en procesos de desestabilización política en diferentes países del mundo son ejemplos de esto.

Independientemente de lo anterior, con la categoría ingeniería social hacemos notar que los órdenes sociales se entienden en parte por la intervensión consciente, tanto abierta como encubierta, de agentes sociales, como hemos mencionado, y que ha sido básicamente en la época de la Modernidad-Colonialidad(3) cuando las élites asumen conscientemente, y basadas en intereses morales, económicos y políticos, la “necesidad” de destruir sociedades, fundamentados en argumentos moral-religiosos de la evangelización (en la época de los imperios español y portugués) y después en otro carácter moral-científico del progreso civilizatorio (la época actual de la modernidad Atlántico Norte/europeo-norteamericana), para a la par rediseñarlas en función de adaptar instituciones originarias ya existentes a las estructuras institucionales de la colonialidad moderna (el cacicazgo en la época de las colonias españolas, al igual que el emperador japonés después de la 2a. guerra mundial), así como creándolas donde no las había.

Por otra parte, con la expresión emergencia social nos referimos a los procesos no conscientes que generan instituciones y, al mismo tiempo, estructuras sociales en algún grado mediante el azar, es decir la contingencia, a partir de la acción continua y cotidiana de los actores sociales. De hecho, es de esto de lo que nos hablan Berger y Luckmann (2006) cuando desarrollan, a partir de un ejercicio de abstracción, el proceso mediante el cual la interacción permanente entre actores genera rutinas, habituaciones y, posteriormente, al transmitirse éstas transgeneracionalmente, instituciones sociales. No obstante ello, considerando los desarrollos teóricos que la ciencia en general y la ciencia social en particular habían alcanzado para la época, nos parece que Berger y Luckmann no tuvieron los elementos heurísticos necesarios para entender y desarrollar su propuesta en términos de emergencia social, aunque lo insinuaban. Partiendo de estas consideraciones, aquí se abordará desde la teoría de sistemas y las Ciencias de la Complejidad la categoría de emergencia social.

Modernidad científica e ingeniería social

Es harto conocido que en las últimas décadas el proceso histórico que conocemos como Modernidad se ha puesto en cuestión, y no solamente en términos historiográficos sino, aún más, en términos deontológicos, esto es en el pretendido carácter normativo que desde los mismos Estados-nación considerados por sí mismos como modernos, en su afán colonialista, impusieron a lo largo de cinco siglos, lo cual ha dado pié a perspectivas crítica de las cuales desarrollaremos sintéticamente en lo siguiente lo que se presenta como el Paradigma de la Modernidad/Colonialidad. A partir de esto, enseguida plantearemos la importancia que para la Modernidad ha poseído el conocimiento científico como fundamento de la acción transformadora del ser humano que lo hace devenir de su ser-actor hacia el ser-sujeto en su relación con la naturaleza ecológica, antecedente de su paso hacia el ser-agente social, con lo cual se consolida el estudio de lo social en términos de la ingeniería social.

Según la perspectiva del Pensamiento Decolonial, otro nombre con el que se conoce al paradigma Modernidad/Colonialidad, la Modernidad es un proceso que ha implicado, además de una serie importante de procesos sociales, económicos y políticos, la generación de estructuras cognitivas y epistémicas cuyos orígenes se encuentran en la consolidación del imperio español, época misma que se identifica con la primera modernidad (Dussel, 2004), así como su definición en los términos actuales hacia el siglo XIX, momento en el que se considera inicia una segunda modernidad. Dichas estructuras cognitivas y epistémicas se presentan tanto al nivel de la definición de la identidad geocultural de lo que actualmente conocemos como Europa (Dussel, 2005; Bernal, 1993), hasta las ubicaciones corpo-existencialistas que hacen que en su cotidianidad los actores sociales se definan en términos de una matriz de sentido en la cual intervienen los factores de raza, género, edad, etnicidad y propiedad. Si bien todo esto es importante, a continuación nos centraremos en desarrollar solamente lo que corresponde al aspecto de la ciencia en la modernidad y su pretensión de ingeniería social.

Es ampliamente reconocido que el tránsito de la medievalidad a la modernidad europeas también es el paso del ser humano europeo que se ve a sí mismo como actor de un drama escrito por la divinidad, hacia descubrirse como sujeto ontológico que, independientemente de que haya una voluntad divina, se reconoce como ser capaz de intervenir a voluntad en la transformación de su destino y del entorno en el que habita, en función de sus necesidades humanas. En esta “revolución copernicana” se parte de la tradición judeocristiana que afirma la creación de las cosas del mundo en términos del disfrute condicionado del hombre (la “imagen y semejanza” de la divinidad).

