La crisis global del 2008: elementos para una cartografía del desastre

DOI: https://doi.org/10.22201/fesc.20072236e.2010.1.1.2

The 2008 global crisis: Elements for a disaster cartography

Gustavo Álvarez Vázquez
Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán UNAM

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Contenido

 

Resumen

En el presente ensayo se utiliza a la cartografía como metáfora analítica para proponer una acercamiento a la complejidad de la crisis económica actual, presentando algunos de los factores que abren la posibilidad de realizar un diagnóstico más acorde con los alcances que dicha crisis posee.

Abstract

Abstract: In this paper is in use to the cartography as analytical metaphor for proposing approximation to the complexity of the economic current crisis, presenting some of the factors that open the possibility of realizing a diagnosis more according to the scopes that the above mentioned crisis possesses.

palabras clave:

Cartografía, crisis financiera, crisis económica, globalización, neoliberalismo.

Key Words:

Cartography, financial crisis, economical crisis, globalization, neoliberalism.

El simbolismo cartográfico: territorialidad, apropiación espacial y visibilización

L

a evolución biológica ha conducido al ser humano a ser productor de un mundo cultural sustentado sobre la racionalización de su realidad social ambiental y social. En efecto, y según la disponibilidad de datos que posee la ciencia, siendo el único ser vivo en este planeta que ha desarrollado la cualidad racional, al mismo tiempo ha tomado conciencia de su estar-en-el-mundo cuestionándose tanto la existencia de lo otro como la suya propia. A partir de esto, su forma de relacionarse con el mundo ha sido a través de generar y dar sentidos tanto a sus actos, su propia existencia, como a los actos y a la misma existencia de todo lo demás, de tal suerte que al enfrentar su estar-en-el-mundo no lo hace a manera de espacios vacios ni de ignorancia total sobre la existencia de lo otro, sino ya con una carga de significatividad y simbolismos que le permiten orientarse en esta realidad culturizada por él mismo.

 

Ciertamente, nada de lo que conocemos como “la realidad de este mundo” posee valor cultural (esto es, simbólico) si no es por la actividad del ser humano; nada significa por sí mismo si no es ante alguien que le otorga un significado y, más aún, que además lo utiiza en función de un proceso de comunicación. A final de cuentas, esta es una de las premisas de las que parten en la actualidad lo que conocemos como los estudios culturales.

Otra premisa importante es reconocer que el ser humano está constituido dialécticamente por dos condicionantes existenciales (o, si se prefiere, por dos naturalezas): la condicionante biológica y la condicionante cultural. Si bien ambas no aparecieron al mismo tiempo, todo lo que entendemos como “cultura” ha sido el producto del actuar humano en función de las limitantes biológicas que esta naturaleza le impone a su existencia, tanto en términos de su percepción de la realidad del mundo como de su transforación misma, entre cuyas limitantes fundamentales está la cesasión de la vida misma: la muerte. Más aún, a través de su naturaleza cultural el ser humano ha tratado de domesticar a su ser biológico y al mundo en general, construyendo significatividades a partir de dotar de sentido al mundo.

Entre las manifestaciones biológicas que acompañan al ser humano, y que a su vez han sido reconstruidas en términos simbólicos (culturalizadas, pues), está la territorialidad. Ésta se manifiesta a partir de que todo ser vivo establece a su alrededor un espacio de seguridad hacia cuyo interior no permite la entrada a ningún ser que amenace su existencia; así, el león mediante rugidos avisa de la violación que otro animal hace de su espacio vital, al igual que en la rosa han evolucionado las espinas en función de lo mismo. De tal suerte, en el ser humano también se tiene esta manifestación de teritorialidad, aunque en espacios específicos se reduzca al mínimo físicamente posible y explicable, como en el sistema de transporte colectivo a horas pico.

Sin embargo, la evolución que en términos de la realidad cultural humana ha tenida la territorialidad es hacia la apropiación espacial. En este sentido, la apropiación espacial le ha permitido al ser humano extender su territorialidad más allá de lo que su presencia física le permite. Esto es, mientras en la territorialidad es el propio cuerpo el centro desde el cual se despliega el espacio circundante como área de seguridad, en la apropiación espacial se despliegan los territorios que devienen existencialmente relevantes para los actores, tanto para aquél que se asume como “propietario” como aquellos que le reconocen tal cualidad, independientemente de que el “propietario” se encuentre físicamente en el territorio apropiado, pues para asegurar el sentido de la propiedad se han creado elementos simbólicos que representan estos casos, como son los títulos de propiedad1.

Cuando pensamos en la cartografía, inmediatamente lo hacemos en un arte que se ha desarrollado desde milenios atrás. Las grandes civilizaciones que han existido en la historia humana han otorgado un papel relevante a la generación de mapas de su mundo conocido, principalmente porque los gobernantes mediante ellos tomaron conciencia de la extensión de sus dominios. En este caso, este “darse cuenta de la extensión del dominio” implicó dos cosas: una, la amplitud territorial de la apropiación política de un espacio, por ejemplo una Ciudad-Estado; y dos, la visibilización de la geografía sobresaliente, en donde encontramos desde accidentes geográficos hasta poblaciones y poblados, cuestiones importantes tanto en el aspecto de estrategia de guerra como para la recaudación tributaria.

A partir de lo anterior, en el presente ensayo utilizaremos la cartografía de forma metafórica para desarrollar un “mapeado” con respecto a la crisis económica que se reconociera oficialmente en 2008, tanto para ir detectanto los límites epistémicos que en su diagnóstico se presentan, como para hacer visibles otros factores que en el discurso dominante desde el cual se realiza su diagnóstico no se consideran como consecuencia de esos límites epistémicos de los cuales hablamos. Cabe hacer mención a que esto lo hacemos de forma complementaria a un primer acercamiento que realizamos a esta cuestión en un trabajo anterior (cfr. Alvarez Vázquez, 2009).

