México y Brasil en el Siglo XXI: Estrategias de Desarrollo Divergentes

DOI: https://doi.org/10.22201/fesc.20072236e.2011.2.2.4

Mexico and Brazil in the XXI Century: Differing Development Strategies

Joaquín Flores Paredes
ORCID: 0000-0002-8406-9923

Ma. Guadalupe Calderón Martínez
ORCID: 0000-0002-8257-9057

Aldo Vigueras García

Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán UNAM

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Contenido

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Resumen

Las dos economías más grandes de América Latina, Brasil y México, han tenido diferencias desde su origen como Estados Nación. Coincidieron aplicando el modelo de industrialización basado en la sustitución de importaciones, con resultados diversos.

Desde su inserción en la economía global han aplicado estrategias diferentes, que han colocado a la economía de Brasil en una mejor posición que México, aún cuando ambos países tienen problemas sociales por resolver.

Abstract

The two largest economies in Latin America, Brazil and Mexico, have had differences from its origin as Nation States. They agreed on application model of industrialization based on import substitution, with mixed results.

Since its integration into global economy have applied different strategies that have brought the economy of Brazil on better position than Mexico, even though both countries have to solve social problems.

Descriptores:

México y Brasil, estrategias, desarrollo, siglo XXI.

Key Words:

Mexico and Brazil, strategies, development, XXI century.

Introducción

Brasil y México son países calificados actualmente como “países emergentes”, lo cual identifica a los países en desarrollo que tienen un grado de progreso por arriba de la media de este grupo. Estos países representan las dos economías más grandes de América Latina, en ese orden.

Estas posiciones se relacionan con otras características que revelan porque se ubican en tales puestos, pero también la complejidad y los contrastes en ambos países:

  • Son el primero y segundo país más poblados en el subcontinente latinoamericano, con una población estimada para 2010 en poco más de 193 millones de personas en Brasil (IBGE, 2010) y 111.7 millones de personas en México (CONAPO, 2010)
  • Brasil es el país más extenso de Latinoamérica con 8.51 millones de Km² (IBGE, 2010) y México ocupa el tercer puesto con 1.96 millones de Km² (INEGI, 2010).
  • De acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, estos países se encuentran entre los 17 calificados como megadiversos. En esta clasificación participan principalmente quienes poseen riqueza en variedades de especies animales y vegetales, hábitats y ecosistemas.  En estos países se concentra hasta un 70% de la diversidad biológica del planeta (UNEP, 2005).
  • Así como son las mayores economías de esta región Latinoamericana, los dos países en cuestión, comparten el estigma de estar entre los que prevalecen los mayores grados de desigualdad social. Medida a través del Índice de Gini del ingreso per cápita del hogar, en Brasil es donde se observa la mayor desigualdad (56) y México le sigue a poca distancia (51). (PNUD, 2010).
  • De acuerdo con los registros del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, el Índice de Desarrollo Humano que corresponde a  México lo coloca en una mejor posición respecto a Brasil, en tanto que este indicador en el año 2000  para el primer país era 0.825 y lo colocaba en el lugar 43; mientras que para el segundo este indicador era 0.790 y lo colocaba en el lugar 54 del ranking mundial. Para 2007 México había mejorado este indicador a 0.854 y Brasil había hecho lo propio subiendo a 0.813. No obstante lo anterior, otros países de la región como Chile y Uruguay habían alcanzado posiciones superiores en este rubro (PNUD, 2010).

Como se puede apreciar en los datos anteriores, estos países están dotados con la mayor abundancia de capital humano y natural en la región Latinoamericana. Aunque evidentemente, contar con una población numerosa no es suficiente para aprovechar los recursos naturales, si ésta no está bien calificada para la actividad productiva puede en cambio constituir una pesada carga social.

En resumen, México transitó de un modelo de economía cerrada y de crecimiento hacia adentro vía la industrialización sustitutiva de importaciones a un modelo de crecimiento hacia afuera vía la industrialización exportadora. El modelo de Industrialización Sustitutiva de Importaciones (ISI) estuvo basado en una política industrial con tres pilares fundamentales: protección, regulación y fomento. El modelo funcionó durante cuatro décadas (1940 a 1980), la economía creció al 6.5% anual y la industria alcanzó una fase superior, pero el modelo se agotó en 1976 y entró en crisis en 1982 (Villareal y Ramos, 2001). Las razones fundamentales fueron:

  • Sobreprotección. Ésta fue excesiva, permanente e indiscriminada, generando un sesgo anti-exportador.
  • Sobre-regulación de los mercados. Generando monopolios, oligopolios e ineficiencia en la asignación de recursos.
  • Falta de planificación de las políticas públicas. El fomento fue general, indiscriminado y permanente, generando empresas poco competitivas internacionalmente.

En este trabajo se hace una revisión de las diferencias respecto a la evolución de ambos países, tanto desde que en el siglo XIX se independizaron de las metrópolis europeas, como de su estrategia de desarrollo en el contexto de la globalización desde el final del siglo XX.

Antecedentes

El proceso que vivieron México y Brasil para lograr consolidarse como nuevos Estados-Nación, una vez que se independizaron de las metrópolis europeas España y Portugal respectivamente, difieren en la forma y el fondo. En el caso mexicano, en tal proceso juega un papel protagónico el grupo social criollo aliado con los mestizos, quienes posteriormente se disputarían el poder. En el caso brasileño tal independencia no alteró el mantenimiento del poder en manos de portugueses, ya que sólo significó el traslado de la monarquía lusitana a Brasil, se mantuvo la estrecha alianza que ya existía con los comerciantes ingleses, y en ese sentido no hubo alguna modificación sensible respecto a la etapa colonial (Furtado, 1976).

Ya como país independiente, México vivió aproximadamente medio siglo en una situación caótica de disputas internas por el poder, guerras intestinas y la intromisión de intereses extranjeros aprovechando tal situación. Como resultado de esto, México perdió un poco más de la mitad del territorio nacional que tenía al independizarse, todo esto a manos de Estados Unidos (EUA). Sólo lograría estabilidad política y crecimiento económico a partir del último tercio del siglo XIX, aunque a costa de una ausencia de democracia y equidad social.