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Bajo el ambiente desacralizador del liberalismo burgués, y del desarrollo del cientificismo entre la intelectualidad europea a partir del Renacimiento, la centralidad del hombre en términos del génesis judeocristiano pasa a concebirse en tanto antropocentrismo que, en virtud de los descubrimientos del evolucionismo darwiniano en el siglo XIX, ubica al hombre europeo moderno(4) en el pináculo evolutivo, así como con una suerte de “deber moral” de transformar la naturaleza en función de su domesticación y control, dado que según el sistema de representaciones que emerge desde Descartes en torno a la ontología y deontología humanas, se establece un esquema básico de pensamiento dicotómico sustentado en oposiciones éticas, a partir de las distinciones mente/cuerpo, espíritu/materia, razón/sin-razón, mismas que a la postre sirven como base para sentar en otros términos la moral occidental, sustentando ahora el sentido del deber civilizatorio en la reconstrucción, conseguida totalmente como hoy la conocemos en el siglo XIX, del mito del progreso y su expansión a todo el mundo en función de ser asumido como producto de la ciencia y la tecnología, actividades propias del espíritu humano.

No obstante lo anterior, un aspecto que aún hace falta para comprender la emergencia de un pensamiento humano capaz de asumir la realidad natural y social en términos de ingeniería, era asumir a la ciencia a partir de los principios fundamentales del paradigma de la mecánica newtoniana (Wallerstein, 1996), siendo los siguientes los que directamente nos atañen:

    • Una suerte de principio metonímico desde el cual se explica el universo en razón de los descubrimientos científicos que se realizan en la Tierra, bajo la lógica de conocer el todo a partir de las partes, de tal suerte que la extrapolación de explicaciones sobre fenómenos físicos hacia el ámbito del cosmos deviene en construcciones argumentativas en términos de universalidad, y que se extrapolará también desde los fenómenos físicos hacia la explicación de la realidad social y la conducta humana. En otras palabras, se funda la actividad científica en la pretensión de descubrir leyes universales a partir de la realidad contextual de nuestro planeta, misma que será cuestionada desde el relativismo einsteiniano siglos después.

 

  • De igual forma, y complementando lo anterior, la conformación de una matriz de sentido en torno a las leyes universales implicó la comprensión de la historia en términos de una simetría temporal pasado-futuro, en donde éstas así como son la explicación de cómo las cosas han sido, también nos descubren ipso facto cómo seguirán siendo, convirtiendo al presente en el instante coyuntural durante el cual se toma consciencia de ello, y de las formas en como se puede intervenir en la evaluación posterior de los hechos dados. Así, con los descubrimientos de Darwin en torno a la evolución se completa el ciclo epistemológico que da pie no solamente a que el científico piense en las posibilidades de aplicación de la ciencia para la transformación del entorno natural, sino también de su papel como catalizador del proceso evolutivo en los seres humanos inferiores (los noeuropeos) que, de todos modos, ocurrirá en el futuro.

No obstante lo anterior, aún no resulta darse la vinculación de la pretensión de ingeniería científica con la ingeniería social, lo cual nos conduce a llamar la atención sobre el carácter trascendental y, por lo mismo, indispensable que la empiria, materializada en el experimento como entrada a las verdades evidentes, va a cobrar en el marco del método científico, por lo tanto requisito incuestionable para referenciar los resultados obtenidos en una investigación sobre la realidad, y en consecuencia validados como verdaderos-científicos. Esto conduce, por ejemplo, a que la filosofía del siglo XIX, Hegel y Husserl por mencionar sólo un par de ejemplos, pretendan desarrollar filosofías empíricas, esto es científicas.

Por último, ubicados en este punto, la piedra de toque de la matriz de sentido que hemos venido explorando hasta este momento, y que afecta a la ciencia y la pretensión de los científicos respecto a la ingeniería social, lo otorga el hecho de que ya desde tiempos del empirista Hume se asume una unidad ontológica entre la naturaleza, la sociedad y la historia (Medina, 1984), razón por la cual la distinción cartesiana ser humano/naturaleza deviene irrelevante para las conclusiones obtenidas científicamente, lo cual llega a mostrarse en toda su transparencia en la forma que tiene Herbert Spencer de expresar lo que es la sociedad: un cuerpo social sometido a las leyes de la evolución natural(5), mismas que solamente podían ser expresadas a partir de la ciencia aplicada en términos tecnológicos. De hecho, resulta muy significativo que habiendo tenido la profesión de ingeniero, Spencer haya optado conscientemente por no acercarse a lo que los intelectuales contemporáneos a él escribían para evitar contagiarse.