Las posiciones en disputa: discutiendo el diagnóstico de la crisis

En circunstancias decisivas el diagnóstico de la situación se hace necesario porque es en función de él que se actúa. Ahora bien, un diagnóstico es un punto de inflexión que si bien se encuentra como generador de efectos, a su vez es producto de los antecedentes culturales que constituyen la percepción epistémica del problema del “diagnosticador”, y que forman parte de sus matrices de pensamiento (tanto de su sentido común como de sus conocimientos especializados) que afectarán la manera en como percibe el problema, es decir lo diagnostica, y, por consecuencia, afectará también las decisiones que se tomen. En tal sentido, de lo que hablamos es que ya en esas matrices de pensamiento se encuentran las premisas básicas desde las cuales se percibe un problema, lo cual incluye tanto lo que se ve del problema como lo que no se puede ver, sea de manera consciente como no consciente.

Acorde con lo anterior, lo que podemos decir con respecto al problema que nos ocupa es que en la discusión de principio que prima en torno a la crisis del 2008 podemos ubicar dos posiciones fundamentales: por un lado, la de aquellos que la ven como una de tantas crisis por las que ha pasado el capitalismo y que, así como ha ocurrido en repetidas ocasiones, podrá resolverse a su interior, y, por otro lado, la de quienes la observan como el principio de la crisis final del capitalismo. A lo largo de estas dos tendencias se ubican otras posiciones que combinan elementos de diagnóstico de cada una de ellas. Por lo pronto, aquí haremos mención de varios autores que nos parecen representativos de ambas posiciones.

Conforme a la primera postura, Thomas Breda (2009) y Hugo Dixon (2009) nos parece que ejemplifican ampliamente los términos de una de las posiciones del debate. En efecto, ambos se cuidan de acotar los términos de la discusión partiendo de la premisa, según lo desarrolla Dixon (op. cit.), de que la culpa de esta crisis no es del capitalismo (entendiendo como aspectos primigenios de éste al mercado y al librecambismo).

De ambos autores, Breda presenta en términos más amplios el debate, aunque sin cuestionar la premisa recién referida. Así, menciona éste (Breda, op. cit.) que si los hechos económicos que detonaron la crisis son, por un lado, que se haya desinflado la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, y complementarios a esto, por otro lado la existencia de numerosos créditos inmobiliarios de riesgo, entonces habría que hacerse la pregunta respecto a ¿por qué el sector financiero fue tan generoso al otorgar dichos créditos? Para responder esto plantea que hay que revisar cuáles fueron las transformaciones que el sector financiero ha tenido en los últimos veinte años. En efecto, expresa que una de dichas trasfornaciones tiene que ver con que el mecanismo de titulación que se siguió durante estos años ha permitido mutualizar el riesgo hacia el conjunto del mercado financiero, con lo cual las pérdidas que se han presentado en los momentos de crisis no han recaido solamente entre los tenedores de tales títulos sino que se han distribuido entre una cantidad bastante mayor de actores financieros, dando como consecuencia que las pérdidas que sufre el tenedor de los títulos resultan marginales. Con esto se generó la impresión entre los actores financieros de que las inversiones por más riesgosas que fueran, con el tiempo y la dinámica del mercado financieron devenían en prácticamente inversiones de no-riesgo2, al igual que le permitió a los prestamistas evadir las responsabilidades que significaban este tipo de préstamos.

Bajo la misma línea, en este periodo se ha dado un incremento en la demanda de créditos al consumo que contrasta con el crecimiento de la inequidad, lo cual, como mencionamos en otro momento (Alvarez Vázquez, op. cit.) alimenta la paradoja de incrementar los niveles de consumo generales de la población en un escenario de disminución del poder adquisitivo en cada vez más amplios sectores de la población mundial. Entonces se crea una ficción de consumo que permite al consumidor comprar sin liquidez, en base a promesas de pago, en cuanto que al vendedor sostener sus actividades ya no en base a clientes sino a deudores cautivos.

Por último en la argumentación de Breda, el desarrollo de internet y la computadora son aspectos relevantes a la hora del diagnóstico pues en base a ellos se ha generalizado la virtualización de los intercambios que a su vez facilitan los camuflajes contables, los fraudes y demás delitos que se diluyen entre la gran cantidad de transacciones realizadas cotidianamente. En consecuencia, finaliza, estos aspectos nos hablan de que esta crisis es una crisis de la modernidad, caracterizada principalmente por la mala comprensión y peor asimilación de las innovaciones tecnológicas.

Al presentar su argumentación en los términos anteriores, Breda diluye la responsabilidad que cualquier actor económico pudiera tener pues la eleva al ámbito metafísico de una falta de armonía entre las orientaciones estructural-sociales que otorga la Modernidad por ella misma, y las acciones concretas de los seres humanos; entonces, de lo que se trataría es de sincronizar las conductas humanas con tales orientaciones estructurales. El problema para este autor es que parece no haberse enterado que desde hace varias décadas la misma noción de Modernidad es materia de discusión, lo que de entrada la ubica en una posición epistémica de relativización de sus supuestos básicos3. Sin embargo, Dixon (Op. cit.) al señalar que la culpa de la crisis se encuentra en las mutaciones que han pervertido el funcionamiento de las finanzas se lanza en una argumentación que al final nos conduce a identificar responsables.

Señala Dixon que son cuatro los factores que se ubican en el origen de la crisis. El primero se relaciona con el desequilibrio existente en los intercambios comerciales internacionales. Tal desequilibrio en esta ocasión no se relaciona con los efectos de los intecambios entre países centrales y periféricos, sino con lo que ha pasado al interior del comercio entre países desarrollados, pues si bien tanto Estados Unidos como su aliada Inglaterra se lanzaron hacia la ampliación de sus respectivos déficits comerciales acumulando deudas a partir de una racionalidad fuera de toda lógica liberal, China se lanzó a un proceso de acumulación gigantesco basándose en la subvaluación artifical del yuan. El segundo factor mencionado es el mal hábito de los Estados Unidos de resguardar el funcionamiento del sistema financiero al menor capricho, provocando con ello que los poseedores de títulos culminaran tomando riesgos excesivos4 con la certeza de que sus pérdidas en caso de crisis serían marginales.