En el caso brasileño sólo  hubo revueltas y algunos movimientos separatistas, pero no tuvieron la suficiente fuerza para desestabilizar el nuevo Estado. La actividad agrícola exportadora, particularmente el café, propició la formación de una plataforma económica para el surgimiento de la nueva estructura de poder y con ello el control de las diversas regiones del vasto territorio brasileño, para en conjunto ejercer el poder hegemónico nacional (Furtado, 1976).

En la segunda mitad del siglo XIX América Latina fue insertada en el sistema de división internacional de trabajo, liderada por Inglaterra, jugando  el papel de proveedoras de materias primas. Junto con otros países del subcontinente, Brasil se convirtió en un gran exportador de productos agrícolas tropicales; en tanto que México y otros países de la región asumirían el papel de exportadores de productos minerales.

Además de esta diferencia, en el caso brasileño la inmigración de mano de obra europea significó la exigencia de un salario monetario, y con ello se favoreció la construcción de una infraestructura moderna y la creación de un mercado interno. Por su parte, la actividad exportadora de minerales mexicanos, se desarrolló con escaso empleo de mano de obra y desvinculada del sistema económico interno, por lo que fue mínima la importancia como factor de transformación directa de las estructuras internas; Finalmente, al abastecerse de productos especializados obtenidos fuera del país y al producir un reducido flujo de salarios, este tipo de actividad en ninguna parte contribuyó en forma significativa a la creación de un mercado interno (Furtado, 1976:67).

En el primer decenio del siglo XX, tanto Brasil como México lograron un crecimiento demográfico y económico significativo, este último con base en las facilidades otorgadas a la Inversión Extranjera Directa (IED), con participación importante del capital británico. En el caso mexicano este progreso se había realizado con la permanencia de un gobierno autoritario por más de 30 años, que fue derrocado por el primer movimiento revolucionario del siglo XX, iniciado en 1910. Brasil no vivió una situación semejante y sólo se interrumpió el crecimiento basado en las exportaciones primarias, con la emergencia de la primera gran guerra, pero continuó la recepción de inmigrantes europeos.

El período de posguerra trajo consigo una etapa de crecimiento en el comercio mundial que se interrumpió con la crisis de 1929; la contracción de las exportaciones para México y Brasil, continuaron en la etapa donde resurgió el proteccionismo comercial. No obstante, la IED fue bien recibida en el marco de una política liberal en Brasil, lo cual se evidenció con su presencia en diversos sectores productivos, pero con restricciones en otros por razones de seguridad nacional (Goçalves, 1999: 55-56, citando a White, 1945:185); por su parte, en México se había instalado una política nacionalista, cuya principal reivindicación fue nacionalizar la industria petrolera en 1938.

Estrategia de sustitución de importaciones

El estallido de la II Guerra Mundial significó para México una coyuntura que favoreció el incremento de la IED y el crecimiento de las exportaciones: La guerra creó una nueva demanda externa de exportaciones mexicanas. El total exportado se duplicó entre 1939 y 1945. (Vernon,1966: 112). Esto no ocurrió en Brasil por las restricciones de carácter militar, que sólo al final de la misma fueron eliminadas; no obstante, se estimuló la producción doméstica de bienes anteriormente importados (Goçalves, 1999: 56-57). Ya para entonces, la hegemonía mundial había cambiado de manos, de Inglaterra a EUA, este la había iniciado al término de la primera gran guerra y la consolidó durante la segunda.

Así, durante la guerra en el caso de México y posterior a la misma en el caso brasileño, se inició en forma sostenida un largo proceso de industrialización apoyado en medidas proteccionistas, que al dirigir estas medidas a la producción local de productos anteriormente importados, es identificada como estrategia de sustitución de importaciones.

Aquí es pertinente hacer dos referencias relevantes sobre los beneficios de la industrialización protegida, que evidentemente se contraponen al libre comercio, hoy utilizado frecuentemente en la retórica de los foros internacionales: El éxito de Inglaterra como primera potencia económica en el siglo XIX, fue catapultada tanto por la revolución industrial que ahí se consolidó primero, como por la política proteccionista que el Estado implementó en el siglo XVIII, para evitar que la naciente industria enfrentara la competencia extranjera. EUA había hecho lo propio para lograr la hegemonía en el siglo XX. Casi dos siglos después de la revolución industrial, para México y Brasil tal estrategia resultaba poco menos que indispensable para impulsar su industrialización, en tanto que enfrentar abiertamente la competencia en un entorno desfavorable para las nacientes empresas industriales, hubiese resultado suicida.

México tomó la delantera en la aplicación de la estrategia de industrialización protegida y eso se tradujo en resultados en su crecimiento económico, que sobrepasaron los obtenidos por otros tres importantes países latinoamericanos, entre ellos Brasil. En opinión de un “mexicanologo” norteamericano, son varios los factores que podrían explicar este fenómeno, pero Tal vez sean de los más importantes la localización geográfica de México, el carácter y la amplitud de los gastos gubernamentales de México, la política monetaria y financiera del gobierno y la actuación del sector agrícola (Hansen, 1974: 90).

Desde el gobierno de Cárdenas en la segunda mitad de la década de 1930, se empezaron a emplear los aranceles elevados a ciertos productos de importación que competían con los que se empezaban a producir en México; esto se amplió a más productos en los siguientes tres sexenios, en tanto se impulsaba el programa de industrias nuevas y necesarias, que serviría de plataforma para la sustitución de importaciones.

Para finales de la siguiente década, se había desarrollado un sofisticado sistema de licencias para importación, la cual constituyó el método más directo de control de las importaciones, donde evidentemente se restringía el otorgamiento de tales licencias para ciertos productos que ya se producían o estaban en vías de producirse en México. Tales medidas proteccionistas desde luego extendían su manto protector a la misma IED establecida en México.

El complemento de las anteriores medidas de proteccionismo comercial fueron los incentivos fiscales. De igual forma existieron subsidios a la inversión mediante la reducción  de las tasas de interés, que en algunos años llegaron a ser negativas en términos reales, en tanto que la tasa de inflación superaba a la tasa de interés, mientras que el nivel de los impuestos no se alteraba.