Desde aquí es, entonces, que la metáfora del cuerpo social que se ve sometido a las leyes de la evolución social deviene en la base de lo que hemos presentado como ingeniería social(6).

La sociedad como emergencia

El interés que hemos tenido para abordar el estudio de la sociedad en tanto estructuras emergentes, y aún más desde las ciencias de la complejidad proviene desde dos planos. El primero se refiere específicamente al ámbito epistemológico de la ciencia social, misma que durante mucho tiempo ha cobijado perspectivas de análisis que constituyen como objetos de estudio a los actores humanos pero privilegiando, si no es que de plano desconociendo todo lo que escape a esta caracterización(7, una tipología que lo presenta como un actor por entero racional y reflexivo, que además actúa en función de leyes que estructuran lo social por fuera de las voluntades de ellos. En esto existe una contradicción muy fuerte, pues así como se reconoce una naturaleza racional basada en la capacidad de libre arbitrio propia de los seres humanos, también se le ubica como actores cuyas conductas están condicionadas por tales leyes, de tal forma que a partir de esto la función de la ciencia es permitirnos conocer las leyes (o cualquier otro nombre que se les quiera dar) sociales para que con ese conocimiento, de manera consciente intervenir en el desarrollo de los órdenes sociales, para bien o para mal. Otra vez, a esto le llamamos ingeniería social.

El otro plano también se refiere al ámbito epistemológico, pero éste se refiere con mayor amplitud a la realidad, lo cual nos conduce a uno de los principios fundantes de las ciencias de la complejidad. En efecto, si hay algo más que nos ha enseñado la antropología, sobre todo la filosófica, así como la misma filosofía, es que durante la existencia humana una constante epistémica en las sociedades ha sido una paradójica actitud ante lo que se concibe como la realidad, siendo producto de la toma de consciencia de su ser-en-el-mundo, la cual lo enfrenta ante una realidad tan compleja y difícil de ser aprehendida por su intelecto, que se produce como consecuencia de un permanente intento por aprehender tal realidad el surgimiento de estructuras de pensamiento fundadas en el principio epistémico que concibe a la realidad como un todo ordenado por algún ente suprahumano (dios, dioses, las leyes científicas), que a su vez existe en un permanente riesgo de ruptura por alguna causa, concluyendo entonces esta realidad ordenada en un caos total. De aquí se desprenden tanto el temor permanente a lo que se entiende como el desorden y la responsabilidad humana de actuar en función de mantener el orden en su propia fragilidad, como la suposición de que mientras el orden es la norma, el caos es la excepción. Frente a esto las ciencias de la complejidad si bien concuerdan en suponer la fragilidad del orden, asumen que la realidad misma es caótica en principio, siendo el orden una condición excepcional de la misma (Johnson, 2007). En el caso de la astronomía, ello ha conducido a comprender que si ha emergido la vida en el planeta Terra, ello ha ocurrido de forma contingente puesto que se han combinado una cantidad muy amplia de condiciones físicas, químicas, climatológicas, etc., de tal forma que ello ha tenido como consecuencia esta emergencia vital, y por la misma condición contingente, las probabilidades de que en el universo ocurra un caso similar al que aquí comentamos se reducen en gran medida, así como que se perciben una cantidad mucho mayor de peligros para la sobrevivencia planetaria, ubicados tanto en el propio planeta como en elvecindario estelar cercano y mediato(8).

A lo largo del siglo XIX, y en buena parte del XX (incluso en los recientes años) en la teoría social se ha privilegiado el enfoque de la ingeniería social, tanto por sus aplicaciones prácticas en las políticas públicas como por otras, no tan explícitas, de control social. En efecto, esto ha sido explicitado ya desde Spencer y Comte hasta los teóricos funcionalistas, estructuralistas y cibernetistas actuales. Sin embargo, por el lado de la sociología del conocimiento y de los desarrollos recientes en teoría de sistemas y ciencias de la complejidad, nos permiten entender la otra dimensión en como las sociedades humanas se han llegado a constituir, así como de sus continuas reconstituciones, partiendo de la lógica del azar. En este sentido, de manera sintética realizaremos en lo siguiente la revisión entre lo que a nuestro parecer ha aportado la sociología del conocimiento al entendimiento de esta dimensión aún no manejable de la sociedad, concluyendo con la recuperación de la categoría emergencia proveniente de la teoría de sistemas y enriquecida por los aportes de la complejidad.