El tercer factor que resalta Dixon es la creencia de que entre más grandes son las instituciones financieras, más insumergibles se vuelven. Contrario a lo que se habría esperado con esto que era la consolidación de una estructura de intercambios fuerte y dinámica, se obtuvo como efecto una ampliación de la distorsión de los mercados funcionando en base a la especulación; con la existencia de capitales de poca certeza en lo que respecta a sus orígenes; en una dinámica de poca transparencia, etc.; y, por último, el factor que identifica con los mecanismos perversos que se instituyeron para estimular la actividad de los banqueros, mismos que se diseñaron bajo el principio “Cruz, yo gano. Cara, tú pierdes”5, en donde los ganadores son los jugadores en el mercado financiero, es decir los especuladores y los banqueros, mientras que los perdedores son los accionistas y los contribuyentes.

A partir de diagnósticos como estos es que personajes importantes a nivel internacional señalan su posición con respecto a qué se debe hacer para resolver ésta y evitar otras futuras crisis. Es el caso de José Manuel Durao Barroso, presidente en su momento de la Comisión Europea, quien señala (2009), a partir de expresar que la actual crisis es la primera gran crisis de la era de la mundialización6 y que, en tal virtud, el camino de salida va por la refundación de ella7 a partir de establecer un conjunto de reglas que normen el intercambio mundial. Tales reglas, señala, tienen que ser la base de la cooperación internacional; deben reposar sobre valores y principios éticos; deben conciliar la libertad, la responsabilidad y la solidaridad, garantizando que el mercado recompense el trabajo y la iniciativa por encima de la simple especulación. Para conseguir esto, llama a impulsar un acuerdo internacional basado en cuatro puntos principales:

  • “Acordar sobre una estimulación fuerte, durable y coordinada de la economía a fin de atenuar los efectos de la crisis para nuestros ciudadanos y relanzar la economía real” (itálicas nuestras);
  • “Reestablecer la confianza en el sistema financiero, no en atención a los bancos, sino en beneficio de los empresarios y los trabajadores quienes, en la economía real, tienen necesidad de créditos”:
  • “Denunciar todas las formas de proteccionismo y abogar por una apertura amplia de los intercambios haciendo avanzar las negociaciones de Doha”, y
  • “Trabajar por un mundo más justo, reforzando nuesto compromiso en favor de los países en desarrollo y de una transformación del FMI en una institución más representativa”8.

Para quienes siguen tendencias analíticas como la que representamos hasta aquí con los autores arriba mencionados, a esta crisis se la entiende como una crisis financiera, que se define según Frederic Mishkin (citado por Del Ángel Mobarak, 2009; p. 7) como “un transtorno en los mercados financieros en el cual los problemas de selección adversa y daño moral empeoran a tal nivel, que los mercados financieros son imposibilitados para canalizar fondos eficientemente hacia aquellos que tienen las oportunidades de inversión más productivas” (1991). Incluso, se la ha llegado a comparar con la crisis del 29 sobre todo por su extensión a nivel planetario9. Sin embargo, entre las diferencias importantes que hay que rastrear10 es el contexto más amplio en el que se da, lo cual da pié a que una serie de analistas impulsen una percepción mucho más crítica que lo que hasta el momento domina lo políticamente correcto. En este caso se encuentra Francois Chesnais (2009) quien menciona como peculiaridad de orígen el año de 2007, momento en que se da una conjunción entre la crisis económica, la crisis alimenticia, y la profundización de la crisis climática, lo cual resulta ser “un cuestionamiento a la civilización en cuanto tal”. En este sentido, las raíces de esta “crisis global” se encuentran en la propia naturaleza del capital y de la produción capitalista, siendo para el primer caso lo esencial del capital el crecimiento imparable del dinero devenido en capital11, lo cual ha conducido al dogma del productivismo, cuyos pilares son la compra-venta de la fuerza de trabajo, y la generación del convencimiento entre la población de que las mercancías producidas son “útiles”12, con lo cual se busca elevar las tasas de ganancia durante la realización de las mercancías, después que los sobreprecios de los productos ya tienen contempladas las contracciones a los salarios. Es decir, se aumenta la productividad reduciendo el costo de la fuerza de trabajo, lo cual permite una tasa de ganancia aceptable, pero también durante el proceso de venta final se elevan aún más los precios de los productos, incrementando de manera artifical las tasas de ganancia. Una de las consecuencias que esto genera, según Chesnais, es que la naturaleza de la producción capitalista se oriente en base al triángulo que relaciona subproducción de mercancias (para elevar de manera artificial la demanda y, por lo tanto, los precios de venta) con la sobreacumulación de capacidades de producción (ante el hecho de que con niveles bajos de producción se obtienen márgenes altos de ganacia se hace innecesario desarrollar al máximo las capacidades productivas de las economías) y, como consecuencia, el desmoronamiento del capital ficticio, éste que ha permitido que los consumidores sigan manteniendo estándares de consumo elevados a pesar de las caídas permanentes del poder adquisitivo de los salarios vía los créditos al consumo (Alvarez Vázquez, 2009).

