El silencio

DOI: https://doi.org/10.22201/fesc.20072236e.2014.5.8.6

The silence

Carolina Monserrath Pérez Ponce y Salvador José del Castillo Schmidhuber
Alumons de la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán UNAM

gusi_amore@hotmail.com

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El Silencio

Así como del fondo de la música brota una nota

que mientras vibra crece y se adelgaza

hasta que en otra música enmudece,

brota del fondo del silencio

otro silencio, aguda torre, espada,

y sube y crece y nos suspende

y mientras sube caen recuerdos, esperanzas,

las pequeñas mentiras y las grandes,

y queremos gritar y en la garganta

se desvanece el grito:

desembocamos al silencio

en donde los silencios enmudecen.

 Octavio Paz

 Abordamos este tema con el objetivo de enfatizar que el silencio es tan importante en la comunicación como el habla. El silencio, como ausencia de un sonido esperado: Ya que no es necesario decir cosas, para que nos sea posible expresarnos o decir otras cosas.

 

Percibimos al silencio como un componente de la comunicación. Si entrelazamos el lenguaje y el silencio, entonces podemos decir que todo enunciado nace del silencio interior del individuo, de ese diálogo permanente consigo mismo. Toda palabra viene, en efecto, precedida por una voz silenciosa, por un sueño despierto el cual está lleno de imágenes y de pensamientos difusos que no cesan de interactuar en nosotros.

 

Y es ¡ahí! donde la palabra se alimenta sin espacio ni tiempo, a este proceso se le llama interioridad del individuo: ¡ese mundo caótico y silencioso! que nunca se calla, rebosante de imágenes, deseos, temores, pequeñas y grandes emociones, que prepara palabras que, incluso, pueden sorprender al que las pronuncia.

 

Una antigua escritura testamentaria, declara que: « En el principio era el Verbo», pero algún indicio nos permite inferir, que antes que el verbo, fue el silencio. Algunos filósofos, en la edad antigua, han argumentado sobre la naturaleza del lenguaje. Pitágoras decía: “El silencio es el comienzo de la sabiduría”.

 

Samos (570-497 a. de C.), comenta que en la escuela de Pitágoras tenía importancia central al silencio, como un asunto de ¡trascendencia metafísica! Era la forma de preparación para ser aceptado en la misma. Los aspirantes susceptibles de ser aceptados, debían permanecer en silencio ¡durante cinco años! Esto lo hacían con la finalidad de preparar mejor la palabra, desalojando la ligereza de espíritu que aturde a las personas de fácil palabra. Esta escuela afirmaba que « aquel que no sabe oír, no sabe hablar», así que para hablar no solo es preciso romper el silencio, sino ¡haber nacido del silencio!

 

En su obra Sobre la interpretación, Aristóteles (384-322 a. de C.) analiza el lenguaje y de manera indirecta el silencio. ¡Claro! a partir de saber escuchar.

 

Sócrates buscaba crear asombro entre sus discípulos, al respecto los filósofos postulaban: “El asombro es una actitud sana, nos lleva al silencio, la espera, invita a la paciencia”.

 

El análisis del silencio nos lleva a considerar sus diferentes significados en la relación con los demás. Hablamos entonces de numerosas acepciones del silencio, cuyo sentido depende del contexto en el que se producen, ya que el silencio carece por sí mismo de significado.

 

En la religión las manifestaciones – del silencio- son numerosas, pueden referirse a la relación con Dios, la oración, al culto, a la transmisión, disciplina, o sobriedad en la palabra. Digamos que Dios escapa a los estrechos márgenes del lenguaje. El creyente suele fracasar en su intento de nombrarlo, pero llega a terminar en el silencioso diálogo consigo mismo.

 

Hay una relación estrecha entre el silencio y la muerte. El dolor, el camino hacia y la misma muerte, ritos fúnebres, el duelo, reclaman el desvanecimiento de la palabra. La enfermedad, por su parte, hace que la vida transcurra en una dolorosa bocanada de silencio. Entonces lejos de ser un obstáculo en el acto ritual, hace posible ¡la magia y el encantamiento!