Existe consenso en cuanto a que Karl Marx fue quien estableció el punto de arranque para la sociología del conocimiento a partir de la premisa que plantea a la consciencia del hombre determinada por su ser social. A partir de ello, y después de los desarrollos que al respecto se fueron presentando desde finales del siglo XIX y hasta la segunda mitad del XX(9), se ha consolidado el principio fundamental para el análisis en sociología del conocimiento que indica que lo que a niveles cognitivos se concibe como “la realidad” es una construcción social realizada por actores en interacción subjetiva, en intersubjetividad, lo cual se materializa en matrices y estructuras simbólicas de sentido de las cuales los actores echan mano para interpretar la realidad socialmente construida, sea consciente o semiconscientemente, y orientar su acción social.

Consecuencias epistemológicas de lo anterior resultan varias. Las que nos importan en estos momentos principalmente son dos. La primera refiere a la relación que la filosofía moderna establecía como incuestionable entre sujeto cognoscente y realidad cognoscible. Sea por varios lados, pero la coincidencia de la que se parte es que existe un contacto directo entre el sujeto y la realidad externa a él, mismo que puede potenciarse hacia la transformación de ésta según se la llegue a conocer en verdad, evidentemente con el objeto de manipularla. De hecho, esto es en parte lo que está como transfondo de lo que desarrollamos arriba en el apartado sobre ingeniería social. Siendo así, el problema que surgió desde aquí fue identificar desde qué parte del proceso cognitivo se puede afirmar que ya hay un conocimiento verdadero de lo real. Las respuestas a esto fueron, básicamente, el empirismo y el racionalismo(10).

Frente a estas posiciones, la sociología del conocimiento se alimenta de la fenomenología de Husserl11 en tanto se asume que si la Realidad existe por ella misma12, su conocimiento no puede generarse de forma directa ni por la percepción ni por la razón, sino que se hace de manera indirecta a partir de la intuición y el pensamiento, iniciando tal proceso en la intencionalidad.

Para Husserl es importante recuperar la noción medieval de intencionalidad puesto que para él con ella se describe la actitud de la consciencia de estar volcada hacia algo, de ser siempre consciencia de algo, lo cual le conduce a la categoría de significatividad y, a partir de ahí, que durante el proceso de conocimiento el sujeto no conoce en principio la realidad en sí misma sino sectores (aspectos) de la realidad que resultan significativos para su consciencia, esto es su subjetividad, misma que al estar ubicada en una circunstancia espacio-temporal que comparte con consciencias semejantes (un mundo compartido), permite trascender la naturaleza individual de la subjetividad sentando las bases para la comprensión del mundo y de la acción social mediante la intersubjetividad. Así, ya en términos sociológicos, la consecuencia es que la realidad social es una realidad que se va construyendo, de forma consciente o semiconsciente, a partir de los hechos, circunstancias, etc., que se presentan significativos para las subjetividades en interacción (intersubjetividades). De hecho, la realidad social resulta ser muy vasta, pero para los actores involucrados en procesos intersubjetivos solamente resultan relevantes los sectores donde se compromete su consciencia-semiconsciencia, y que primero Husserl y después Schutz (y a continuación de ellos otros) denominaron el mundo de la vida cotidiana.

Todo lo anterior nos habla de un proceso continuo en el que la realidad se encuentra constituyéndose y modificándose. Al mismo tiempo se desarrolla otro proceso por el cual se constituyen y modifican las estructuras cognitivas que dan cuenta de la realidad social, con lo cual retomamos la segunda consecuencia epistemológica que habíamos señalado antes, y que también ya había sido apuntada por el mismo Marx.

En aquel famoso pasaje del El Capital en el que trata en torno al fetichismo de las mercancías, Marx llama la atención respecto a cómo los objetos (las mercancías) se presentan aparentando vida propia, “separándose” de quienes les han dado existencia material a través del trabajo: los hombres. Esta apariencia de vida autónoma es lo que la fenomenología entiende producida por la actitud natural de la consciencia que tiende tanto a identificar la realidad con su percepción significativa de ella misma(13), al igual que a dar por “naturales”, por lo tanto existentes por sí mismas, cosas cuya vida objetiva se debe a la experiencia creativa de seres humanos limitados espaciotemporalmente, esto es históricos.