Por otro lado, Samir Amín (2009) parte de realizar la siguiente precisión: lo que ha entrado en crisis es el “capitalismo de oligopolios financiarizados”, no la economía de mercado. En tal sentido señala (citamos in extenso): “El sistema capitalista actual es dominado por un puñado de oligopolios que controlan la toma de decisiones fundamentales en la economía mundial. Unos oligopolios que no sólo son financieros, constituidos por bancos o compañías de seguros, sino que son grupos que actúan en la producción industrial, en los servicios, en los transportes, etc. Su característica principal es su financiarización. Con eso conviene comprender que el centro de gravedad de la decisión económica ha sido transferido de la producción de plusvalía en los sectores productivos hacia la redistribución de provechos ocasionados por los productos derivados de las inversiones financieras. Es una estrategia perseguida deliberadamente no por los bancos sino por los grupos ‘financiarizados’. Más aún, estos oligoplios no producen provechos, sencillamente se apoderan de una renta de monopolio mediante inversiones financieras”13. La consecuencia de esto es que detrás de ésta hay una crisis de la economía real, y más atrás una crisis estructural sistémica del capitalismo debido a que ésta está soportada sobre dos bases principales: la una, que identifica como la dimensión mayor, representada por un acceso a los recursos naturales del planeta que cada vez son más escasos, y la otra, que además se convierte en el eje principal del conflicto geopolítico, es el conflicto Norte/Sur, mismo que es correlativo a la base anterior. De hecho, nos dice Samir Amín, el 15% de la población mundial, que se encuentra en los países ricos, acapara el 85% de los recursos planetarios, y el mantenimiento de este acceso al “privilegio” de explotarlos es lo que conduce a los Estados Unidos a consolidar el control militar del mundo actual.

Concordante con lo anterior, Heinz Dieterich afirmaba ya en fecha tan temprana como septiembre del 2001, que el capitalismo en su fase global estaba sufriendo una crisis estructural que impactaban las “esferas de circulación del capital y de mercancias”, esto como consecuencia de la “desvinculación macrosocial entre las decisiones de inversión y las capacidades de absorción del sistema”.

Efectos en la economía hegemónica: crisis del poder mundial

Por el momento, antes de asumir alguna posición con respecto a la discusión sobre si se tiene una crisis capitalista terminal o no (respecto a esto ya argumentamos algo en nuestro texto al que nos hemos referido antes -cfr. Alvarez Vázquez, 2009-), nos parece importante mencionar dos palabras respecto a lo que ha ocurrido como parte de esta crisis en la mayor economía del mundo, la de Estados Unidos. En este sentido afirma Mike Whitney (2009), el indicador más importante resulta ser el de la contracción permanente del crédito que en ese país se sufre, cuestión que nos habla de la situación de emergencia que vive una economía de consumo de masas y que, a la vez, tiende a profundizarse merced a que esto mismo empuja a la baja la confianza de los consumidores, mismos que al encontrarse bajo una “montaña de deudas” no han tenido otra opción que acudir al consumo de segunda mano y de artículos usados (Facundo, 2009). Más aún, según el mismo Whitney, sigue en aumento el desempleo y se mantiene la caída de los salarios.14

En virtud de lo anterior, siguiendo esta linea argumentativa, el rol de Estados Unidos se reduce puesto que su mercado se vuelve menos atractivo para las exportaciones. A esto se suma un hecho que, si ya desde al menos 2008 se venía presentando, apenas en el año que recién pasó se hizo oficial: la pérdida de posición del dólar como reserva mundial de cambio. En efecto, aunque durante la 50 Asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo, realizada en el mes de marzo, China propuso crear una nueva divisa para sustituir al dólar debido a la debilidad económica de Estados Unidos, propuesta que fue apoyada por Venezuela15, no fue sino hasta que el diario inglés The Independent dió a conocer las negociaciones que desde tiempo atrás se han venido presentando entre los países del Gofo Arábigo, China, Rusia, Japón y Francia para sustitur al dólar por una canasta de divisas, incluyendo al oro, que tuvo mayor trascendencia el dato como para impulsar al alza la cotización internacional del oro16, y llamar la atención sobre el posible fin del poder imperial norteamericano17.

Contexto histórico: fin de la Guerra Fría y Globalización

Si lo anteriormente escrito resulta ser sólo una parte de la actualidad de la crisis económica, en el interés de generar una cartografía que nos conduzca a visibilizar si no todas al menos las dimensiones más amplias e importantes de su sintomatología, y con ello pensar opciones alternativas para resolver el dilema de la crisis global, es necesario ampliar el marco de observación y revisar, al menos en parte, el periodo histórico inmediato anterior, es decir la década de los 90’s.

Durante la década de los 90’s hemos visto el triunfo ideológico del neoliberalismo a partir de dos hechos de gran trascendencia: el final de la Guerra Fría y la profundización de la Globalización. Vámonos por partes.

Como bien sabemos, la etapa que la historiografía contemporánea ha denominado Guerra Fría es este periodo que va del final de la Segunda Guerra mundial y abarca hasta la caída del Muro de Berlín (en cuyo caso se cumplieron 20 años en el 2009), y que se caracterizó por el enfrentamiento geopolítico entre dos potencias mundiales, los Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), siendo tal conflicto el que impuso a nivel planetario la forma de entender el orden mundial, subsumiendo todos los conflictos intra e internacionales a éste. Dicho enfrentamiento en términos de lucha ideológica, concluyó hacia 1989 con la sensación de que el mundo había llegado al “fin de la historia” (Fukuyama, 1989), por lo tanto a la conclusión de que el capitalismo había demostrado su fortaleza como rector de las relaciones económicas, y el liberalismo como fundamiento filosófico-político existencial del ser humano. En efecto, en términos geopolíticos los Estados Unidos durante la administración Clinton pasaron de la doctrina de la contención a la del agrandamiento, según como lo dijo Anthony Blake, asesor de Seguridad Nacional de William Clinton, en 1993: “Durante la Guerra Fría contuvimos la amenaza global hacia las democracias de mercado; ahora deberíamos tratar de ampliar su alcance” (cit. en Chomsky, s/f); pero además, también fue la base desde la cual se gestó el “triunfo ideológico-cultural del neoliberalismo” (Borón, 2001; Borón, 2004), sobre cuatro dimensiones (Borón, 2001):

  1. Una “avasalladora tendencia a la mercantilización de derechos y prerrogativas conquistadas por las clases populares…convertidos ahora en ‘bienes’ o ‘servicios’ adquiribles en el mercado”;
  2. Un “desplazamiento del equilibrio entre mercado y estado18” potenciada a través del discurso que sataniza al Estado a partir de la exhaltación de los mercados;
  3. La “creación de un ‘sentido común’ neoliberal” fundamentado en sofismas como la “naturaleza competitiva” del ser humano por ejemplo19, y que ha conducido al conformismo (“social-conformismo”, dice Roitman -2003-) también en el ámbito del pensamiento económico y social, y
  4. Convenciendo a “amplísimos sectores de las sociedades capitalistas -y a la casi totalidad de sus élites políticas- de que no existe otra alternativa”, siguiendo la doctrina TINA tal como la llamó quien en su tiempo fue Primera Ministra del Reino Unido e introductora del neoliberalismo ahí mismo, Margareth Tatcher: There Is No Alternative.