 

Algunos pensadores, consideran que el silencio es algo irracional, que debe ser superado por la racionalidad propia del habla. Este ejemplo es expresado por, quienes optan por la renuncia a la palabra, pero no porque ya no tuvieran nada que decir, sino porque esta ya no les era útil.

 

Es decir, existe la pertinencia del silencio (denominado por algunos como lo “políticamente correcto”), derivada del hecho de que ciertas cosas puedan decirse, otras no tanto y otras no deban decirse en absoluto dependiendo de las situaciones y de las personas presentes. El secreto, por ejemplo, constituye una disciplina del lenguaje. Protege o perjudica ¡y!, a veces, destruye. En algunas manos, el secreto, ¡al igual que la información! es poder.

 

Mónica Virasoro, señala que la primera imagen del silencio es la figura de Antígona: “La heroína del silencio, muere por callar, por salvar la honra de la casa de Tebas”. Ella, resuelve su conflicto por medio del silencio. Transformándose, en uno de los primeros personajes que sacrifica sus ideas por la honra de los otros.

 

Los hombres conversan por medio de lenguajes, pero las palabras se forman a voluntad de la mayoría, de la mala o inepta constitución de las palabras surge una portentosa obstrucción de la mente. Entonces ¡el silencio tiene tanta relevancia como el discurso en el comportamiento humano!

 

Cualquier acto, ya sea de habla o silencio, es incompleto, no autónomo desde el punto de vista significativo; por ende, el habla o el silencio completos no pueden ser una actuación per se humanos. No existe razón alguna sobre el significado de las propiedades del ser, para considerar el habla superior al silencio: ambos contribuyen al significado del otro; al ser todos los actos del lenguaje indicativos, no pueden contener en ellos mismos la auténtica y completa significación, es decir, ni el lenguaje ni el silencio pueden considerarse “signos absolutos”.

 

¡El silencio! es un hacer, no es no-decir, sino actuar; silenciar aquello que no se quiere, no se debe o no se puede decir. Con él, comunicamos lo que no queremos, debemos o no podemos comunicar. Entre todas las manifestaciones diversamente humanas, es la que mejor expresa, de manera muy pura, la estructura, sin sonido ni palabra, de nuestro propio inconsciente.

 

Representa algo más que una ausencia de habla, manifiesta emociones, situaciones, da respuestas, asiente, niega, reprocha, otorga. Una forma especial del silencio es el suspiro, ya que se relaciona el modo de respirar y la liberación de tensiones; puede llegar a ser un acto social y comunicativo. -¡No suspiramos delante de cualquiera!- …

 

El silencio es capaz de modificar conductas y relaciones entre los individuos, especialmente si la comunicación no verbal no le sirve de apoyo; él se hace más angustioso si va acompañado del contacto visual, ¡el gran poder de cautivar de la mirada!, sensación que tendemos a evitar llenando ese silencio de forma verbal o paralingüística.

 

Del mismo modo como ha sido definido el silencio en forma negativa, como la ausencia del habla, lo encontramos como elemento interactivo: cuando el discurso queda interrumpido por una pausa, las formas básicas de la comunicación no verbal pasan a llenar “aparentemente” ese hueco verbal. “Un largo silencio no unido a gestos comunicativos puede llegar a hacerse tenso y a deteriorar una situación y una relación”. Puede tratarse de la disminución o falta de ruido en un determinado entorno o momento.

 

En el ámbito musical –el silencio- es un signo que indica la duración de una pausa. Todas las notas musicales tienen su propio silencio, cuyos valores corresponden a la duración de cada nota. Por lo que en la música es posible definirlo como una nota que no se ejecuta. Resulta complicado interpretarlo, al igual que sucede con el habla; depende de intenciones, contextos y una variedad de interpretaciones.

 

El silencio se impone, en general, durante los estados que se consideran críticos en la vida de un individuo, como es la “iniciación” masculina y femenina, la menstruación, la convalecencia, la comida, el duelo, los días de luna llena. Puede ser interpretado de manera positiva o negativa, pero jamás como un elemento vacío o de ausencia, dependiendo de la función que se le atribuya. Es ambiguo e impreciso, sin embargo no pierde su valor frente al habla.