Ejemplo análogo al que plantea Marx resulta ser el ejercicio genealógico que desarrollan Berger y Luckmann (Op. Cit.) para mostrarnos cómo la realidad social se ha venido construyendo desde sus orígenes teóricos (recordemos que los autores realizan este ejercicio basados en la abstracción) cuando dos individuos (consciencias individuales) se vieron impelidos a convivir permanentemente. Sintetizando lo más posible esto, a partir de esa convivencia que deviene rutinaria se crean habituaciones (referidas a organización de las actividades, repartición de bienes, etc.), mismas que al transmitirse de una generación a otra(s) mediante el aprendizaje y otros procesos de socialización adquieren una naturaleza institucional, y que ya desde ahí “pierden” su vinculación con seres humanos concretos pasando a formar parte del universo simbólico de las sociedades como entidades que existen por ellas mismas, en consecuencia adquieren “vida propia”, desde las cuales las sociedades, mediante proceso de socialización y aprendizaje, imprimen las matrices cognitivas y de sentido en las consciencias individuales y colectivas con el objeto de reproducir a los actores que re-producirán a la sociedad.

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Si bien hasta aquí pudiera parecer que este proceso implicara la existencia de un ente trascendental, la sociedad, encargada de programar consciencias a la manera como de cierta forma ubica Emilio Durkheim a los hechos sociales(14), Berger y Luckmann, a tono con Husserl y Alfred Schutz entre otros, relativizan este hecho al plantearnos la importancia que tiene la subjetividad de los propios actores al enfrentar esta realidad socialmente construida, la cual se conforma a partir de sus propias características personológicas y biográficas (históricas, añadiríamos), y que el propio actor hace desde su subjetividad que lo orienta a percibir la realidad social desde su propia realidad espacio temporal en términos reflexivos. Esto explica que una misma realidad social sea aprehendida con un gradiente muy amplio de matices que pueden ir de al menos su negación y enfrentamiento radical hasta su aceptación total irreflexiva (pero no inconsciente(15)), así como la tendencia permanente al cambio que experimentan las sociedades humanas, sea tal inmediato y espectacular (p.e. las revoluciones), a corto (p.e. cambios intrageneracionalmente) o a largo plazo (p. e. transgeneracionalmente).

No obstante los aciertos en la obra de Berger y Luckmann, lo cual ha hecho decir a Torres Albero (Op. Cit.) que la aparición de La construcción social de la realidad ha sido el último momento importante para el desarrollo de la sociología del conocimiento, lo que nos parece con el paso del tiempo ha mostrado sus debilidades heurísticas, repetimos que al paso del tiempo, es la categoría central en su obra: la noción de construcción. Ello nos parece así porque tal noción nos remite implícitamente a la idea de una realidad social producto de actores en ejercicio permanente de una consciencia reflexiva, lo cual ellos mismo y la sociología fenomenológica niegan al hablar del conocimiento de sentido común y el conocimiento “de receta” (Schutz), lo cual a la vez permite sea posible dualizar la pretensión de ingeniería social que ya hemos comentado anteriormente.

Si bien nos parece una gran parte de lo desarrollado por Berger y Luckmann en la obra comentada justifican que la tengamos de consulta obligada en la teoría social, creemos que se enriquecería aún más si en lugar de pensar la realidad social en términos de construcción lo hacemos en función de la emergencia social, lo cual nos remite nuevamente al ejemplo comentado de Marx y notar más claramente un vínculo entre éste y los dos anteriores, así como completar la propuesta de pensar lo social en función de la dialéctica ingeniería-emergencia sociales, con lo cual recuperamos la naturaleza azarosa, contingente, del orden social sustentado en las relaciones intersubejtivas de los actores sociales.

Para efectos de este trabajo, la categoría emergencia la retomamos de la teoría de sistemas así como de las ciencias de la complejidad. Ambas parten de interpretar(16) la realidad en función de entidades denominadas sistemas (Bertalanfy, 1976; 8) que adquieren sentido sólo en la relación epistemológica entre observador y ser (ente) observado. Es decir, para efectos del conocimiento humano, es decir científico, los sistemas existen a partir de que el observador, vía un proceso cuidadoso y metodológicamente validado, define los límites de su existencia. Es decir, la realidad misma no está segmentada en sistemas, pero las posibilidades cognitivas del ser humano requieren darle una apariencia de segmentación, la cual se hace con pretensiones de cientificidad siguiendo los protocolos que las mismas ciencias establecen.

Asimismo, para ambas perspectivas los sistemas se componen por elementos cuyas cualidades constitutivas (Bertalanfy, op. Cit.) le dan realidad y sentido. Esto es, como afirma aquella vieja expresión, los sistemas son más que la suma de sus partes, lo cual nos indica que lo que constituye a los sistemas son las relaciones que se establecen entre sus elementos, como se expresa en el siguiente gráfico:

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Como puede verse, mientras en a) encontramos solamente un conjunto de elementos determinados (cualidad sumativa), en b) ya tenemos un sistema en tanto la imagen nos muestra la lógica de interacción entre los elementos. Efectivamente, podríamos suponer que para el caso hablamos de una organización en la cual el elemento ubicado en la posición superior derecha posee el estatus más alto, en tanto que el ubicado en la parte inferior izquierda solamente interactúa con éste, mientras los otros dos cierran un circuito interactivo entre ellos y con el primero. Dejamos al lector que piense en ejemplos concretos.