Proceso histórico paralelo a lo que ha sido la construcción del nuevo orden mundial es lo que conocemos actualmente como la Globalización, al cual lo podemos entender de manera inmediata como este proceso de integración planetaria en los órdenes económico, político y cultural, y que se ha profundizado en alrededor de los últimos 30 años. Aquí es importante aclarar un par de cosas. La primera es con respecto a su inicio.

Efectivamente, algunos autores como Aldo Ferrer (1999)20 sostienen que la globalización inicia con la llegada de Cristobal Colón a lo que sería América, esto es en 1492. En este caso, Ferrer diferencia entre la globalización real de la globalización virtual; con relación a la primera expresa que ella “comprende el crecimiento del comercio mundial que se concentrea actualmente en los bienes de mayor valor agregado y contenido tecnológico. Al mismo tiempo, segmentos importante de la producción mundial se realizan dentro de las matrices de las corporaciones trasnacionales y sus filiales en el resto del mundo” (p. 13). Afirma también que ella “refleja los cambios en la tecnología, la acumulación del capital, y la aptitud de las economías nacionales para generar ventajas competitivas”, y que además es “un proceso de largo plazo que se acelera a partir de la difusiòn de la Revolución Industrial en el siglo XIX y que adquirió nuevo impulso en la segunda mitad del XX” (p. 14). Por su parte, entiende a la globalización virtual en términos de “los extraordinarios avances en el procesamiento y la transmisión de la información” que se han desarrollado en los úiltimos años, y que han impactado grandemente a la esfera financiera (p. 14).

A nuestro parecer, posiciones como la señalada anteriormente parten de un error de percepción histórica: identificar la tendencia geográfica expansiva del capitalismo con la expansión geopolítica de Occidente, cuestiones ambas aunque coincidentes y complementarias en un determinado momento, diferentes entre sí, y ambas unificarlas en el término globalización. Así, lo primero que conviene traer a la mente es la condición imperial de España a finales del siglo XV, misma que a raíz de la victoria que les significa la expulsión de los árabes de la Península ibérica, aprovechan la apuesta de Cristobal Colón para encontrar una nueva ruta comercial hacia las Indias por el poniente, dado que la propia Europa no tiene otra opción. Y si bien Colón se “encuentra” con un “nuevo” continente, la lógica imperial española asume la riqueza y el poder económico en términos de la concentración de capital, por lo que para la Corona resulta importante expandir su poder por todo el orbe para llegar a tener un Reino en donde “no se ponga el sol”21 pero sin desarrollar la lógica epistémica que da orígen al pensamiento capitalista, que es la entender la riqueza en términos de la concentración del capital por intermediación de la reproducción del capital mismo. Recordemos lo que anotamos arriba en la nota 11: antes de la Revolución Industrial existía el capital, el capitalismo no. En efecto, es a la caída del Imperio español que bien podemos hablar del momento en que despega el capitalismo en su proceso de transformación en economía-mundo primero, para llegar a ser una economía mundial (Braudel citado por Ianni, 1998; p. 15)22, esto apenas en el siglo XX.

Otro fallo en el que se cae con respecto a la discusión en torno a la globalización es reducirla al ámbito económico, que es el de la ampliación global del capitalismo, dejando de lado que ella es un fenómeno que implica lo político y lo cultural, pero que es igualmente un proceso conflictivo que enfrenta visiones distintas de lo que es y debería ser la globalización, cuyas posiciones más vistosas están representadas por los participantes en el anual Foro Económico de Davos, quienes imponen la perspectiva economicista y culturalmente homogeneizante que hoy domina, por un lado, y por el otro a los participantes en el Foro Social Mundial, con su principio de “Un Mundo donde quepan muchos Mundos”.

Sintetizando, para entender, entonces, a la globalización como parte del contexto en el que se presenta la actual crisis global, debemos empezar por reconocer que si bien el “descubrimiento” de América impulsó un proceso de internacionalización de la economía occidental, según menciona Saxe-Fernández (Moreno, 2000), su transformación hacia una economía-mundo capitalista se presenta en Europa durante la época del imperialismo ibérico, consolidándose durante los siglos XIX y XX, pasándo a su transformación en economía mundial, lo que es en sí la globalización económica, apenas en los últimos 30 años del siglo XX, gracias a dos hechos importantes: el desarrollo del microchip en la década de los 70’s, y al triunfo epistémico del neoliberalismo en la década de los 90’s, que en la geopolítica internacional ha impulsado la apertura de economías como la Rusa y la China. Sobre esto último ya avanzamos párrafos atrás, por lo que ahora mencionaremos algo con respecto a lo primero.

