Tolerancia

DOI: https://doi.org/10.22201/fesc.20072236e.2014.5.9.7

Tolerance

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Pérez Ponce Carolina Monserrath
Del Castillo Schmiduber Salvador José
gusi_amore@hotmail.com

Alumnos FES Cuautitlán

He aprendido a respetar las ideas ajenas, a detenerme ante el secreto de cada conciencia, a comprender antes de discutir y a discutir antes de condenar. Norberto Bobbio.

Este trabajo aspira a contribuir y dimensionar el nivel de tolerancia existente en mí ser. Asimismo, analizar cuáles son las características que conforman mi comportamiento y lograr modificarlo.

La profundidad en el tema de tolerancia nos ha llevado a reflexionar sobre sus posibles límites. ¿Hasta dónde ser tolerantes? ¿Sí se confunde la tolerancia con la permisividad? ¿Sí se han de tolerar todos los comportamientos? ¿En qué momento la tolerancia se convierte en complicidad? ¿Cuándo es intolerable la tolerancia?

En este sentido, respetar y acoger a la persona con sus comportamientos, creencias y actitudes, no es identificarse con todo lo que piensa y hace, es tratarse entre sí con el respeto que exige la dignidad de cada persona. Señalar que la tolerancia no puede desarrollarse sin límites, que no se puede tolerar todo, que no todo vale, que hay que denunciar los fanatismos, los abusos y las conductas intolerantes; todas las conductas que atentan contra el pluralismo y la paz.

La tolerancia es una actitud mínima, racional, propia de un sujeto. Podríamos decir que es la virtud del “dar tiempo” y aceptabilidad al otro, en referencia a una razón o argumento. El intolerante afirma “poseer” la verdad.

Quizás sea la falta de tolerancia en distintas situaciones la que propicie que se hable de ella.

Hoy en día nos encontramos ante una situación social en la que, la falta de entendimiento, la dificultad para convivir, la creencia de que nosotros tenemos la razón y los demás están equivocados, así como la imposición de ideas, son condiciones que se suponen como la dificultad de que sea posible la convivencia en una sociedad plural.

La baja tolerancia magnifica el lado malo o negativo de cada situación. Lo feo es espantoso, lo malo es horrible, lo molesto es insoportable. De este modo la vida de las personas está llena de tragedias y acontecimientos estresantes. Con frecuencia se sienten de mal humor, agitados, ansiosos, tristes, resentidos, humillados o enfadados con el mundo, que debería estar ahí para satisfacer todos sus deseos. Se sienten víctimas, se quejan, culpan a los demás y al mundo. Se centran más en el malestar, que en el bienestar que conseguirían a largo plazo si lograran tolerar.

Para las personas tolerantes la vida es más agradable, más fácil y con menos estrés, son capaces de convertir los problemas en nuevas oportunidades, aceptan con más facilidad el dolor, el sufrimiento, la incomodidad, el fracaso y no dejan que estas cosas les perturben excesivamente. Practican el viejo refrán de: “al mal tiempo buena cara”.

De hecho, una de las características principales para el liderazgo es una alta tolerancia. Saber responder adecuadamente ante los imprevistos, las interrupciones, los contratiempos y mantener la calma.

John Locke, en su Carta sobre la tolerancia argumenta respecto de la tolerancia religiosa, diciendo que: “Dios nunca confirió a un hombre autoridad para forzar a nadie en cuestiones de religión, pues ésta es una asociación voluntaria para celebrar culto a Dios de la manera en que ellos consideran grato y eficaz para la salud de sus almas”.

La tolerancia también puede ser entendida desde la aceptación de que no todo es perfecto. Si aceptamos la diversidad, pensando en la capacidad de escuchar, valorando las distintas formas de entender y posicionarse frente a la vida. Respetando y considerando una manera de ser y actuar distinta a la propia.