En tanto hablamos de elementos interactuantes, las formas que se producen como efecto de tales interacciones se entienden como emergencias. Así, los fenómenos emergentes si bien tienen mucho de contingente pues dependen de las formas en como se articulan las interacciones entre los elementos del sistema, la misma naturaleza intrínseca a cada sistema establece los límites entre los que se materializan tales interacciones. No obstante, para el caso de los sistemas sociales en específico, que son los que ahora nos atañen, la continua complejización estructural que han experimentado provocan que el científico social, tal como el científico en otras ciencias en sus descubrimientos y previsiones, ha optado por suponer niveles de incertidumbre dadas las limitantes heurísticas de los acercamientos teóricos, así como por el reconocimiento que se hace a las capacidades creativas de los actores en sus vidas cotidianas.

Fenomenología, emergencia social y comunicación

Desde la fenomenología se entiende que los seres humanos tienen una limitante física para entrar en interacción entre ellos, y que es su corporeidad. Efectivamente, si ya Max Weber había llamado la atención en torno a la importancia de estudiar la subjetividad como base de la acción social, también tenía claro que las mismas dificultades presentes en ello imponían que el alcance heurístico se mantuviera en el nivel de la comprensión de la acción social: dado que no se puede ser el César para saber cómo pensaba el César, sí podemos ponernos en sus zapatos vía la construcción de un modelo típico ideal para comprender la racionalidad que orientaba sus acciones. A partir de esto, tanto Husserl como Schutz asumen la imposibilidad que se tiene para meterse en la cabeza del otro no solamente para el investigador, sino en la propia cotidianidad de la acción social, lo cual (junto con otras consideraciones que no vienen mucho al caso en este momento) hace que metodológicamente se reubique el foco de análisis en el actor individual a partir de dejar que nos hable(17) pues es desde su subjetividad que interpreta la realidad en virtud de las estructuras de significación que él mismo ha aprehendido, con lo cual otorga sentido a la realidad social misma y a sus acciones sobre ella.

Al centrar su análisis en el actor individual quien es un sujeto en el cual su propia biografía participa en la orientación de las significatividades que otorga el actor a la realidad, la fenomenología corría el peligro de caer en el relativismo extremo dado que “cada cabeza es un mundo” y nadie tiene acceso a la “cabeza” del otro; consecuencia de esto resulta la paradoja de un mundo en el que los individuos “crean” su propia realidad pero interactúan entre ellos, lo cual nos habla de niveles de coincidencia cognitiva desde los que estructuran la vida social. Dichas estructuras se encontrarán, entonces, en lo que se conoce como el-mundo-de-la-vida cotidiana.

Para la fenomenología las estructuras que conforman el mundo de la vida han sido construidas, diríamos nosotros que también han emergido, desde las interacciones sociales, y de forma transgeneracional se han convertido en instituciones, convirtiéndose en el trasfondo cognitivo que permite la coincidencia entre las maneras particulares en que cada actor configura las estructuras de significatividad que le dan sentido a su acción social. Sin embargo, con todo y estos comentarios, aún no respondemos a una pregunta importante que nos permitirá entender cómo pasan los actores sociales de ser un mero agregado sumatorio de elementos a una agrupación.

Lo que permite que las sociedades sean “más que la suma de sus componentes” es el proceso que permite el intercambio significativo entre subjetividades, es decir la intersubjetividad, y que se sustenta en las estructuras compartidas del mundo de la vida, proceso al que llamamos comunicación. En efecto, es la comunicación entendida como proceso que media entre las subjetividades lo que nos permite salir del problema de entender lo social más allá de un mero agregado de elementos, así como la categoría mundo de la vida nos da la oportunidad de salir de la crítica relativista. Profundizando en esto, las estructuras de significación y de sentido que se ponen en juego en la vida cotidiana, espacio privilegiado de ejercicio del mundo de la vida, terminan conformando lo que Berger y Luckmann entienden como universos simbólicos, y que retomando las ideas de Denisse Jodelet (2008), devienen en el trasfondo transubjetivo que permite la comunicación intersubjetiva. Ahora bien, este proceso comunicativo se encuentra soportado en la aplicación de códigos que permiten a los seres humanos18 las relaciones intersubjetivas, y que hemos dado en llamar lenguaje.