El descubrimiento del microchip en la década de los 70’s significó el punto de inflección que potenció a gran escala la revolución de la informática y las telecomunicaciones que soportan lo que se ha dado en llamar la sociedad de la información23. Efectivamente, después del desarrollo del circuito integrado posteriormente a la Segunda guerra mundial, el avance que ha significado el microprocesador permitió el desarrollo, durante la misma década unos cuantos años después, del software, y a continuación (en los 80’s) las computadoras personales y, durante los 90’s la popularización de internet. Con todo esto el impulso dado fue en torno a una revolución de las tecnologías del procesamiento de la información y de la comunicación, y con ello, gracias a la extensión planetaria que ha experimentado la tecnología producto de esta revolución (cuestión inédita en las anteriores revoluciones industriales), la posibilidad de transmitir datos en tiempo real desde y hasta cualquier parte del globo terráqueo, utilizando la tecnología que conocemos como Internet. En efecto, después de haber salido del ámbito universitario su antecedente que fue el Arpanet, y de su utilización como la red que comunicaba al sistema de defensa e inteligencia de los Estados Unidos, el sector financiero internacional descubrió las grandes ventajas que para la movilidad del capital ella otorgara. Con ello, el paso de la economía-mundo a la economía mundial, dominada por la globalización financiera, ha sido una realidad; pero solamente hasta ahora en los último treinta años, no antes.

 

 

Si bien la globalización es un proceso históricamente determinado, también se ha transformado en una ideología, en términos de Karl Mannheim (1987)24, que se ha impuesto como la versión oficial, políticamente correcta, y que la reduce a ser comprendida como un proceso evolutivo unilineal de la sociedad humana, cuya característica primordial es económica. En tal sentido, al presentar dicha interpretación, se oculta que la globalización así presentada y entendida si bien es un proceso económico, aprovechado preponderantemente por el sector financiero mundial y apuntalada por el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC’s), está soportada por el apoyo político, militar y cultural de un sector mundializado que, según François Houtard (2001), impulsó este proceso ante la “rentabilidad decreciente del capital, causada por la disminución de la productividad” experimentada con la crisis de la década de los 70’s. Para revertir esto, se utilizaron varios mecanismos y estrategias, de los cuales los primeros son:

 

  1. “Integración de los procesos de producción y de distribución que no tienen que tener en cuenta las fronteras” (es decir, apertura de fronteras a la inversión y al comercio internacional);
  2. “Concentración de la producción, de la distribución y de la comunicación en las manos de grandes empresas menos y menos numerosas” (lo cual ha dado pié a la consolidación de grandes oligopolios internacionales en la forma de los “corporativos” empresariales);
  3. Impulsar el predominio del capital financiero (lo cual está en la base de las burbujas financieras que más que excepciones, han sido la regla en las crisis económicas de las últimas dos décadas, desde la de México en 1994 hasta la actual), y
  4. Extender geográfica y tecnológicamente las fronteras del capitalismo (con lo cual no solamente se ha extendido la lógica capitalista a todos los puntos del planeta, sino también se ha impuesto en prácticamente todas las relaciones sociales, fundando con ello la “sociedad de mercado”).

Continuando con este planteameinto, las estrategias correspondientes a dichos mecanismos han sido;

  1. Disminuir la parte que corresponde al trabajo en el producto social, a partir de desarrollar una ofensiva contra el trabajo, representada en primer lugar por atacar a las organizaciones sindicales y, al mismo tiempo, inoculando la idea entre los trabajadores de que la libertad se reduce a la posibilidad que tengan de venderse en el mercado de trabajo, lo cual contradice las nociones clásicas de la filosofía política que relacionaron la libertad con la soberanía del individuo, aún en las relaciones laborales.
  2. También se ha reducido el papel que el Estado había jugado como “redistribuidor de riquezas y árbitro social” a través de impulsar el mito de las privatizaciones como la base para el desarrollo “natural” del ser humano, de la sociedad humana y de la economía, al mismo tiempo que el estigma25 de la corruptibilidad inevitable de los políticos y del producto “antinatural” que implica un tipo de Estado interventor.
  3. Además de lo anterior, la otra estrategia ha sido la “destrucción del actuar colectivo de la humanidad”, elemento imprescindible para sostener la sociedad de mercado y el otro mito correlativo a éste que es el del homo economicus presente en todos los ámbitos de la vida social: el económico, impulsando el distanciamiento entre ricos y pobres26; en el ecológico, destruyendo la naturaleza en virtud del principio que guía la búsqueda del bienestar en los países desarrollados y que implica la sobreexplotación de recursos en los países subdesarrollados; en lo social, extendiendo la lógica de la competencia mercantil a todos los ámbitos de la vida cotidiana y de las biografías individuales27; en lo cultural, destruyendo o, si bien les va, sometiendo las manifestaciones culturales de las sociedades no capitalistas a la lógica de la explotación mercantil, a través de la industria turística y del mecanismo de la moda, y, por último, en lo político, estereotipando a este ámbito como “natural e inevitablemente” espacio de corrupción humana, eliminándole toda posibilidad de ser reivindicado en los términos éticos que se encontraban en la base de los filósofos políticos clásicos, desde Platón y Aristóteles.

Las novedades del desastre

Efectivamente una característica muy importante que le ha permitido al capitalismo sobrevivir hasta el momento actual es lo que en términos de Niklas Luhmann (1998) se entiende como la capacidad autopoiética de, a través de la apertura sistémica, generar estructuras que le han permitido adaptarse al ambiente volviéndose aún más complejo que éste, lo cual le ha permitido su supervivencia, cuestión que no ocurrió con la tendencia socialista que representaron los países europeos, entre ellos la Unión Soviética28, lo cual nos ha permitido históricamente observar versiones de tal sistema que contemplan tanto la intervensión Estatal en el ámbito del mercado, como otras que incluso postulan la necesaria desaparición de la organización estatal, además de su convivencia con regímenes tan variopintos como el liberal-democrático, el fascismo, la dictadura, el amplio espectro conservador, la democracia cristiana, etc.