Por su parte, la fortaleza del sector agropecuario coadyuvó a mantener el nivel de los salarios bajos, en tanto que había suficiente producción de alimentos de origen agropecuario y a precios relativamente bajos. Hasta aquí encontramos  que si el nivel de los salarios de los trabajadores se mantuvieron relativamente bajos, es porque también los precios de los alimentos se mantuvieron con un crecimiento reducido, mientras que la producción creció espectacularmente (Hansen, 1974).

Aunque la estrategia brasileña de industrialización vía sustitución de importaciones haya sido similar a la mexicana en aquella época, la ausencia de una reforma agraria que potenciara la producción agropecuaria, así como la cercanía geográfica y las relaciones con EUA parecen marcar la diferencia. Particularmente esta última, en tanto que significaba exportaciones, turismo e inversiones con la primera potencia que crecía también a tasas elevadas. La magnitud de las diferencias Brasil y México en aquella época,  se pueden constatar en el cuadro número uno a continuación.

CUADRO NÚMERO 1. TASA DE CRECIMIENTO POR DÉCADAS 1935 A 1962

Región – país Período Producto Población Producto 
per cápita
América Latina 1935-39 a 1954-56 55.2 24.2 25.0

Argentina

1935-39 a 1960-62 27.2 20.4 6.2

Brasil

1935-39 a 1960-61 59.6 30.2 22.6

Chile

1935-39 a 1960-62 41.1 22.2 15.5

México

1935-39 a 1960-62 79.7 31.4 36.8

Estados Unidos

1939 a 1960-62

48.7 16.4 27.7

Fuente: Simon Kuznets, Postwar Economic Growth: Four Lectures, Cambridge, Harvard University Press-Belknap Press, 1964, pp. 129-38. Citado por Hansen (1974: 7)

Este crecimiento de la economía mexicana, continuaría siendo superior al de la brasileña durante la sexta década del siglo XX. Entre los factores que explican el menor crecimiento relativo de la economía brasileña de este período, destaca el conflicto político-ideológico entre los partidarios de una política nacionalista independiente y de acercamiento con los países socialistas de la época, y los que preferían la apertura a la inversión extranjera y el acercamiento con EUA.

La interrupción del proceso de industrialización brasileño basado en el modelo de sustitución de importaciones, que había logrado un crecimiento industrial relevante entre 1947 y 1961, fue también producto de los errores en el manejo de las políticas de comercio exterior, monetaria y cambiaria; lo cual desequilibró la balanza de pagos y disminuyó el flujo de IED que veía elevarse el riesgo para sus inversiones; esto se combinó con la ausencia de una reforma agraria que frenara las presiones sociales en el medio rural y demandas reivindicativas de los asalariados (Gonçalves, 1999 y CIDE, 1979).

Este ha sido uno de los más claros ejemplos de la expresión de la guerra fría, que derivó en un golpe de Estado en 1964, el cual llevaría al poder gobiernos militares que se mantuvieron en Brasil hasta 1985.

Con el triunfo de los partidarios de la apertura al capital extranjero en Brasil, para la segunda mitad de la década de los 60´s se observó un fuerte incremento de la IED y se observaría un espectacular crecimiento de la producción industrial en ése país, el cual superaría entonces al de México, no obstante que este seguía siendo muy importante todavía. En tanto que el proceso de industrialización en América Latina seguía siendo el catalizador del crecimiento económico y éste la premisa para el avance hacia el desarrollo, es oportuna una mirada comparativa del crecimiento industrial de Brasil y México con los de Argentina y Chile; para ello en el cuadro número 2 se pueden observar notables diferencias.

CUADRO NÚMERO 2
TASAS PROMEDIO DE CRECIMIENTO INDUSTRIAL (1930-1970)

PERÍODO ARGENTINA BRASIL CHILE MÉXICO
1930-1935 0.8 8.0 5.6 -0.5ª
1935-1940 4.9 8.3 3.6 8.4
1940-1945 5.0 8.5 3.1 13.1
1945-1950 7.2 10.7 4.1 11.9
1950-1955 6.8 5.1 3.4 5.0
1955-1960 3.6 9.5 5.7 7.6
1960-1965 5.0 4.2 6.5 9.8
1965-1970 5.1 11.5 1.9 8.9

Fuente: Story, Dale; Industria, Estado y Política en México, Edit Grigalvo, México 1990; p. 42

El éxito indiscutible de esta etapa de industrialización en México, logró un avance real en la sustitución de bienes de consumo y en menor medida de bienes intermedios, que antes de 1940 se habían estado importando, por producción nacional, pero la sustitución de importaciones de bienes de capital  sólo se inició de manera muy limitada, con lo cual esta industrialización contaba sólo con dos de las tres patas necesarias para fortalecerse.

Después del golpe de Estado, en Brasil se aplicó una política de estabilización económica que, aunque inicialmente agudizó la crisis iniciada en 1962, posteriormente fortaleció el programa de liberalización. Esto se tradujo en un trato privilegiado a la IED y crecimiento de la producción industrial, como se ha mostrado en el cuadro número 2. A partir de 1974, este país logró ascender a una segunda fase de la sustitución de importaciones, cuando la inversión de capital extranjero inició la producción de insumos intermedios y bienes de capital, que desempeñarían un papel de fundamental importancia, tanto por su rol estratégico como por las prácticas monopólicas generadas. El progreso económico  alcanzado por Brasil en esta etapa, fue calificado como el “milagro brasileño”  (Gonçalvez, 1999).

Por su parte, la transformación positiva de México generó un proceso de transformación  hacia el desarrollo urbano industrial. Esto significó la ampliación del mercado interno, contribuyó a lograr un circulo virtuoso que transformó la estructura socioeconómica del país. Este crecimiento sostenido por seis lustros se logró con inversión pública y privada interna, de manera que no hubo necesidad de endeudarse de manera excesiva y los niveles de inflación se mantuvieron moderados. Al escenario de crecimiento sostenido con estabilidad que se observó entre 1957 y 1967, se le calificó como desarrollo estabilizador por algunos, milagro mexicano por otros (Hansen, 1974).

En cualquier caso, si el PIB creció a tasas que duplicaron el crecimiento demográfico, los salarios sólo crecieron moderadamente lo mismo que los impuestos y la inflación se mantuvo en un dígito, el sector social más beneficiado de esto fue el empresarial, tanto nacional como extranjero. Así, México había continuado su política de industrialización protegida por aproximadamente 30 años, sin preparar una etapa de transición que previera la necesidad de contar con una industria madura para enfrentar la competencia mundial.