Ya que las diferencias entre sexos, religiones, razas, clase social, salud, rendimiento, edad, nos lleva a que hay algo en común en todo ser humano y es su necesidad de ser tratado con dignidad y respeto. La práctica del diálogo y la comunicación facilita la actitud tolerante.

Se manifiesta un elenco de virtudes: prudencia, fortaleza, templanza, justicia, bondad, que se anteponen a la tolerancia.

La mayor fuerza de la humanidad no debería consistir en armas de fuego, puños, ni en un poderío militar, sino en la capacidad de tolerancia. Todo tipo de fuerza debe inclinarse delante de quien tolera. El verdadero vencedor tiene la fuerza de la tolerancia y el coraje de asumirla frente a los insultos, opresiones y humillaciones. Y esa fuerza  –la tolerancia– es ciertamente superior a cualquier tipo de armamento y es capaz de superar cualquier situación desagradable.

La tolerancia no es un fin, sino un medio. Es la calidad esencial mínima de las relaciones sociales que permite descartar la violencia y la coerción.

Sin tolerancia, la paz no es posible. Con tolerancia, es posible hacer realidad numerosas posibilidades humanas y sociales, y en particular la evolución de una cultura de paz.

Podemos proponer cuatro principios para la tolerancia: No responder a las blasfemias, mantenerse calmo frente a los infortunios, compasión frente a la envidia y el odio, y gratitud frente a las difamaciones.

Recordemos que somos seres humanos. Procuremos ser gentiles y ligeros con nosotros mismos y no juzgarnos tanto. Ese afán de ser perfectos solo nos hará más rígidos y obsesivos. Incluso nuestro carácter es algo que no podemos controlar, así como no podemos controlar al otro ni a la vida misma.

Necesitamos reconocer lo que nos hace estar en equilibrio y que es lo que nos saca de él.

Comprendamos que cuando actuamos debemos ser conscientes, claros y coherentes. Dirigirnos con quietud y serenidad. Controlando esa reacción natural.

Regularmente mantenemos la calma y la ecuanimidad en la vida cotidiana. Pero siempre hay algo o alguien que nos reta de tal manera; y provoca que reaccionemos con enojo. Será un simple comentario, que una situación se presente de determinada forma, el tráfico, la simple presencia de una persona o sus acciones, bueno hasta el simple hecho de un comentario inadecuado.

Cada día observo el momento en el que salgo de mi estado de serenidad, pero casi siempre lo hago cuando la tormenta ya pasó, no logro respirar y generar ese espacio en mi interior que me permita controlar mi enojo. Ese “cuenta hasta diez” no funciona en mí. De manera inmediata, mis latidos comienzan a acelerarse y al igual mi respiración, y luego, viene la reacción desde un grito hasta la violencia física. Minutos después la tranquilidad regresa a mí, pero trae consigo un cargo de conciencia terrible, ya que posiblemente agredí a la persona, dije cosas (que a lo mejor sí pensaba y creía) pero que no debí decir en cierta forma.

Es importante observar nuestras reacciones en la vida diaria, la mayoría de veces ya sabemos qué o quién detona nuestro enojo y bajo qué circunstancias y es ahí donde tenemos que manejar nuestras emociones.

Considero que la intolerancia es un conflicto interno, donde lo principal es, que el individuo no logra aceptarse como ser imperfecto y diferente. No logro aceptar mis capacidades, debilidades, fortalezas; donde la propia falta de aceptación a mí persona, provoca constantes conflictos con todo lo que me rodea y lo que nace de mí. La falta de paciencia, el enojo, la rabia, la frustración son sentimientos propios.

Pero como tener tolerancia con ciertas situaciones, cuando el prójimo se empeña en romper las reglas de convivencia, donde la solidaridad, el compañerismo, el respeto…no son parte de sus valores o los omiten, porque así les ha convenido.

Porque aún con ganas de hacer a un lado la paciencia y para no llegar a la violencia, que desde todos los tiempos integra tanto esta sociedad como mi propio ser, permanezco en silencio. El cual se encuentra repleto de frustración, enojo, intolerancia, agresividad, insultos, palabras que hieren y aun que fueran exclamadas, no lograran modificar la conducta de la gente.

