Los jóvenes mexicanos en el marco de la globalización

DOI: https://doi.org/10.22201/fesc.20072236e.2010.1.1.4

Young mexicans in the globalization context

Aurora Cecilia Godínez Vázquez
Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán UNAM

Aldo Vigueras García
Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán UNAM

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Contenido

 

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 Resumen

Actualmente, globalización implica la exclusión de millones de personas en el mundo entero por el desempleo masivo y la falta de acceso a servicios estatales de educación, salud y vivienda.

La tríada “globalización, jóvenes y desempleo” es un fenómeno de la crisis mundial a principios del Siglo XXI que tiene que ver con varias aristas. En particular en México es evidente la situación del desempleo juvenil como resultado de un proceso económico que parece ignorarlos cada vez más y de manera más rápida.

Abstract

Currently, globalization involves the exclusion of millions of people around the world by massive unemployment and lack of access to state services like education, health and housing.

The triad “globalization, youth and unemployment” is a phenomenon of the global crisis in the early twenty-first century has to do with various edges. In particular is evident in Mexico the situation of youth unemployment as a result of an economic process that seems to ignoree more and more quickly.

palabras clave:

Globalización, crisis, jóvenes, desempleo.

Key Words:

Globalization, crisis, youth, unemployment.

Globalización y crisis a principios del Siglo XXI

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V

ivimos en una economía en la que las ventajas relativas del pasado se están anulando y tienden a igualarse como resultado de la apertura comercial; es decir, los países han abierto sus fronteras, al tiempo que reducen sus aranceles de importación. Las economías de todas las naciones crecen de manera interdependiente, lo cual genera nuevos retos, pero requieren de cambios políticos drásticos con consecuencias sociales; esto es precisamente la crisis global que estamos viviendo a principios del siglo XXI.

 

El término globalización ha recibido múltiples acepciones que van desde lo cultural, lo ideológico, lo político y lo económico, siendo este último elemento lo que constituye el parámetro más visible y para muchos lo definitorio del concepto, en tanto que hace referencia a los acelerados cambios en la economía mundial por los flujos de capital y las acciones de las empresas trasnacionales.

Cordera (2000) afirma que la globalización económica no es, en sentido estricto, un fenómeno reciente sino que ha estado presente en las relaciones económicas internacionales desde que inició la Edad Moderna; incluso sostiene que tal fenómeno es inherente al capitalismo como forma de organización económica, pero que en los últimos 25 años este proceso se ha tornado más dinámico adquiriendo características específicas. Castells (1999) por su parte la define como un proceso referido a la integración global en los terrenos social, político, económico y cultural, que emana básicamente de dos fuentes: el avasallante desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y los procesos de reestructuración en el modo de funcionamiento de la economía capitalista.

En nuestros días, la globalización constituye ya un proceso irreversible. Ha avanzado vertiginosamente a lo largo y ancho del planeta, en muchos casos parece no tener en cuenta las diferencias productivas y estructurales que enfrentan las distintas economías en el proceso de integración; lo que ha generado mayores desigualdades y más pobreza.

Coincidimos con Beck cuando destaca que atravesamos una nueva era en la que se diluyen las fronteras y las diferencias entre los Estados nacionales, escenario que exige una nueva mirada cosmopolita, para comprender la realidad en la que se vive y actúa.

América Latina entró al proceso globalizador con una cantidad de rezagos acumulados por varias décadas, y que hoy se convierten en las principales limitantes para su incorporación al crecimiento y desarrollo. Su irrupción en la globalización se dio al calor de la crisis internacional de la deuda, y de los subsecuentes programas de ajuste y cambio estructural característicos de la década de los ochenta; cuyos resultados desembocaron en dramáticos panoramas sociales, resumidos en un empobrecimiento masivo y una mayor concentración del ingreso y la riqueza que llevaron a cuestionar el aspecto de la calidad de vida de la población. Justamente fue en esta década cuando la pobreza extrema adquirió carta de naturalización en varios países de América Latina, como resultado del estancamiento productivo y la caída de la ocupación así como de las devaluaciones y el agravamiento de la inflación (Cordera, 2000).