Durante los años noventa, el modelo industrial exportador fue exitoso, en tanto se desarrolló una dinámica exportadora, tanto en México como en países de la región como Chile (CEPAL, 2000). Actualmente, el modelo presenta limitaciones importantes, fundamentalmente, se tiene un motor dinámico de crecimiento pero con bajo poder de arrastre. Para emprender un camino rápido en el menor tiempo posible, ha sido necesario tender vías de bajo nivel tecnológico. Efectivamente, la construcción del modelo depende más del empleo de mano de obra barata y abundante más que del empleo de mano de obra productiva y de la innovación (Presaud, 2001). En consecuencia el modelo industrial exportador se constituyó en tres pilares fundamentales:

  • Apertura comercial, financiera y a la inversión extranjera.
  • Liberalización de los mercados internos.
  • Política de fomento industrial pasiva.

Entre los efectos palpables del desarrollo primario del modelo exportador, sobre la base del paradigma estabilizador, podemos enumerar, basados en la experiencia mexicana, los siguientes:

  • La desarticulación de cadenas productivas.
  • La concentración de la exportación.
  •  Baja participación tributaria.

Adicionalmente, en México la liberalización comercial ha sido acompañada de un proceso de sobre valuación cambiaria y de una política industrial pasiva originando una desprotección a la planta nacional (Bradford, 1994). Esto es, la liberalización comercial fue en la dirección correcta, pero la apertura fue ineficiente al ser acompañada con políticas inadecuadas. Así, se eliminó el excesivo proteccionismo y el nivel arancelario bajó pero no se dieron a la industria nacional y especialmente a la pequeña y mediana industria las armas para enfrentar la apertura comercial, pues se pasó a una política industrial pasiva sobrevaluación cambiaria. Con ello, la liberalización comercial y la apertura lograron efectivamente eliminar el sesgo anti-exportador del modelo ISI, pero generaron un nuevo sesgo pro-importador del Modelo Industrial Exportador.

Crisis de la deuda y cambio estructural

No obstante el gran crecimiento industrial y las exportaciones brasileñas señalados en el apartado anterior, estas se lograron apoyadas con incentivos y subsidios muy significativos desde el inicio de los años 70. La magnitud de estos subsidios fue tan elevada, que su relación media respecto a las exportaciones llegó a ser del orden de 50%. Así, la economía brasileña se tornó dependiente de los subsidios, las exportaciones, del petróleo importado, el endeudamiento externo y la IED (Gonçalvez, 1999: 65).

Adicionalmente, la producción agrícola brasileña también se orientó hacia el mercado externo, desatendiendo los cultivos para el consumo interno, tales como el fríjol y el trigo que tuvieron que ser importados. Un análisis de coyuntura sobre este país, desnuda los contrastes de la época:  En esa dirección, es elocuente que Brasil, que en 1962 exportaba el 18.9% de su producción agrícola y en 1970, un 40%, hoy se constituya en el segundo mayor exportador agrícola mundial (CIDE, 1979: 53).

El escenario ya se mostraba complicado desde el incremento de los precios del petróleo al iniciar la década de los 70; a esto se le sumaba lo que un especialista llamó el “grado de desnacionalización” de la industria brasileña (Gonçalvez, 1999), que en su momento era la segunda latinoamericana considerando este indicador después de Venezuela, mientras la posición de México era relativamente menos amenazada por este factor, como se puede observar en el cuadro número 3 a continuación.

CUADRO NÚM. 3.
GRADO DE DESNACIONALIZACIÓN DE LA INDUSTRIA EN PAÍSES LATINOAMERICANOS SELECCIONADOS (en porcentaje)

PAÍS PRODUCCIÓN

Venezuela

35.9

Brasil

32.0

Argentina

29.4

Colombia

29.0

Chile

28.0

México

27.0

Perú

25.2

Fuente: Gonçalvez, R. (1999: 62).
Nota: El grado de desnacionalización se refiere a la participación de empresas de capital extranjero en el valor de la producción industrial. Los datos se refieren en la mayor parte de los casos al final de los años 70.

México enfrentó su primera macrodevaluación en 1976, como resultado varios factores: El agotamiento del modelo de crecimiento industrial protegido; la incapacidad para preparar la transición hacia un modelo más competitivo; la corrupción que restó eficacia al sistema político y a los errores en el manejo de la política económica, que permitió un crecimiento del gasto público financiado con emisión monetaria y el disparo  de la inflación.

Pero el incremento desproporcionado del precio internacional del petróleo, estimuló la exploración y más tarde el descubrimiento de ricos yacimientos petroleros en México. Este sería el recurso que permitió al nuevo gobierno una rápida recuperación de la crisis generada con la devaluación, pero a la postre también se convertiría en el soporte de un crecimiento que encubriría la fragilidad de la economía.

México se convirtió en pocos años en uno de los nuevos países exportadores de petróleo, al cual utilizó como aval de los préstamos contratados y para mantener programas de subsidio a la producción y el consumo, sin canalizar suficientes recursos a la creación de una base productiva industrial sólida, con lo cual se abonó el terreno para un final traumático del gobierno del presidente López Portillo. La combinación entre el crecimiento de las tasas de interés internacionales y la caída del precio del petróleo en el último año de su mandato, provocarían lo que se conoció como la “crisis de la deuda” a partir de 1982.

Los niveles de endeudamiento se elevaron excesivamente entre los países latinoamericanos, en buena medida como resultado de la abundancia de liquidez internacional y las bajas tasas de interés; combinado desde luego con una estrategia equivocada de la clase política gobernante. Aunque por el tamaño de sus respectivas economías, Brasil y México han sido los mayores deudores en la región en términos absolutos, en aquél momento la proporción de la deuda respecto al PIB no era de las más alarmantes, como se puede observar en el gráfico número 1.