Asimismo, si nos atenemos a la historia del último siglo, podemos observar que a la experiencia de liberalización de los mercados que se tuvo durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX se siguió la crisis del 29, cuya solución fue el establecimiento de controles financieros e intervensión estatal. En la actualidad, la discusión que se está presentando al interior de quienes defienden al sistema capitalista mundial es en torno a si es deseable el retorno de la regulación de los mercados. Hasta el momento, aunque quienes están en contra de permitir nuevamente la presencia de un Estado activo en la economía hacen juegos malabares para mantener el mito de la racional y natural autorregulación de los mercados y, en consecuencia, seguir manteniendo al Estado cumpliendo funciones meramente en los ámbitos de la seguridad y el control social, la realidad que se ha presentado es que los países desarrollados, sobre todo los Estados Unidos, han tenido que acudir a la figura de la intervensión tanto de instituciones financieras como de empresas industriales para, en tanto gobiernos estatales, gobernar a dichas instituciones y empresas. Y si bien lo que no se ve por ningún lado es que tales países opten por la protección de sus mercados internos vía las regulaciones arancelarias, tal parece que la salida a la crisis económica actual pasa, irremediablemente, por recuperar aunque sea en parte al Estado interventor, al menos en lo que respecta a las actividades financieras, tratando de compatibilizar las regulaciones en este sector con el mantenimiento de la liberalización de los mercados internacionales tal como hasta el momento se tiene, incluídas las limitaciones que en este aspecto los países desarrollados imponen a los subdesarrollados. No obstante, tenemos otra novedad que no podemos obviar, y que pone en cuestión lo deseable de la supervivencia del capitalismo: el cambio climático.

El reconocimiento que ha hecho la comunidad científica reunida en el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático nos habla de que si bien es cierto que periódicamente nuestra “contaminada y única nave espacial”29 sufre cambios climáticos, el actual ha sido catalizado por la actividad que el ser humano ha desarrollado en los últimos doscientos años, que son los que se inauguran con la Revolución Industrial, ven la consolidación del capitalismo y de la sociedad de consumo de masas. Más aún, el final del siglo XX vio imponerse a la sociedad de hiperconsumo (Lipovetsky, 2007) que, para más datos, se encuentra geoculturalmente ubicada en los paises desarrollados. Esto resulta importante porque para mantener el estilo de vida de los habitantes del “mundo de hiperconsumo” se requiere de seguir sobreexplotando los recursos existentes en los países sub e infradesarrollados, porque la capacidad de carga del planeta, como dicen los impulsores del desarrollo sustentable, no resiste la existencia de más países desarrollados según las pautas que los europeos y estadounidenses reproducen en sus estilos de vida. En tal sentido, si mantener el nivel de consumo de la sociedad de hiperconsumo (por minoritaria que sea) genera, como se señaló en la pasada Cumbre de Copenhage, un aumento de medio grado a la temperatura global, ello mismo significa la muerte de millones de personas en Africa, tal como ahí mismo se señaló, entonces el asunto no nos parece irrelevante.

La salida de la crisis económica actual, en términos meramente del discurso oficial, provocará una recomposición de las élites económicas haciendo desaparecer algunos competidores y fortaleciendo otros, pues ello mismo está planteado en el mismo credo neoliberal. Sin embargo, como recién mencionamos, el problema no se quedará solamente en esos términos, sino que es más amplio y pone en riesgo la superviciencia planetaria. Entonces, ¿qué se puede hacer?

Conclusiones

Lo que hemos intentado presentar es, precisamente, algunos factores sin los cuales no se pueden entender los alcances y limitaciones de los actuales acercamientos que se tienen con respecto a la interpretación de esta crisis. De todos estos factores, que como mencionamos en el transcurso del texto están el crecimiento artificial de la economía mundial a partir de la financiarización; la desregulación extrema de los mercados financieros; la protección excesiva a los propios actores financieros y a los banqueros; los incrementos de las tasas de ganancia a partir de la reducción de la dependencia de la mano de obra ocupada, a la par de la caída en la liquidez de los trabajadores pero manteniendo el poder adquisitivo de manera ficticia mediante los créditos al consumo, y el triunfo cultural ideologico del neoliberalismo, a nuestro parecer, los más importantes son los que se relacionan con este último, mismo que en tanto generador de sentido común ha conseguido que las matrices epistémicas de sectores muy amplios de la población se guíen por los fundamentos cognitivos que le aseguran al sistema capitalista su reproducción, con lo cual al parecer hemos llegado a poner en riesgo al planeta porque es desde la base de tal sentido común que se buscan las soluciones, sin poder ver algo fuera de tales esquemas resulta urgente. Entonces, para ir respondiendo a la pregunta recién formulada, nos parece que repensar tales bases epistémicas, tal sentido común, y voltear hacia otros lados. Para ello hay que recuperar la metáfora de la cartografía y mapear el territorio, que es en parte lo que aquí se ha pretendido hacer.