La denominada globalización tiene en estos inicios del siglo una omnipresencia no exenta de tensiones, sino más bien al contrario. La internacionalización de la actividad económica, empresarial, financiera, configura uno de los rasgos característicos de cualquier descripción de nuestros tiempos, conformando la base de la globalización, cuyas causas, significado y sobre todo impacto – no sólo económico, sino social, político, cultural, medio ambiental – es objeto de debate (Tugores, 2002: 1).

El motor de la globalización es precisamente el comercio internacional; en este sentido es necesario estudiar en primer término cómo se desarrolla el comercio a nivel mundial, que a la postre nos permita identificar y evaluar sus consecuencias en la sociedad, ya sean buenas o malas. Pero, ¿por qué se da el comercio internacional? En principio parece razonable pensar que por razones análogas a las que explican los intercambios entre personas. Para tratar de obtener, consumir o disfrutar de un adecuado conjunto de bienes y servicios, las sociedades humanas conocen las ventajas de la especialización y el intercambio respecto de las opciones de autosuficiencia. Por tanto, es imprescindible comparar a nivel internacional las alternativas de especialización y libre comercio frente a la autarquía (autoabastecimiento).

Una primera razón para los intercambios internacionales radica en las diferencias en las capacidades o habilidades de los países. Se trata de sacar partido de estas diferencias induciendo a cada país a producir especializadamente aquello que mejor es capaz de hacer, aquello en lo que tiene alguna ventaja. Naturalmente, luego se intercambian las respectivas producciones a fin de que todas las partes implicadas puedan consumir (disfrutar) del amplio abanico de bienes y servicios que las personas solemos apreciar. Existen, sin embargo, algunas sutilezas en lo que se refiere al tipo de diferencias o ventajas que explican los intercambios internacionales.

Adam Smith y David Ricardo son considerados como los padres de la economía clásica, pues su desarrollo de la teoría valor-trabajo entre los siglos XVIII y XIX fue el punto de partida para establecer la existencia de leyes económicas, así como otras teorías y modelos económicos, esto conformó las bases para el desarrollo científico de la economía. En relación con el comercio internacional sostienen y demuestran que la fuente de la riqueza es la producción y no el comercio, pues este sólo sirve para distribuirla; el actor principal en el proceso económico debe ser el individuo, actuando éste en función de sus intereses particulares contribuye al bienestar de la sociedad en su conjunto. A partir de esta propuesta justificaron la necesidad de eliminar las políticas proteccionistas y optar por el libre comercio.

Para respaldar tal idea plantean la teoría de las ventajas absolutas (Smith) y la de las ventajas comparativas (Ricardo), las cuales tienen el propósito esencial de demostrar por qué el libre comercio traería beneficios para los países que lo practicaran. Los incrementos en la productividad de los países desarrollados ponen a éstos en una posición más ventajosa frente al resto del mundo, que requieren con urgencia la apertura de nuevos mercados para sus productos, por lo cual tales teorías no están exentas de contribuir a los propósitos expansionistas del capitalismo moderno.

Una segunda razón para la especialización e intercambio es el hecho ampliamente constatado de que a veces es más eficiente concentrar la producción en un lugar y/o empresa: por ejemplo saldría más caro, a las personas y a la sociedad, de que cada uno de nosotros tuviera que hacer su propio pan (y no digamos sus propios automóviles o computadoras) en vez de acudir a establecimientos especializados que hacen el de todos. No se trata (sólo) de que unas personas tengan una habilidad especial en fabricar pan, sino que la maquinaria e instalaciones utilizadas para producir permiten hacerlo de forma más barata si se utilizan a gran escala. Esta reducción de costo por unidad que se obtiene cuando el nivel de producción es elevado se denomina aprovechamiento de las economías de escala.

Una razón adicional que favorece los intercambios es la diferenciación de productos. La gente gusta de elegir entre una gama amplia de productos o de consumir una variedad asimismo amplia. No siempre es posible o rentable que un mercado reducido ofrezca una gran variedad de productos. El comercio internacional permite que el consumidor de un país tenga acceso a las variedades de otros países.

La combinación de las economías de escala y de la diferenciación de productos constituye una poderosa fuente de motivos para los intercambios internacionales, especialmente para el denominado comercio intra-industrial o intra-firma, es decir, entre empresas. La presencia de este tipo de actividades es conocida como competencia imperfecta, lo cual no está previsto en las teorías de Adam Smith y David Ricardo.