También se puede apreciar en el gráfico antes mencionado  que, con base en el indicador deuda externa/PIB, la situación de México era la más comprometida. Esto agravaría las condiciones en que ocurrió la crisis y su impacto, que por dos años consecutivos provocó la caída de la economía mexicana (1982-83); mientras que la brasileña decreció sólo por un año (1983). El resto de las economías latinoamericanas cayeron en ese tobogán de la crisis de la deuda, pero en términos relativos las economías de Chile y Argentina fueron de las más afectadas. Todo esto justifica calificar a la década de 1980 como la “década perdida” para Latinoamérica.

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Las medidas de ajuste estructural aplicadas en ésa década, inspirados en el decálogo de recomendaciones del “Consenso de Washington”, constituyeron un giro radical en la política económica aplicada hasta entonces en México y una profundización de la liberalización ya iniciada en Brasil desde el golpe de Estado. El resultado de estos programas de choque, son resumidos por un especialista en los siguientes términos: …la crisis de la deuda fue un período de intensa redistribución de la riqueza, con grupos empresariales que lograron expandirse aprovechando las dificultades de otros, al tiempo que conseguían transferir al Estado gran parte de la carga de su deuda externa. Las propias reformas acentuaron esta nueva configuración del poder económico, con la precarización laboral, las privatizaciones y la penetración del capital extranjero en la banca, la industria, la minería y los servicios básicos (Calcagno, 2008: 100).

Inserción en la economía global

En la segunda parte de la década de 1980, se había adoptado el paradigma neoliberal que permeó la política económica en la región Latinoamericana; adicionalmente las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC´s), se habían consolidado como la nueva plataforma tecnológica para el relanzamiento de la economía, y al final de ésa década se había iniciado el desmantelamiento del bloque socialista soviético, con lo que la llamada “guerra fría” dejaba de ser una amenaza para los intereses del capitalismo en el planeta. Las condiciones en que México y Brasil iniciaron su inserción en este nuevo escenario fueron diferentes.

En México se profundizó la apertura comercial eliminando las restricciones no arancelarias, que fueron sustituidas por aranceles y estos fueron reducidos rápidamente; en 1986 se adhirió al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT por sus siglas en inglés); se reprivatizó la banca antes estatizada y liberalizó el sistema financiero. Por su parte, en 1985 regresaron los gobiernos civiles a Brasil, aunque la política económica continuó con la privatización y facilidades para el acceso de empresas de capital foráneo.

Según la Comisión económica para América Latina (CEPAL, 2002), aunque las privatizaciones en todo el subcontinente Latinoamericano  llegaron a representar el 0.9% del PIB regional entre 1990 y 2000, algunos países, entre ellos Brasil, estuvo por arriba de la media (1.3%). Adicionalmente, no obstante que al inicio de la década mencionada Brasil tuvo un desempeño económico mediocre, también se distinguió  por ser uno de los diez países con mayor presencia de empresas de capital extranjero, procedentes de las tres economías más importantes del mundo: EUA, Japón y Alemania (Gonçalvez, 1999).

Las reformas económicas  que se aplicaron en forma acelerada en América Latina y el Caribe en los años noventa, indujeron un crecimiento sin precedentes de la IED en la región. Tal afluencia se quintuplicó holgadamente si se considera el promedio correspondiente al período 1990-1994 y el valor máximo alcanzado en 1999, pero experimentó una caída tanto en 2000 como en 2001. Las tres economías más grandes de la región  (Brasil, México y Argentina) fueron las principales receptoras (CEPAL, 2002).

El crecimiento de las cuatro economías Latinoamericanas más importantes en la última década del siglo XX, tuvieron un desempeño con altibajos, como se puede observar en el gráfico número 2. Los mayores contrastes fueron registrados por Argentina, mientras que Chile tuvo un comportamiento más estable. México inició esa década con un crecimiento moderado, en tanto que Brasil arrancó con un decrecimiento; pero mientras en 1995 México registraba una severa crisis financiera de las calificadas como de segunda generación (Flores-Madrueño, 2006), con repercusiones en casi todos los mercados financieros de países en desarrollo, Brasil inició una nueva etapa de crecimiento.

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En 1995 llegó al gobierno de Brasil F. H. Cardoso, quien en 1998 aplicó el Plan Real, el cual sentaría las bases para un futuro proceso de desarrollo consistente, después de anteriores intentos de restablecer la estabilidad y el crecimiento de la economía brasileña.

Desde el ángulo de la política externa de Brasil, es pertinente mencionar que desde los gobiernos de la dictadura, había mostrado aspiraciones de ser potencia nuclear, teniendo como plataforma su posición de liderazgo en Sudamérica y su manifiesto nacionalismo. Otra evidencia de estas aspiraciones a ser reconocida como potencia regional, se mostraron con su intención de ser admitido como miembro permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU). Para continuar con esta tendencia y contribuir a la consolidación de esa posición de jugador global, a iniciativa suya y de Argentina se creó en 1991 el Mercado Común del Sur (MERCOSUR); un año después se realizaría la Conferencia de la ONU sobre medio ambiente y en 1994 presentaría condicionantes contrarias a las intenciones de EUA sobre la creación del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (Magnoli, 2007).

Estrategias distintas en el siglo XXI

Para ubicar en el tiempo estas diferencias entre Brasil y México, se consideran como premisas importantes, el primer período de gobierno de Cardoso en Brasil y la recuperación de la crisis en México en el gobierno de Zedillo, ambos a partir de 1995.

5.1 BRASIL

Cuando Cardoso inició el ejercicio de su primer gobierno en 1995, se debería haber alcanzado la Tarifa Externa Común, como parte del programa del MERCOSUR para concretar la Unión Aduanera, pero las dificultades lo impidieron entonces. El flujo comercial de Brasil con los países del cono sur se había multiplicado por 5 entre 1991 y 1997, pero después se vino abajo por los problemas financieros de la zona (Magnoli, 2007).

Como parte de la estrategia de posicionamiento de Brasil en el nuevo escenario global, en 1998 se adhirió al Tratado de no Proliferación Nuclear; en el año 2000 se llevó a cabo la conferencia de jefes de Estado para crear la Comunidad Sudamericana de Naciones, la cual no prosperó debido a la crisis financiera de Argentina; ya en el primer período del presidente Lula, en la Reunión Ministerial de la OMC celebrada en Cancún, México en 2003, Brasil se alió con China y la India para integrar y liderar el Grupo de los 20 (G-20), quien se opondría a EUA y Europa en el tema de la reducción del proteccionismo agrícola; y en 2006 aceptó encabezar la misión de paz de la ONU en Haití.