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Al hablar de lenguajes hacemos referencia a todos los códigos que el ser humano ha desarrollado y práctica, en el sentido cultural, o bien utiliza pragmáticamente merced a su naturaleza biológica19, y que son comprendidos en distintas gradaciones por todos los actores que se han visto sometidos a permanentes procesos de aprendizaje, sea consciente como inconscientemente. Así, cuando nos referimos a los lenguajes lo hacemos tanto al que se considera como el que presenta los niveles más elevados de complejidad como lo es el hablado, que ha dado paso a los diferentes idiomas y todas sus subdivisiones, como al escrito, al icónico, gestual, corporal, sonoro, al transmitido a través de la indumentaria, etc., que además poseen como característica ser organizados y expresados socialmente en virtud de una relación espaciotemporal específica, esto es son productos también históricos que por lo mismo nos dicen mucho de las estructuras de significación y de sentidos que conforman los universos simbólicos de las sociedades que las utilizan. Asimismo, producto como son de los actores sociales, también se han visto sometidos tanto a procesos conscientes de ingeniería social (los lenguajes científico y artístico son ejemplos paradigmáticos) como de emergencia social (las palabras que tienen orígenes onomatopéyicos en las diferentes lenguas son ejemplos ilustrativos de esto).

Conclusiones

A lo largo de este escrito hemos planteado una discusión en torno a las categorías ingeniería social y emergencia social de las cuales hemos señalado que en la ciencia social moderna se han privilegiado los enfoques que estudian a las sociedades en términos de ingeniería social, afirmando que éstas se han configurado a partir de la convivencia entre ambos procesos, siendo la emergencia social la categoría que nos permite explicar una porción muy importante de procesos sociales como la institucionalización. Para ello, nos hemos apoyado en la perspectiva de las ciencias de la complejidad.

Asimismo, hemos llamado la atención con respecto a que la consideración respecto a la emergencia de los procesos sociales ya estaba dibujada en el construccionismo social de Berger y Luckmann, y que las bases explicativas para ello las tenemos en la fenomenología filosófica de Husserl así como en su aplicación en términos sociológicos de Schutz, aterrizando en la importancia que el proceso de comunicación y los lenguajes mismos poseen tanto para explicar la sociedad en tanto sistema social así como la emergencia de sus procesos de institucionalización.

 

Abordar las cuestiones anteriores nos ha sido permitido porque nuestra apuesta teórica se basa en resaltar el papel que tiene la subjetividad para comprender la acción social de los actores, y que es a través de los procesos intersubjetivos y sus soportes transubjetivos (ubicados al nivel del mundo de la vida y los universos simbólicos) que se estructuran las sociedades en función de las estructuras de significación y la dotación de sentido a sus acciones. Así, la conclusión principal que desprendemos es que son los caracteres intersubjetivo y transubjetivo de la acción social lo que nos permite comprender a las sociedades humanas en tanto producto consciente (valga la redundancia) de la pretensión de ingeniería social de los mismos actores sociales, así como de la emergencia semiconsciente de procesos sociales que se posibilitan por la interacción cotidiana de los actores.


Notas


1 El presente texto forma parte del marco teórico elaborado para la investigación titulada Diagnóstico de posibles focos de conflicto al nivel de la subjetividad en la transición urbana del municipio de Zumpango de Ocampo, Estado de México, registrada ante la Universidad Autónoma del Estado de México con la clave 2941/2010ESP.

2 Sociólogo y maestro en Estudios Latinoamericanos. Profesor investigador en la Universidad Autónoma del Estado de México-Centro Universitario Zumpango y en el Instituto Superior de Ciencias de la Educación del Estado de México División Ecatepec; profesor de asignatura en la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán-UNAM adscrito al Departamento de Ciencias Sociales.

3 Una revisión de una cantidad importante de ellas se hace en los libros titulados Historia del pensamiento social I y II (1984 y 1984a) de Barnes y Backer.

4 Esta categoría la desarrollaremos más adelante.

5 María Novo (2006) afirma que ni las mujeres europeas han sido modernas.

6 Entendidas de manera muy diferente a lo que Darwin expresó. Cfr. Ingold, 1986.

7 Sin embargo, esto no es todo porque la matriz de sentido que esto indica, y que puede verse como el sistema de representaciones sociales que respecto a la ciencia se tiene como más extendida, al entrar en contacto con la burguesía capitalista será subsumida a la lógica del capital, la cual nos llevará a que, tal como ocurre hoy, se defienda que la ciencia es legítima sí y sólo si se orienta por criterios de utilidad y productividad cuantificables. Pero esto es motivo de un desarrollo posterior.