Dussel (2003) señala que uno de los principales efectos de la globalización y de los encadenamientos mercantiles globales se refiere a que sus empresas líderes conforman enormes redes de empresas y son capaces de coordinar, controlar e imponer estándares intra e interfirma en sus respectivas cadenas de valor global. Estos estándares tienden a imponerse y homogeneizarse y requieren de enormes capacidades financieras y tecnológicas por parte de empresas y territorios para continuar participando en las cadenas globales de valor agregado.

En una economía cerrada, el consumidor no tiene posibilidades de elección en materia de precio y calidad. En contraste, las múltiples opciones que brinda un mercado abierto (a lo que le llamamos globalización) y la competencia que éste genera, favorecen al consumidor final, porque cuenta con mayor número de satisfactores de diversa índole, los cuales pueden ajustarse a cualquier tipo de necesidad y de presupuesto.

La crisis de la globalización

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Una forma sugerente de plantear la crisis de la globalización y sus inquietantes efectos es el denominado “trilema de la globalización” formulado de manera similar por Rodrik (2000) y Summers (1999). Se trata de una situación en la que tres ingredientes deseables de la organización económica, política y social resultan incompatibles, requiriendo la eliminación o relajamiento de al menos uno de ellos.

Estos tres vértices del trilema serían:

  • El propio proceso de creciente integración comercial y financiera que estamos denominando globalización y que se justificaría en la utilización más eficiente de los recursos mundiales;
  • La soberanía nacional de los Estados, cuya defensa se basaría en el sentido de identidad nacional y de representación política; y
  • Los compromisos de los Estados en materia de estabilización económica y de protección social, es decir, lo que a resumidas cuentas podemos llamar “Estado de Bienestar”.

El trilema podría solventarse en principio desde tres ópticas, cada una de ellas procedente de renunciar a uno de los tres ingredientes (Ver gráfica):

  1. Si el sacrificado es el proceso de globalización, esto nos llevaría a una autarquía, donde no habría movilidad de factores de producción ni de mercancías.
  2. Si se renuncia a la soberanía nacional, tendría como consecuencia la creación de un “federalismo global”, que desplazaría de forma creciente las decisiones políticas y sociales a jurisdicciones supranacionales o mundiales.
  3. Y si se dejara a un lado los compromisos del “Estado de Bienestar”, se estarían haciendo realidad los temores e inquietudes asociados a los recortes de derechos adquiridos por los individuos, con los costos sociales que ello conllevaría.

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Naturalmente son posibles fórmulas intermedias que combinen diversos ingredientes de los propuestos. En todo el caso “el trilema de la globalización” constituye una herramienta sencilla para visualizar cómo las nuevas reglas que supone la globalización alteran a la humanidad en su conjunto.

Pero, ¿qué tipo de lecciones nos plantea la globalización? Básicamente son de orden social, político y cultural; relativo a la alimentación, la educación, la salud y la vivienda y hasta qué grado se pueden garantizar esos derechos a la población mundial.

La Globalización en México

México se caracteriza hoy en día como un país global que prácticamente ha abierto sus fronteras a la libre importación de mercancías, servicios, inversiones e, incluso, ha permitido el libre ingreso de trabajadores extranjeros cuya labor es administrar los intereses de las empresas a las que representan. De esta forma muchos bancos, tiendas de autoservicio, empresas agroalimentarias, agroindustriales, farmacéuticas, de telecomunicaciones, de servicios, entre otras, vieron en nuestro país facilidades para ampliar su mercado sin restricción alguna, pasando por encima de los intereses de los sectores productivos que generaban la riqueza de la población nacional.

En este sentido, México ha implantado mejor las políticas neoliberales, que los propios países que las crearon. Estados Unidos se dice llamar el garante de las políticas libre cambistas, pero no las aplica, basta mencionar que ha cerrado sus fronteras para impedir la importación de productos que afectan su sector agrícola; cabe señalar que dicho país es el principal productor de granos a nivel mundial y que además subsidia a sus productores, lo cual, de acuerdo con sus mismas directrices de impulsar el comercio internacional no debería de aplicarse este tipo de apoyos en ningún sector y en ningún país. En otras palabras, los Estados Unidos quieren que todo mundo abra sus fronteras para que sus empresas puedan penetrar a nuevos mercados, pero al mismo tiempo cierra las suyas para que su economía doméstica no se vea afectada.