De acuerdo con la visión de un estudioso brasileño, la política exterior de Lula ha combinado elementos tradicionales como la asociación con EUA, con la relectura del tercermundismo del PEI (Política Externa Independiente) y el paradigma del Brasil-potencia del régimen militar (Magnoli, 2007:54)

En el terreno económico, desde el Plan Real se afianzaron las bases de una política ortodoxa: reducción de la inflación, reducción de la deuda externa y la promoción del crecimiento con base en las exportaciones: En 1995 la inflación se había reducido drásticamente a 22.4% después de años de hiperinflación y un año después había descendido a un dígito, en el que se ha mantenido con la excepción del año 2002 (IBGE, 2010); la deuda externa se había reducido hasta el primer semestre de 2006, de 241,000 a 150,000 millones de dólares y la relación deuda externa/exportaciones se había reducido de 5.0 a 1.2  (Correa, 2007).

La estabilidad financiera tiene su antecedente desde 1999, ya que desde entonces se ha manejado una combinación entre las metas de inflación, que son fijadas por un Consejo Monetario Nacional, con un tipo de cambio fluctuante, para lo cual se sostiene un superávit fiscal primario y crecimiento económico considerado bajo hasta 2006. Para lograr lo anterior, juega un papel importante el Comité de Política Monetaria que define la tasa de interés básica (Correa, 2007). Adicionalmente, para frenar los efectos perniciosos del ingreso de capitales especulativos, a partir del 20 de octubre de 2009 el gobierno brasileño estableció un impuesto del 2% a los capitales extranjeros destinados a invertir en valores de renta fija y en la bolsa de valores1.

La reforma financiera y las privatizaciones del sector bancario que fueron aplicadas en América Latina, en una primera etapa le dieron oportunidad de expandirse a los grupos locales, pero posteriormente se dio un proceso de extranjerización en gran parte de la banca. No obstante, esto se generó de manera desigual entre los países. Particularmente, la participación de los bancos extranjeros como porcentaje de los activos bancarios, en Brasil pasó del 6 al 23 por ciento, mientras que en México el cambio pasó de ser casi nula en 1990 al 80 por ciento en 2005 (Calcagno, 2008). Adicionalmente, Brasil conservó y fortaleció su banca de desarrollo, tanto la de cobertura nacional  (Banco do Desenvolvimento do Brasil) como la que existe en algunas regiones (Banco do Nordeste do Brasil).

Aunque en el ranking mundial de los países exportadores, Brasil no aparece entre los primeros 20, ha logrado posicionarse como el único país en desarrollo exportador de aviones; la principal potencia exportadora agrícola Latinoamericana; de ser importador de petróleo se ha transformado en exportador y algunas de las nuevas empresas manufactureras globales latinoamericanas son brasileñas. A partir de 2002, la balanza comercial de este país se ha transformado, de deficitaria a superavitaria; en medio de la crisis mundial en 2009, este superávit llegó a 19,442 millones de dólares (COMTRADE, 2010).

Por otra parte, por décadas las exportaciones brasileñas han estado muy diversificadas. La Unión Europea (UE) y EUA se han disputado alternativamente el principal destino de las exportaciones, aunque en la mayoría de los años desde 1990 ha sido la UE el destino preferente de las mismas. No obstante, su importancia relativa ha descendido frente a la mayor importancia que han ganado los países asiáticos, principalmente China, en tanto que ha pasado de un 33% en 1990 a 22.2% en 2009; en el mismo período China avanzó de 0.01 a 14.7% (COMTRADE, 2010). El gráfico número 3 ilustra la diversificación de las exportaciones brasileñas en el último año disponible.

grafica3

 

En la transición del gobierno de Cardoso a Lula, se desató una fuerte disputa política y turbulencia en el mercado financiero, evidenciando los temores de la élite política y de inversionistas, que manifestaron actitudes defensivas y especulativas ante el primer gobierno de izquierda. No obstante, Lula tranquilizó estos ánimos al establecer un conjunto de compromisos, entre los cuales fue mantener el superávit primario, con el argumento de impedir con ello el incremento de la deuda interna y la destrucción de la confianza; adicionalmente refrendó el compromiso de respetar los acuerdos negociados por Cardoso con el FMI (Correa, 2007).

Así, durante los dos períodos del gobierno del presidente Lula se continuó esta política económica ortodoxa, pero combinada con una política social, que paulatinamente ha reducido la brecha de la enorme desigualdad social. El crecimiento económico logrado desde el año 2000 ha sido moderado pero consistente. Como se puede observar en el cuadro número 4, aunque desde el gobierno de Cardoso se iniciaron programas para mitigar la desigualdad, el gobierno de Lula sostuvo e incrementó los recursos para tres de ellos y creo uno nuevo que logró una cobertura más amplia, todo esto en la modalidad de transferencias monetarias, condicionadas al cumplimiento por parte de los beneficiarios en aspectos de educación y salud:

 

CUADRO NÚMERO 4
BRASIL: PROGRAMAS DE TRANSFERENCIAS MONETARIAS CONDICIONADAS

PROGRAMA Inicio Condicionalidad Beneficiarios
Educación Salud Hogares Individuos Personas en
situación de
Pobreza (%)
Bolsa Familia 2003 Si Si 11 millones
(2006)
52.3 millones
(2006)
84

Bolsa Alimentaçao

1995 No Si ND 1.5 millones (2003) ND

Bolsa Escola

1995 Si No 4.8 millones (2001) 8.2 millones (2001) ND

Programa de Erradicaçao Trabalho inflantil

1995 Si No ND 3.3 millones (2002) ND

Fuente: PNUD, 2010: 114. Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.

La CEPAL elaboró un indicador que se considera más representativo de la evolución económica de los países que el PIB u otros, en tanto que toma en cuenta los efectos de los términos de intercambio, el pago neto a los factores al resto del mundo y las transferencias recibidas del mismo (CEPALSTAT, 2010). Este indicador se denomina Ingreso Nacional Disponible a Precios Constantes. Como se puede observar en el cuadro número 5, con base en cifras de este indicador, en el año 2000 Brasil estaba ligeramente por detrás de México, pero en los años posteriores ha logrado superarlo y mantener esa posición.