8 El ejemplo más transparente es la economía.

9 Sobre esto, dos ejemplos son tanto la posibilidad del choque de algún objeto cósmico de tamaño considerable, como el asteroide que provoca la extinción de los grandes saurios, al igual como que nuestro mundo se ubique en la dirección de fuga de rayos gamma expulsados a causa de la finalización del ciclo de vida de alguna estrella vecina.

10 Cfr. Mannheim, 1993; Torres Albero, 2003; y Berger y Luckmann, 2006.

11 Cfr. Medina, 1989, y Cassirer, 1953.

12 Con todo y que el iniciador haya sido Scheler con su sociología del saber, a nuestro parecer resulta más relevante Husserl para lo que después de él se desarrolla en esta especialización sociológica.

13 Menciona Colomer que para Husserl no tiene sentido la duda cartesiana, aunque sea utilizada como recurso metodológico. Cfr. también “Idea de la fenomenología” para escuchar directamente a Husserl pronunciarse al respecto.

14 Partiendo de esto Husserl critica a la ciencia y a la filosofía de antropocentristas.

15 Durkheim define a los hechos sociales, que es lo que la sociología habría de tomar como su objeto de estudio, como las formas de pensar, ser y actuar que la sociedad impone a los individuos, por lo tanto poseedores de una cualidad coercitiva. Cfr. Durkheim, 2001.

16 Sobre la distinción entre inconsciente, consciente, y pre-consciente comentaremos en otro artículo futuro referido a la teoría de las representaciones sociales.

17 Recordemos la crítica que realiza Schutz a la ciencia de su época, que puede aplicarse aún en la actualidad, misma que se encuentra en el capítulo 1 de Ensayos sobre teoría social.

18 Para Husserl, la búsqueda de las esencialidades lo condujo a plantear que mediante la epoyé se le diera voz a las cosas para que desde ellas mismas se desprendiera su esencialidad; Schutz, por su parte, al aplicar la fenomenología al estudio de lo social considera como la esencia de la acción social a los actores, por lo que llama la atención respecto a darle la voz al actor para conocer cómo interpreta la realidad, pues este proceso es el que sienta las bases de su acción. Cfr. para Husserl a Colomer, op. Cit., y Schutz, (s. f.)

19 También se dan procesos comunicativos en otros ámbitos entre otros seres, como entre los animales y las máquinas, que para el caso no nos incumben, pero que valía la pena mencionar por la necesidad de ir reduciendo el antropocentrismo que ha regido por lo general en la ciencia, crítica ésta que ya había sido planteada por el mismo Husserl.

20 La antropología, la fenomenología, y el constructivismo de Berger y Luckmann han reconocido la dialéctica naturaleza cultural-biológica del ser humano, y cómo la consciencia que éste mismo posee de ambas ha determinado muchas cosas, como la distinción identitaria primaria que se ha presentado en los sociedades que califica a los extraños/extranjeros en términos de “bárbaros”, adjetivo con el que se hace referencia a seres que por sus comportamientos están más cercanos a la naturaleza biológica que a la civilización. Obviamente, son los “otros” a quienes se califica de bárbaros. El error de la sociobiología es que todo comportamiento humano lo reduce a los instintos naturales, planteando que lo social-cultural es un mero reflejo de lo biológico-natural, así como el de las corrientes más racionalistas es dar por sentado que el ser humano moderno ha eliminado de su ser la naturaleza biológica gracias al poder de la educación. Ni una ni otra, el ser humano seguirá existiendo como un ser cultural que convive al mismo tiempo con su naturaleza biológica, lo cual justifica ampliamente la existencia de las ciencias humanas.

Referencias

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2.Berger, P. y Luckmann, T. (2006). “La construcción social de la realidad”. Buenos Aires, Amorrortu, 233 pp. (20a. reimpresión)

3.Bernal, M.(1993). Atenea negra. “Las raíces afroasiáticas de la civilización clásica”. Barcelona, Crítica, 508 pp.

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11.Ingold, T.(1986). “Evolución y vida social”. México, CONACULTA.

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21.Wallerstein, I.(coord.) (1996). “Abrir las ciencias sociales”. México, CIICSH/UNAM/Siglo XXI, 114 pp.

22.Weinberg, D.(2009). “Social Constructionism” en Bryan S. Turner (ed.)”. The New Blacwell Companion to Social Theory. Blackwell Publishing.

Author: RUDICS

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