La pobreza, la desigualdad, la inequidad, la marginalidad, la corrupción, la constante violación a los derechos humanos y, en muchos casos, la ingobernabilidad, han acompañado históricamente el desenvolvimiento de nuestro país.

¿Cómo fue que México abrió sus fronteras abruptamente? ¿Cuáles son las consecuencias de dicha apertura? Estas son preguntas que se pueden contestar si revisamos un poco las políticas económicas en materia de comercio exterior que se implementaron en el país sobre todo después de la Revolución Mexicana.

Durante la Revolución no es posible definir una política de comercio exterior, pero tampoco se interrumpió la explotación de los recursos naturales del país, que estaban en manos de extranjeros (política porfirista), básicamente nos referimos al petróleo que estaba en poder de ingleses, holandeses, alemanes y norteamericanos.

Fue hasta la época cardenista cuando el país consolidó su estabilidad sociopolítica, que junto a la nacionalización del petróleo, así como el desarrollo de una política de crecimiento económico sostenido en el mercado doméstico hizo que México centrara su atención al interior, es decir se implantó una política proteccionista.

Durante la segunda guerra mundial México era considerado un país estable donde se podía invertir gracias a su estabilidad política, abundantes recursos naturales y mano de obra barata, lo que permitió la entrada limitada de empresas (sobre todo industriales de bienes de consumo inmediato y duradero) que contribuyeron a mejorar el ingreso de los mexicanos y su capacidad de consumo (política de sustitución de importaciones). Por si fuera poco el desarrollo del campo fue exitoso gracias a la madurez de las políticas cardenistas y los precios internacionales del petróleo se mantuvieron estables, lo que generaba la entrada de divisas al país, especialmente al Estado a través de Petróleos Mexicanos; era una época de apogeo para el país.

Sin embargo, en la década de los setenta, con la crisis de incompatibilidad oro-dólar, México se vio forzado a devaluar el peso y a financiar sus déficits en la balanza comercial con deuda externa, además se tomó la decisión de seguir con las políticas proteccionistas y de sustitución de importaciones. Los problemas económicos del país empezaron a complicarse, pero cuando se descubrieron nuevos yacimientos la apuesta fue al petróleo.

Iniciando la década de los ochentas se desplomaron los precios internacionales del petróleo y se incrementaron las tasas de interés de los préstamos provenientes de la deuda externa, lo que provocó que México se viera forzado a abrir sus fronteras, presionado por los compromisos contraídos con el Fondo Monetario Internacional.

Así, en 1983 México inició su proceso de apertura comercial bajo la política denominada “racionalización de la protección” y ya para 1986 firmó el protocolo de adhesión al GATT1 (Acuerdo General de Aranceles y Comercio) reduciendo así los aranceles y diversas restricciones a las importaciones. Pero los sectores productivos nacionales estaban retrasados y con baja tecnología en comparación con el resto del mundo y no alcanzaban los niveles de producción, ni de calidad, ni de precios para ser competitivos frente a empresas extranjeras.

Paradójicamente las políticas neoliberales iniciaron abruptamente con el gobierno salinista (década de los noventas), permitiendo y privilegiando el ingreso indiscriminado de inversiones provenientes de grandes empresas extranjeras para que se implantaran en el país y compitieran con los productores nacionales que estaban rezagados y sin posibilidad de subsistir, así se cerraron muchas micro, pequeñas y medianas empresas en todo el país, que sucumbieron ante el embate de las empresas transnacionales quienes se han apoderado del mercado; únicamente sobrevivieron las grandes empresas nacionales. Además se eliminó el control de precios y salarios.

Por si fuera poco, el Estado se deshizo de muchas empresas paraestatales con la finalidad de reducir el gasto público y se deslindó de responsabilidades como la educación, la salud y la vivienda, dando facilidades al capital privado para que ofreciera esos servicios.