CUADRO NÚMERO 5

INGRESO NACIONAL DISPONIBLE DE MÉXICO Y BRASIL A PRECIOS CONSTANTES (MILLONES DE DÓLARES DE 2000)

PAÍSES 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008*
BRASIL 628365 633268 651145 659118 699255 722931 760365 808935 853486
MÉXICO 628708 627730 635836 650623 685360 711988 748579 776339 788270

FUENTE: Elaboración propia con datos de CEPALSTAT, accesible en http://www.cepal.org
NOTA: *Las cifras de 2008 son preliminares.

En términos de un indicador que refleje la situación del ingreso promedio por persona, excluyendo el efecto inflacionario en cada país, el Banco Mundial publica las cifras sobre el Ingreso Nacional per capita en paridad de poder de compra, así como la posición en el ranking mundial de estos dos países. Considerando este indicador para 2009, se observa todavía una mejor situación de México con 14,110 dólares internacionales y ocupando el lugar 77;  mientras que para Brasil este indicador es de 10,260 dólares internacionales y ocupaba el lugar número 99 (World Bank, 2010).

Una de las expectativas con liberalización económica era que, además de depender menos de la exportación de productos primarios, las exportaciones de manufacturas surgirían como nueva palanca para el desarrollo. En este sentido, la participación de las manufacturas en las exportaciones de Brasil se mantuvo en lo general, pero el mayor dinamismo fue impreso particularmente por las que usan más intensivamente recursos naturales, mientras que las de contenido tecnológico bajo, medio y alto crecieron por debajo del promedio general (CEPAL, 2010 y Calcagno, 2008).

Lo anterior se relaciona con desarrollo científico tecnológico, que más allá de la ancestral dependencia típica de los países en desarrollo, para valorar los esfuerzos que cada uno de estos países realiza en este terreno, no hay mejor indicador que las patentes registradas. En este sentido es muy elocuente la diferencia entre Brasil y México, en tanto que, según según datos de la OMPI (2010) entre 1995 y 2008, el primero (7,206) cuenta con más del doble de patentes concedidas por diferentes países que el  segundo (3,534).

5.2 MÉXICO

Después de la etapa violenta de la revolución, México mantuvo la estabilidad política, sin tener que recurrir al golpe de Estado y gobiernos militares que padeció Brasil por casi 20 años. Esto elevó su imagen en la comunidad internacional y durante las décadas de los años 50´s y gran parte de los 60´s, mantuvo su posición de liderazgo en América Latina. Esta se empezó a erosionar con la represión estudiantil de 1968 y posteriormente con las crisis económicas de 1976, 1982 y 1994. Aunque la economía se recuperó de esta última crisis en 1996, lo hizo con un elevado costo social y económico, que se sumaron a los efectos negativos que habían dejado las anteriores crisis.

Aún cuando en la elección presidencial del año 2000 el triunfo del candidato de un partido diferente al que había gobernado por 71 años, fue inobjetable, ése capital político fue dilapidado en pocos meses por el gobierno de Fox. A ello se suma la situación de estabilidad macroeconómica que había heredado de su antecesor y el incremento de los precios internacionales del petróleo que proporcionaron recursos extraordinarios al presupuesto gubernamental. Pero se continuó la estrategia de crecimiento hacia fuera, sin reconstruir las cadenas productivas que propiciaran la integración de las pequeñas y medianas empresas al boom exportador, y por tanto, sin desarrollar el mercado interno.

Después de la recuperación de la crisis financiera, se asumió con mayor celo el cumplimiento de los lineamientos del Consenso de Washington. Las variables macroeconómicas fundamentales fueron mantenidas bajo control, aunque aceptando tácitamente un mediocre crecimiento económico. Así, el crecimiento promedio anual durante el mandato del presidente Zedillo sería de 3.5%; durante el gobierno de Vicente Fox, tal indicador se redujo a 2.4% y en los tres primeros años del de Calderón descendió a -0.57%, mientras que las tasas de inflación se lograron reducir consistentemente, para volver a transitar de dos a un dígito, desde 1995 (Banco de México, 1995-2009).

Otra de las variables fundamentales bajo control, pero que ha sido especialmente cuidada por los gobiernos en turno después de la crisis financiera ya mencionada, fue la deuda externa del sector público, la cual fue reducida aunque con altibajos, respecto a la existente en 1995, cuando la cifra había llegado a $101,790 millones de dólares, para llegar en 2009 a $88,855.9 millones de dólares. Esta disminución  de la deuda externa se ha compensado con el crecimiento de la deuda interna, donde ahora se reconocen otros pasivos que antes quedaban encubiertos. Así,  como porcentaje del PIB, la deuda económica amplia del sector público disminuyó, desde el 33,7% que significó en 1995, hasta 27.5% en 2009 (Banco de México, 1995-2009).

El crecimiento excesivo de la deuda interna para cubrir los requerimientos financieros gubernamentales, ha creado distorsiones en el papel crediticio de la banca comercial en México, y presiones para mantener elevada la tasa de interés; en tanto que al ser la principal adquirente de los bonos gubernamentales, reduce los fondos disponibles para las actividades productivas de las empresas que podrían ser financiadas con ellos. Al mismo tiempo se ha convertido en la principal fuerza para sostener elevados los tipos de interés, de la que es beneficiaria. Como ya fue referido en el apartado anterior, esta banca comercial está abrumadoramente en manos de capital extranjero, mientras que la banca de desarrollo se ha reducido a su mínima expresión.

Aunque la corrupción no es una lacra exclusiva de México, si lo son las fuentes que han permitido que se extienda y reproduzca con efectos más perniciosos. La particularidad con la que se engendra ésta a gran escala, es a partir de las complicidades entre los grupos de poder integrados por: Las organizaciones sindicales más poderosas que participan políticamente y mantienen alianzas con los partidos políticos; la élite empresarial que puede ejercer prácticas monopólicas abiertas o encubiertas y tiene capacidad para “cabildear” con la élite política, para influir en las decisiones más trascendentes en materia económica y política que les permite mantener sus privilegios.