Notas

  1. En nuestra sociedad moderna-capitalista la representación social del título de propiedad posee tal fortaleza de sentido, que por el mundo deambulan personas que tienen la esperanza de que en el futuro, cuando los viajes a la Luna puedan ser cotidianos, se les reconozca la propiedad sobre el terreno que adquirieron en ella a raíz de la llegada del hombre a nuestro satélite natural. Por nuestra parte, sabemos que casos de vendedores de terrenos en la Luna (y, por consiguiente, de los compradores respectivos) se dieron en México y en Chile, pero no dudamos que también existan casos en países del primer mundo.
  2. Algo sobre esto mencionamos en nuestro trabajo mencionado al principio de este ensayo. Cfr. Alvarez Vázquez, 2009.
  3. Entre las corrientes que han surgido a partir de hacer crítica de la Modernidad están el Posmodernismo (Lyotard, Vattimo), la Modernidad Líquida (Bauman) y la Transmodernidad (Dussel), por mencionar solamente unos pocos casos. Cualquier lector interesado en el tema se encontrará con una diversidad muy amplia entorno a los cuestionamientos que se han dado a la Modernidad.
  4.  Nótese que ésta es otra forma de subsidio, que como está orientada hacia las élites económicas no es cuestionada por los críticos del intervencionismo estatal.
  5.  “Pile, je gagne. Face, tu perds”, en francés en el original.
  6. Lo cual contradice a otros autores quienes vieron a la crisis del 2001 (Stiglitz, 2004) y, aún antes, a la asiática  de 1997 (Lascano, 2004) ya como crisis económicas globales. Por cierto, Mundialización (Mondialisation) es el nombre con el que los franceses identifican a la Globalización.
  7. “La salida de la crisis no pasará por la ‘desmundialización’. El proteccionismo y el nacionalismo económicos son tentaciones engañosas, que siembran la pobreza y los conflictos, como lo hemos visto durante los años 1930”, op. cit. Traducción nuestra.
  8.  Las conclusiones del G-20 básicamente son las mismas. Pueden consultarse los acuerdos en Internet a través de la página del diario inglés The Independent, en su edición del 16 de noviembre del 2008, con el título “G-20 Summit Communiques in full”.
  9. Aunque la extensión planetaria de la crisis del 29 se redujo al mundo capitalista, pues al existir pocos intecambios comerciales entre el Este y el Oeste, es decir entre el bloque comunista y el capitalista, sus efectos en aquél resultaron marginales.
  10.  Entre las que no está la conclusión de ambas: tal como ocurrió con la crisis del 29 cuya salida implicó una regulación importante de los mercados financieros, en la actual se está impulsando también la regulación como principal opción. Cfr. para una comparación sintética entre ambas crisis a Hernández Trillo, 2009.
  11. Cabe citar a Fernand Braudel (1993; p. 53): “No existe el capitalismo antes de la Revolución Industrial, gritaba un joven historiador: ‘¡El capital sí, pero el capitalismo no!’”.
  12.  En coincidencia con esto, Agnes Heller desarrolla su análisis de la sociedad insatisfecha. Cfr. su artículo “Sentirse satisfecho en una sociedad insatisfecha. Dos notas” en Agnes Heler y Ferenc Fehér (1998) Políticas de las postmodernidad. Ensayos de crítica cultural. Barcelona, Peninsula. p. 162-197.
  13. Un dato importante que este autor aporta es que, para el momento en que desarrolla este trabajo, el volúmen de las transacciones financieras equivalía a 2 mil trillones de dólares, mientras que el PIB mundial solamente a 44 billones de dólares.
  14. En la línea argumentativa de Withney, estos fenómenos están produciendo aquello para lo que el sistema económico actual estaba diseñado: hacer que el dinero fluya hacia las élites, por lo tanto, concluye, esto es una “demolición planeada” con la que se busca concentrar aún más la riqueza mundial socializando entre un número cada vez mayor de personas en el mundo las pérdidas.
  15. Más aún, recientemente se ha anunciado que entre los países que conforman la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA)  circularía por estos días el Sucre, que es la moneda que se utilizará como divisa comercial entre ellos. Cfr. TeleSUR, 2010. Respecto al anuncio del respaldo de Venezuela a la propuesta China, cfr. TeleSUR, 2009, así como BBC Mundo, 2009.
  16. Cfr. BBC Mundo, 2009a; The Independent, 2009, y Fisk, 2009.
  17. Dice, no sin sarcasmo, Mike Whitney (op. cit.): “As goes the dolar, so goes the empire. Want some advice: Learn Mandarin”.
  18. En esto coincide Stiglitz, 2004.
  19. Se desprende el sofisma de la naturaleza competitiva del ser humano de la mala interpretación que realizó Herbert Spencer de los descubrimientos de Darwin, sobre todo respecto a que la evoución de las especies se da a partir de los mejor adaptados, según expresó éste, y que no necesariamente son los más fuertes, como supuso aquél. De la misma forma, en el número con fecha del 8 de diciembre de 2006 de la revista Science se publican sendos artículos donde se plantea que la clave para entender tanto la evolución de las especies como la de la propia sociedad humana es la cooperación: cfr. Nowak, 2006, y Boyd, 2006.
  20.  Y políticos, como los expresidentes de México Ernesto Zedillo y Vicente Fox.
  21. Como lo expresó en su momento Carlos V de España.
  22. Distingue Braudel: “Por economía mundial  se entiende la economía del mundo globalmente considerado, ‘el mercado de todo el universo’, como ya decía Sismondi. Por economía-mundo, término que forjé a partir del alemán Weltwirtschaft, entiendo la economía de una porción de nuestro planeta solamente, desde que forma un todo económico”  (1986). A dinamica do capitalismo. 2ª ed. Lisboa, Teorema.
  23. Lo mencionado en este párrafo se apoya sobre todo en Castels, 2001; pp. 55-92.
  24. Expresa Mannheim que la ideología, según lo que él mismo denomina “concepto total de ideología”, habla de “la visión de un grupo social” respecto a la realidad histórica que se vive y, en consecuencia de tal visión, se interpreta y actúa sobre la realidad.
  25. Según lo entiende Erving Goffman (2006), estigma es un atributo desventajoso a partir del cual en una sociedad quienes no poseen dicho estigma, y que se consideran a sí mismos “normales”, descalifican y estereotipan a quienes son poseedores de tal atributo, con lo cual se consigue, al mismo tiempo, imponer una identidad a quienes resultan estigmatizados, pero al mismo tiempo reforzar la identidad de quienes no lo poseen y que se consideran dentro de lo “normal”, esto es “lo natural”.
  26.  Lo cual no se ha hecho solamente en términos de equidad económica, sino incluso física, pues a lo largo de la década de los noventas fuimos testigos de la construcción de bardas y enrejados que tenían la intención de evitar el contacto entre los habitantes de las zonas económicamente altas, quienes son los impulsores de tales acciones, con sus vecinos de las zonas populares.
  27. No resulta poco común la persona que utiliza la expresión “verderse” tanto para obtener un empleo, como en sus relaciones amorosas.
  28. Sea como sea, versiones no europeas del socialismo han sobrevivido al derrumbe de la Unión Soviética, como ocurre en Cuba, Vietnam, Corea del Norte y China.
  29. Como gusta decir el periodista Walter Martínez, director del programa Dossier transmitido por la cadena televisora TeleSUR.

Referencias

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Author: RUDICS

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