El gobierno salinista firmó el más importante tratado de libre comercio del país, con Estados Unidos y Canadá, pero los gobiernos zedillista y foxista continuaron las políticas neoliberales e incluso en sus periodos se firmaron el mayor número de tratados y acuerdos comerciales (siendo hoy en día once, con alcance para cuarenta y cuatro países). No obstante lo anterior, más del 80% del comercio exterior mexicano es con los Estados Unidos, y no hay señales que indiquen un cambio hacia una diversificación comercial con otros países.

Con esto esperamos haber respondido la pregunta ¿cómo fue que México abrió sus fronteras abruptamente? Nos resta responder ¿cuáles son las consecuencias de dicha apertura?

Si bien es cierto que ahora los mexicanos tienen acceso a una amplia gama de bienes y servicios a muy bajo costo y de alta calidad, también es cierto que se ha mermado el poder adquisitivo (sueldos bajos) y lo peor de todo es que el desempleo ha aumentado drásticamente en los últimos tres años. En otras palabras no se cierra el ciclo económico, existen oferentes y demandantes, pero éstos últimos carecen de capacidad de compra.

Pero al mismo tiempo, privilegiar a los grandes corporativos, nacionales y extranjeros (quienes han acumulado la riqueza), ha generado monopolios y en el menor de los casos oligopolios, así el país cuenta con pocas empresas que dominan las telecomunicaciones, los servicios financieros, los energéticos, los alimentos y los transportes, por mencionar algunas, quienes manejan a discreción la calidad y precio de los bienes y servicios que ofrecen.

En este sentido, los dueños o representantes de esas empresas llegan a superar el poder del Estado al imponer políticas ad-hoc que les permitan seguir incrementando su riqueza y poder, pasando incluso por encima de un principio fundamental de las sociedades actuales: la democracia. Las controvertidas elecciones del 2006 son muestra de ello.

Si a lo anterior le agregamos que los servicios educativos, de salud y vivienda ya no los provee fundamentalmente el Estado, sino la iniciativa privada (con cuestionables resultados y a muy altos costos), entonces estamos asumiendo que el Gobierno Mexicano le apostó íntegramente a la globalización, cuyas consecuencias han sido la pérdida de soberanía y del bienestar social. Es decir, de acuerdo con el “trilema de la globalización” sólo tiene un ingrediente de dos posibles que pueden relacionarse.

Lo interesante aquí es incorporar a la dinámica del país ese segundo ingrediente, que por mucho debe ser el “Estado de Bienestar”, en especial debemos enfocarnos a los jóvenes al ser el futuro inmediato de la sociedad, por lo que a continuación analizaremos la situación y la problemática a la que se enfrentan en el actual entorno globalizado.

Los jóvenes mexicanos frente a la globalización.

Es significativo mencionar que en México hay una creciente inquietud por conocer más de acerca del sector juvenil, sobre todo porque son determinantes en el desarrollo social, económico y político del país, por representar más de la tercera parte de la población, lo que se traduce en casi treinta millones de jóvenes.

El concepto de juventud es multívoco y polisémico debido a que su contenido y significado varían en función del marco de análisis que se tome para construirlo. No es tema de esta investigación problematizar las distintas acepciones acerca del concepto de juventud. Pero es importante señalar que hay varias formas contrapuestas de concebirla. La posición de estudio que se asuma no sólo expresa una actitud teórica y metodológica, sino también puede abarcar posturas sociales y políticas que involucren críticas y utopías, es decir, esfuerzos de problematización social y perspectivas para modificar las condiciones del presente y arribar a una situación futura considerada deseable.

De Garay (1996:14) señala que definir juventud con el criterio exclusivo de la edad o circunscribiéndose a una visión demográfica del problema ha mostrado sus limitaciones, puesto que la juventud, más allá de un fenómeno determinado por circunstancias cronológicas, es una condición social y cultural con cualidades específicas que se expresan de varias maneras. Es decir, el rango de edad característico que la distingue biológicamente de la adolescencia y de la edad adulta.