Lo anterior trasciende hacia el resto de la sociedad, que con apatía o resignación, sólo alcanza a responder reproduciendo la corrupción en menor escala. Este ambiente negativo es agudizado por la falta de oportunidades de empleo o estudio de un número muy importante de jóvenes (estimado en 7 millones), quienes son susceptibles de reclutamiento por  la presencia de organizaciones criminales. Ellas evidencian el peor grado de descomposición en esta materia.

Los programas de tipo social que desde décadas anteriores pretenden mitigar la pobreza y ofrecer vías alternas para salir de ella, sólo alcanzan a tener un impacto asistencial y están lejos de cumplir su objetivo. En este sentido, han llegado a ser más importantes las remesas de inmigrantes, las que por el monto han llegado a superar la IED en los años 2006, 2008 y 2009 (Banco de México, 2009). En algunos casos estos recursos han permitido desarrollar proyectos productivos.

Uno de los sectores que diferencian más claramente a México de Brasil, es su comercio exterior. Aunque México figura entre los 10 países exportadores más importantes, también figura entre los primeros 8 importadores del mundo; el resultado es, que a diferencia de Brasil, México ha mantenido un déficit comercial con una tendencia creciente, marcada por la crisis financiera mundial como se puede observar en el gráfico número 4. Esto se explica por el hecho de que aproximadamente la mitad de exportaciones manufactureras, procede de la industria maquiladora, la cual catapultó esta actividad. Por tanto, tales exportaciones son de manufacturas con uso intensivo de mano de obra y escaso contenido tecnológico, de manera similar al caso Brasileño ya mencionado.

Estas exportaciones de manufacturas han representado en los últimos 10 años el 83.8% del total en promedio anual. Tanto estas como las exportaciones de otros bienes, se han concentrado en forma abrumadora en el mercado de EUA, acentuando la tendencia histórica a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); la media en los últimos cuatro años ha sido de 81.8% (Banco de México, 2009). Por la incapacidad de este modelo de crecimiento hacia afuera empleado en México, para crear empleos suficientes, mejor remunerados y cerrar la brecha de desarrollo entre las regiones se puede calificar de fracaso (Calva, 2007 y Preciado, 2007).

grafica4

 

En la nueva era del conocimiento y con la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC), la estrategia de competitividad basada en mano de obra barata, arancel cero e importaciones baratas (apreciación del tipo de cambio), queda totalmente rebasada (Villareal y Ramos, 2001). En este sentido, en ciertas áreas del conocimiento México ha sido un seguidor tardío, existen proyectos para consolidar el desarrollo de capacidades de redes del conocimiento, sin embargo los objetivos y resultados están por debajo de otros proyectos similares. Así Brasil, desde el acuerdo de 1988 con China, ha colaborado en el diseño y construcción de satélites, ya que ambos países contaban con capacidades en tecnologías espaciales (Corona y Jasso, 2005). Las diferencias de alcance y resultados son evidentes respecto a este tipo de tecnologías en México, situación explicada en buena medida por la carencia de actores gubernamentales interesados en desarrollar tecnologías intermedias.

Adicionalmente es necesario avanzar en una nueva etapa de industrialización exportadora, con articulación de cadenas productivas que permitan disminuir el coeficiente de importaciones y generar un nuevo proceso de sustitución competitiva, lo que permitiría disminuir la brecha en el crecimiento respecto a otras economías.

Conclusiones

Las estrategias empleadas por Brasil y México para impulsar su desarrollo, coinciden en cuanto a que se han manejado en el contexto del modelo neoliberal, pero a partir de 1995 han mostrado diferencias que se manifiestan en resultados diferenciados: Brasil ha ganado presencia en el escenario global, tiende a concentrar sus esfuerzos hacia el mercado interno y a consolidar su liderazgo, no obstante que los niveles de desigualdad económica y social son aún elevados. México ha perdido protagonismo internacional, insiste en su crecimiento basado en exportaciones concentradas principalmente en EUA, con pérdida de dinamismo y sin que estas tengan impacto relevante en el empleo e ingreso. A sus problemas históricos de desigualdad social y económica, se suma ahora la inseguridad provocada por la violencia del crimen organizado en gran escala.

En junio de 2009, Brasil, China, la Federación de Rusia y la India (los denominados BRIC) realizaron su primera reunión formal en Ekaterimburgo (Federación de Rusia). Los BRIC representaron un 43% de la población mundial y un 22% del PIB mundial (en términos de PPA) en 2008. Los vínculos intra-BRIC son cada vez más fuertes y ejemplo de ello es que hoy China sea el primer socio comercial del Brasil y de la Federación Rusa (CEPAL, 2009). Brasil es uno de los países que lidera el G-20, que representa los intereses de los países en desarrollo en la OMC. México ha ampliado la distancia con respecto a América Latina, en tanto que Brasil la ha estrechado y esto se reconoce en su liderazgo.

En términos macroeconómicos, la ventaja de Brasil queda claramente mostrada con las cifras correspondientes al Ingreso Nacional Disponible a Precios Constantes, que se presentan en el cuadro número 5; no obstante que a nivel del Ingreso Nacional per capita en paridad de poder de compra, México lleve la delantera. Las perspectivas de desarrollo en el futuro próximo se presentan más prometedoras para Brasil; porque tiene un comercio exterior más diversificado y con superávit, mientras que México lo tiene muy concentrado en EUA, donde se originó la crisis global actual y quien padece las mayores complicaciones para recuperarse, además de que han perdido dinamismo sus exportaciones y tiene déficits persistentes en su balanza comercial.

Brasil ha logrado estabilidad económica de manera similar a México, pero con un crecimiento mayor que éste en los últimos años. En ambos países se requiere un impulso auténtico a las PYMES, quienes sobreviven en un marco de competencia internacional feroz; pero a diferencia de México, Brasil cuenta con instrumentos poderosos: la banca de desarrollo que en México esta debilitada y el fortalecimiento del mercado interno, descuidado por México;  así como una clara tendencia a incrementar el desarrollo científico tecnológico, evidenciado por el doble de patentes obtenidas respecto a México.


Notas

  1. Diario El Economista, Madrid 20/10/2009. Esta es una de las medidas recomendadas en 1971 por el premio nobel de economía 1981 James Tobín, conocida como “tasa antiespeculativa”, adoptada antes que Brasil, por Chile en América Latina.

Referencias

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Author: RUDICS

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