En algunas ocasiones el silencio es el mayor signo de tolerancia que yo pueda expresar, ya que así no entro en conflicto y logro seguir con mis actividades; y aunque no esté de acuerdo con la forma de pensar, de ser, sentir o actuar de las personas, las respetaré y asimismo respetare mi individualidad.

Cada una de las personas que han coincidido conmigo, son mis llamados maestros de tolerancia, me he permitido observarlos detenidamente y creo que el ser diferentes a mí, los hace especiales. Su forma muy particular de ser, últimamente en lugar de causarme enojo, hasta me divierte. Y en muchos de los casos no me gustaría ser como ellos, pero ya no me incomodan.

Ahora sé que ser tolerante es más importante que estar en lo cierto, que se debe disfrutar de las sensaciones más pacíficas que hay en el mundo. A veces todo lo que una persona necesita es una mano que sostenga la suya y un corazón que comprenda, que debajo de la dura coraza de todos está una persona que quiere ser apreciada y querida. También sé que ignorar los hechos no los cambia, y que dar la espalda a los problemas no los soluciona. Que debemos expresarnos con palabras suaves y dulces, porque es posible que un día las tengamos que tragar.

Un día en busca de tolerancia, después de revolver toda la casa. Salí a la calle, busque en el parque, la iglesia, el mercado, entre las piedras, debajo de las macetas con flores. Busqué en todos los rincones y cansada me senté a la sombra de un árbol. De pronto apareció frente a mí una hermosa mujer rodeada de un brillo especial, su largo cabello negro ondeaba al viento, en su rostro una sonrisa  y en sus ojos había una gran dulzura. ¿Quién eres tú? Pregunte, ¡Soy tú! Contesto. -¡Pero si te busqué por todas partes y no pude encontrarte!-, – Es que me buscaste fuera de ti. Si te hubieses asomado a tu interior, ahí me habrías encontrado. Porque tú eres tan paciente y tolerante como lo sean tu mente y corazón. La mujer desapareció y me sentí mucho mejor. Miré mi rostro frente a un espejo y dije: Soy yo, no he cambiado, solo necesito modificar mi actitud, aceptar y sonreír. No necesito buscar más.

Necesito tomar la responsabilidad de mí vida. Considero que es posible cambiar la perspectiva desde la cual estoy viviendo la vida, el espacio, los límites a las personas o cualquier situación en particular.

No he puesto límites claros, permito que los otros tengan una influencia permanente sobre mis pensamientos y mis acciones, por lo tanto generalmente me siento angustiada.

Muchas veces doy el poder a los demás de decidir por mí.

Paulo Coelho menciona “Puedes pasar tu vida culpando al mundo, pero tus éxitos o tus derrotas son tu entera responsabilidad”.

Seguiremos creando nuestro propio holocausto, observando los mismos rostros de tristeza y apatía. Preguntándonos ¿Quién es realmente aceptable? Con todo y los prejuicios arraigados sobre ser superiores o inferiores dentro de la diversidad de esta raza infrahumana.

Soy un ser intolerante, buscando la perfección cuando soy imperfecta.

Con la necesidad de practicar la tolerancia.

 

 Bibliografía

Yanes, C. (2006). Antecedentes de una educación para la tolerancia en la historia de la educación. Revista iberoamericana de educación, 39, (4) 1-10

Diaz, a. C. (2002). Breve historia de la educación . Madrid, españa: Alianza.

Educación, O. d. (1994). La Tolerancia, umbral de la paz. París: UNESCO.

Locke, J. (s.f.). Carta sobre la Tolerancia. Recuperado de http://www.librodot.com

Marroquín, M. (1992). Tolerancia e intolerancia: claves psicológicas de su desarrollo.

Xabier, A. (1988). La tolerancia. Barcelona: Ariel.

Author: RUDICS

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