En este trabajo concebiremos a la juventud como una categoría socialmente construida, es decir un grupo social con atributos definidos en función de distintos marcos de referencia, desde los cuales el individuo interpreta, explica y da sentido a su existencia y desarrollo. Lo juvenil es en consecuencia una categoría condicionada por el nivel de articulación estructural que, en lo económico, en el marco de la dominación política y los valores culturales, define a una sociedad determinada. “…juventud es una categoría sociográfica que se utiliza en la investigación para distinguir entre las intenciones y las posiciones sociales. Por eso la juventud no coincide necesariamente con las transformaciones biológicas. Ni tampoco hace referencia a las mismas etapas sociográficas en épocas distintas.” 2

Ser joven es formar parte de una etapa de aprendizaje y preparación para las responsabilidades de la vida adulta. “Las responsabilidades de los jóvenes en la ciudad y en el campo son diferentes, y se determinan a partir del sector social al que pertenecen y sus formas de vida, recursos económicos y culturales…”3

La juventud como un conjunto de individuos capaces de reflexión, racionalidad y acción, expresa un sistema de integración que es resultado del proceso activo de construcción de sus identidades.
México es un país de jóvenes y, por eso la urgencia de ahondar más en este sector, para conocer sus valores, percepciones, aspiraciones y actitudes, acerca de algunos de los grandes temas como: sociedad, política y economía.

Entre los trabajos más significativos en México acerca de jóvenes, particularmente por la magnitud de la obra (casi cuatro años de trabajo de investigación) y por abordar distintos tópicos fundamentales alrededor de los jóvenes como: familia, inserción al mercado laboral y educación entre otros, se encuentra el elaborado por el Instituto Mexicano de la Juventud: Jóvenes mexicanos del siglo XXI. Encuesta Nacional de Juventud 2000. Da cuenta de la diversidad que compone al heterogéneo sector juvenil en México, las transformaciones de las que son parte y el objetivo central del texto es buscar a partir de los resultados obtenidos la construcción de políticas de juventud que permita beneficiar y conocer más a este grupo.

En un contexto más amplio –el internacional– cuando hablamos de jóvenes es necesario enfatizar lo dicho por la CEPAL4: se calcula que actualmente 104 millones de jóvenes entre 15 y 24 años habitan América Latina, sobre un total de 557 millones de personas. Nunca ha habido tal cantidad de jóvenes en América Latina.

El estudio de la CEPAL muestra que este sector de población –el juvenil– vive hoy, con mayor dramatismo que el resto, una serie de tensiones o paradojas entre las que destacan: gozan de más acceso a educación, pero tienen menos acceso a empleo; tienen más información, pero menos poder efectivo; cuentan con más expectativas de autonomía, pero poseen menos opciones para materializarla; se hallan mejor provistos de salud, pero enfrentan un vacío tanto desde la perspectiva hospitalaria como de la prevención de riesgos, con relación a aquellas enfermedades, accidentes o agresiones que tienen mayor prevalencia en esta etapa de la vida; parecen ser más aptos para el cambio productivo, pero se encuentran excluidos de éste, han expandido su consumo simbólico (mayor acceso a educación formal, medios de comunicación, mundos virtuales y a los íconos de la publicidad), pero han visto restringido su consumo material (la pobreza juvenil no se reduce y disminuyen las fuentes de generación de ingreso), finalmente, se produce un contraste entre autodeterminación y protagonismo, por una parte, y precariedad por otra.

La globalización ha exacerbado las diferencias socioeconómicas por ello es fundamental establecer la diferencia entre dos conceptos que están estrechamente relacionados: marginalidad y pobreza. La primera es definida estructuralmente por la ausencia de un rol económico articulado con el sistema de producción industrial mientras que la segunda implica más bien una situación de escasos ingresos.

Un elemento que ha contribuido a acentuar la marginalidad es la modernidad, que se concentra en las grandes ciudades y los sectores agrario y artesanal tienden a quedar excluidos de las macro-economías. A mayor tecnología, mayor complejidad de la organización de la producción, mayor especialización de la estructura política y social, mayor concentración del poder y más grupos se quedan fuera del proceso de control económico, político y social. La marginalidad es un proceso cuyo origen se sitúa en el desarrollo industrial y adquiere características especiales en las condiciones económicas propias no sólo de México sino de toda América Latina.