 

Introspectivamente llegamos a conversar: –“¡No estoy sorda, escucho perfectamente lo que dice mi madre!, pero no le contesto. Mi experiencia me recuerda que hablar es peligroso. Rebatirla siempre tiene consecuencias fatales, resumidas generalmente en treinta palabras: ““Te me largas ahorita mismo, Ándale ¿qué esperas? Vete. Y no vengas en la noche a lloriquearme ni a pedirme perdón que te reciba porque no te abriré la puerta””. La sola idea de semejantes amenazas sella mis labios. “¡Ella quiere saber a qué se debe! ¡Pero! Si le digo, me sentencio a perder. ¡Ay!, es mejor el silencio. ¡Hay miedo y hay dolor, hay palabras muertas; hay inmenso dolor de que ella me cierre sus puertas! Ay, qué temor al dolor. ¡Cuánta necesidad de amor! –”

 

Nos proponen callar al mundo para escucharnos, pero escucharnos sin articular sonido, dialogar con nosotros, dejar al mundo exterior sin excusas. Apartarnos de la necesidad de hablar aunque no tengamos nada qué decir, es un gesto que nos acercará a la luz, al final nos damos cuenta de que, en vez de ganar, gracias a este diálogo perdimos: ¡perdimos! el temor a estar solos o simplemente, a quedarnos callados.

 

A veces estando solos en casa, sentimos algo raro: ¡todo está en silencio!, de repente se escucha un ruido. La mente piensa cosas ilógicas, ¡rápidamente! encendemos todo lo que haga ruido, televisión, radio, etcétera. Nos inquieta tanto estar en silencio. Paradoja del silencio.

 

Es probable que no logremos responder todas las interrogantes que, desde el inicio nos abrumaron, muchas preguntas persisten, sin embargo consideramos haber generado interés, en los lectores, para contestarlas.

 

¡Hoy! hemos descubierto que el silencio es la parte de nosotros que omitíamos para charlar con nosotros mismos ¡nos escondíamos de nosotros! Hoy quisiéramos saber: ¿Que guarda nuestro silencio? ¿Cómo lo interpretamos? ¿Cómo lo expresamos? Es positivo o negativo ¿Cómo lo comunicamos? ¿Cómo será interpretado por los demás? ¿Para los jóvenes qué es el silencio, si usan dispositivos con auriculares para no escuchar…? ¿Será que nuestro silencio guarda, secretos, miedos, fracasos, enojos, retos, alegrías, satisfacciones y un sinfín de emociones? ¡Hoy, no creemos romperlo!, … pero –al silencio- estamos seguros que ya no le tememos.

Nota: Adaptado de ponencia en 1er. Encuentro de Alumnos de Comunicación Oral y Escrita, FES-Cuautitlán UNAM.

 

 Referencias

 

Aristóteles (2008) Tratados de lógica (Órganon). 2 v. Madrid, Gredos.

 

Callejo, J. (2003) Comunicar. Revista Científica de Comunicación y Educación. 20, 173-177.

 

Castilla, C. (1992) El silencio. Madrid, Alianza.

 

Dauenhauer, B. P. (1980) Silence, the phenomenon and its ontological significance. Bloomington, Indiana University Press

 

Le breton, D. (2001) El silencio. Madrid, Sequitur.

 

Mcentee, H. (1996) Comunicación oral para el liderazgo en el mundo moderno. México, Mc graw-hill.

 

Minghella, A. & Pollack, S. (Productores), & Daldry, S. (Director) (2008) The reader [Película]. Estados Unidos-Alemania: Mirage

 

Rasgado, A. A. (2008) Filosofía del silencio. Signos Lingüísticos. 4 (7), enero-junio, 101-116. Disponible en: http://tesiuami.uam.mx/revistasuam/signoslinguisticos/include/getdoc.php?id=97&article=99&mode=pdf

 

Scheler, M. (1994) En naturaleza y formas de la simpatía. Buenos Aires, Editorial Losada.

 

Tejedor, C. (1995) Introducción a la filosofía. Madrid, Ediciones SM.

 

Virasoro, M. (1997). De ironías y silencios: Notas para una filosofía impresionista. Barcelona, Gedisa.

 

Villareal, A. L.(2011) Aprender a vivir y convivir desde el silencio. Costa rica, Instituto de Investigación en Educación.

Author: RUDICS

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