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Según el análisis de la OIT5, si bien sólo el 25 por ciento de la población en edad laboral de los 15 a los 64 años son jóvenes, éstos representan 47 por ciento de los 186 millones de personas desempleadas en el mundo en 2003. Pero el problema va más allá del desempleo: el informe dice que también son jóvenes 130 millones de los 550 millones de trabajadores pobres que no logran superar junto con sus familias la línea de pobreza de un dólar diario. Estos jóvenes luchan por sobrevivir, y a menudo se ven obligados a trabajar en condiciones insatisfactorias en la economía informal. “El desempleo juvenil representa “un grave problema” internacional y en México alcanza niveles que lo ubican entre los países con mayor tasa de desocupación en el mundo”6

El tema del desempleo es un punto que cada vez toca a mayor número de jóvenes; así como antes  la escolaridad era un tema recurrente al abordar la juventud, diversas investigaciones han mostrado que: el trabajo ocupa un lugar definitivo en la constitución actual del proceso juvenil para incorporarse a la vida adulta; cómo obtener un trabajo, dónde conseguirlo, de qué tipo, tarde o temprano se vuelven preocupaciones centrales en la casi totalidad de jóvenes, como etapa que finalmente marcará la certificación social sobre su inclusión o exclusión de la ciudadanía, que a su vez influirá en la consolidación o disolución del proceso de identidad y autoestima del joven (Pérez y Urteaga: 2000).

Lamentablemente, para el caso de México, no sólo encontramos a muchos jóvenes que no acceden a la educación, sino también jóvenes que después de haber hecho un largo recorrido por la escuela no acceden a un empleo. Las cifras del INEGI7, ENEU8, así como los informes acerca de la juventud realizados por la ONU9, entre otras, indican el aumento en la tasa de desempleo de quienes tienen entre 19 y 24 años.

Es importante mencionar que, en el marco de la economía globalizada, México tiene la particularidad de compartir frontera (de 3,000 kilómetros) con Estados Unidos, a donde intentan emigrar miles de mexicanos. Particularmente en las zonas rurales y semirurales se muestra una migración creciente que deja pueblos habitados sólo por personas mayores y niños. Se estima que actualmente casi 23 millones de habitantes de origen mexicano residen en ese país. Lo que representa un 8% de la población total de los Estados Unidos (Passel: 2004). Tal parece que el problema de la exclusión laboral y del deterioro de las condiciones de trabajo y salariales son características que hasta ahora se han visto aunadas al proceso de globalización.

El desempleo juvenil, especialmente cuando se encuentra vinculado a situaciones de pobreza y de exclusión social, es hoy uno de los problemas fundamentales de la sociedad mexicana y probablemente constituirá uno de los grandes retos de su desarrollo durante las próximas décadas.

El problema obedece a determinantes propios de la historia y de la estructura socioeconómica de la región y ha sido agudizado por los impactos de los ajustes macroeconómicos asociados al cambio experimentado recientemente en sus modelos de desarrollo, pero también se inserta en tendencias generales del proceso global de cambio técnico y de la organización productiva.

Es necesario considerar los cambios culturales que afectan a la juventud mexicana contemporánea en sus actitudes y expectativas frente al mundo del trabajo, inducidos entre otros factores por exposición a los medios de comunicación de masas y por el generalizado incremento en sus niveles de educación formal, los cuales conducen a una elevación de sus expectativas, cuya frustración produce serias consecuencias en los terrenos de la autoestima personal y el resentimiento social.

En la coyuntura actual de América Latina, un mejor nivel educativo no necesariamente garantiza más posibilidades de conseguir empleo. Si bien la cobertura educativa y el promedio de años de estudio aumentaron, el desempleo juvenil también lo hizo pasando, según la OIT, entre 1993 y 2003 de 12,4% a 16,6%, seguramente influida por un vendaval económico que tuvo su epicentro en 2002 y también dejó cientos de miles de adultos sin trabajo. La coyuntura económica no es determinante para la generación de empleo; si bien impacta a favor o en contra, el desempleo en la actualidad trasciende los factores coyunturales y se convierte en estructural y de duración prolongada.

Así, no es raro ver en México que la llamada economía informal supera el trabajo asalariado, la protección social depende de empleos formales, los jóvenes constituyen el sector de la población mayormente afectado por el desempleo; tienden a duplicar el desempleo total, la globalización demanda sistemas laborales flexibles como requisito para la generación de empleo, los altos grados de estratificación existentes en el país, reproducen las desigualdades de ingresos, los nuevos puestos de trabajo exigen mayor creatividad, iniciativa, versatilidad y menos especialización. Más competencias básicas que habilidades específicas.

Es difícil ser joven en un país del tercer mundo como lo es México, que presenta un acelerado y desorganizado crecimiento lo que deriva entre otras cosas, a que sean muy reducidas las oportunidades para el desarrollo integral de este sector. Pareciera que el ritmo de la sociedad pasa por alto la existencia de estos individuos, y como refiere Canclini (2002: 181) “…la globalización unifica e interconecta, pero también se ‘estaciona’ de maneras diferentes en cada cultura.”

La tríada jóvenes, globalización y desempleo tiene que ver con varias aristas a nivel mundial, pero en nuestro país es evidente la situación del desempleo juvenil como resultado de la globalización.

Conclusiones

La globalización no es un dato de la realidad, sino un proceso en construcción y una categoría a interrogar, que implica la exclusión de millones de personas en el mundo entero por el desempleo masivo y la falta de acceso a los otrora servicios estatales de educación, salud y vivienda. Todas estas condiciones influyen y determinan los trayectos de vida de los individuos, evidentemente también los de los jóvenes.

La sociedad mexicana actual se caracteriza por profundas desigualdades sociales, económicas y culturales, grandes distancias aparecen según estratos regionales o socioeconómicos. En este sentido considerar a la juventud como un todo homogéneo no es ni posible ni correcto. Concebir que el destino tradicional y dominante para llegar a la vida adulta, responsable y capaz es la conocida trayectoria “familia-escuela-empleo-participación social” en el México globalizado actual ya no es válido por ser un circuito que se ha quebrado.


Notas

  1. A partir de 1995 Organización Mundial de Comercio
  2. Informe del INJUVE –Instituto Nacional de la Juventud Española-, 1996, p. 14.
  3.  Instituto Federal Electoral, “Los jóvenes y la participación ciudadana”, en Apuntes de cultura democrática, México, 1999, p. 26.
  4. Comisión Económica para América Latina y el Caribe en presentación del trabajo que tuvo lugar durante la XII Conferencia Iberoamericana de Ministros de Juventud, el 4 y 5 de noviembre del 2004 en Guadalajara, México.
  5.  Organización Internacional del Trabajo, Op. Cit.
  6. Así lo aseveró Francisco López, coordinador de la Red en México, en la sesión inaugural de la segunda Cumbre Mundial de Empleo Juvenil, celebrada en el Estado de Veracruz el 5 de octubre del 2004.
  7.  Instituto Nacional de Estadística, Geografía y Estadística.
  8. Encuesta Nacional  de Empleo Urbano.
  9. Organización de las Naciones Unidas.

Referencias

Beck, U. (2002), ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización, Paidós, España.

Castells, M. (1999) La era de la información. Economía Sociedad y Cultura. El poder de la Identidad. Vol. II, México, Ed. Siglo Veintiuno.

Cordera, R. (2000) “Globalidad sin equidad: notas sobre la experiencia Latinoamericana”, en Revista Mexicana de Sociología, año LXII, núm. 4, octubre-diciembre. México: Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM.

De Garay A. (2004) “Integración de los Jóvenes en el sistema universitario”, en Prácticas sociales, académicas y de consumo cultural, Ediciones Pomares, S.A., Barcelona-México, p. 15.

Dussel, E. (2003): Perspectivas y retos de la competitividad en México, UNAM, México D.F.

García Canclini, N. (2002) La Globalización, Paidós, México.

Informe del INJUVE –Instituto Nacional de la Juventud Española, 1996, p. 14.

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Parnreiter, (1998) “La ciudad de México: ¿una ciudad global?”, en Anuario de estudios Urbanos, México.

Passel, J. (2004) “Mexican Immigration to the US: The Latest Estimates”. Migration Information Source.

 

Pérez J. y Urteaga M. (2000) Los nuevos guerreros del mercado. Trayectorias laborales de jóvenes buscadores de empleo, México.

Rodrik, D. (2000) “How far will International Economic Integration Go?”. Journal of Economic Perspectives, p.177-186.

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Torres, M. (2005) “Migrantes, remesas y desarrollo”, en Revista Marometa, Núm. 2, trimestral junio-agosto, México p.10.

Tugores, J. (2002): Economía internacional, globalización e integración regional, quinta edición, McGraw-Hill, Madrid.

 

Author: RUDICS

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